La Vanguardia (Català)

Pintas y letras

El pub, el escritor y la cerveza, triángulo equilátero que, aunque tópica, conforma una de las imágenes más representa­tivas de Dublín. Uniendo los tres puntos, trazamos una guía de los pubs con esencia literaria (y mucho Joyce) de la capital irlandesa.

- Oriol Rodríguez

El anodino Poldy, protagonis­ta de Ulises, obra magna del escritor dublinés James Joyce, evoca con estas palabras el Davy Byrne: “Bar tranquilo y agradable. Una madera bonita en el mostrador. Muy bien diseñado. Me gusta la curvatura que tiene”. Segurament­e, en este párrafo era el propio Joyce quien hablaba y alababa las virtudes del local a través de su personaje, el antihéroe por excelen- cia, Leopold Bloom. Conservand­o todo su encanto añejo, decoración de aroma solariego donde destacan los murales firmados por Cecil French Salkeld, pintor a la vez que suegro de otro del escritor irlandés, Brendan Behan, asimismo asiduo del pub; el Davy Byrne (21 Sráid an Diúic) no destaca tanto por sus pintas, que también, como por su oferta gastronómi­ca, estando considerad­o uno de los mejores establecim­ientos de Dublín en el que degustar el marisco autóctono. Una parada obligatori­a en el Bloomsday Festival, el certamen que cada 16 de junio, la fecha en la que transcurre la acción de Ulises, rememora la obra de Joyce. Eso sí, si tal día se pasa por el Davy Byrne, como hizo Bloom en 1904, es imprescind­ible pedir un sándwich de gorgonzola y un vaso de borgoña.

Como esencial es también para todos los adeptos a Joyce sorber con deleite una jarra de rubia, tostada o negra en el Oliver St John

Gogarty’s (58-59 Fleet Street), pub con infinidad de enlaces con el mundo de las letras, empezando por su propio nombre, tomado del homónimo cirujano, humorista, delantero del Bohemian FC y novelista. Íntimo amigo de Joyce, tras el personaje Buck Mulligan no se esconde nadie más que el propio Oliver St John Gogarty.

Este pub también fue el punto de encuentro y lugar de tertulia favorito del extraordin­ario poeta Patrick Kavanagh y su colega, el periodista Brian O’Nolan. Si el Oliver St John Gogarty’s, cosa poco probable, estaba cerrado, lo más seguro es que la pareja se despla- zara hasta el cercano

McDaids (3 Harry Street), otro entrañable tugurio con especial atractivo entre los juntaletra­s; o se dejara caer por el The Palace

Bar (21 Fleet Street). De hecho, en este último, considerad­o durante décadas la sede del cuarto poder irlandés, Kavanagh y O’Nolan tenían su propio reservado en la trastienda del local.

SWIFT, WILDE Y BECKETT

La tradición literaria irlandesa va mucho más allá del escritor de Du

blineses, como milenaria es también la crónica de sus pubs (abreviació­n de public houses). Dice la leyenda que los pubs son una invención irlandesa y The Brazen Head (20 Lower Bridge St.) destacaría como el primero de la historia.

Su relato se remonta tan atrás en el tiempo que si en Irlanda las primeras licencias para poder vender alcohol al público se oficializa­ron 1635, en The Brazen Head –situado cerca de la antigua fábrica de Guinness, verdadero oro negro para los habitantes de la isla– se viene sirviendo cerveza interrumpi­damente desde 1198. Casi un milenio de vida y una lista infinita de clientes ilustres. Los propietari­os aseguran que hasta Robin Hood tuvo la dicha de poder saborear una pinta en el The Brazen. Más plausible, puesto que resta documentad­o, es que en el más antiguo de todos los pubs de Irlanda escribió el satírico Jonathan Swift, autor de Los viajes de Gulli

ver. Más allá de su pasado y sus insignes fieles, hoy día este local destaca por su musica en directo.

“El trabajo es la maldición de las clases bebedoras”, afirmaba Oscar Wilde, uno de l os más afamados hijos de Dublín. Wilde ganó sus primeros chelines trabajando de mozo para todo en el Kennedy’s (31-32 Westland Row), una charcuterí­a y pub junto a la casa de su familia. Un local que acabaría abandonand­o como trabajador para empezar a visitarlo como cliente. Fue aquí donde, entre pinta y pinta de cerveza tostada, al parecer su favorita, empezó a cultivar su fama de gran bebedor.

Aguante a los efectos del alcohol del que también alardeaba el dramaturgo Samuel Beckett. En sus años de estudiante en el Trinity College, el autor de Esperando a

Godot vivía puerta con puerta del Davy Byrne, por lo que era mucho más fácil dar con él en la barra que en el aula. Aunque si había un lugar que se podía considerar su segundo hogar, ese era el Kehoe’s (9 Anne St. S.), otro de los pubs históricos de Dublín, donde aún recuerdan a Beckett, cigarrillo en mano y cerveza sobre la mesa, absorto en la escritura.

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Cervezas el Toner’s y su decoración interior (arriba y abajo). Entrada del Oliver St John Gogarty’s (dcha.).
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James Joyce

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