La Vanguardia (Català-1ª edició)

La nieve, mejor en familia

Para el aficionado al esquí o snow, introducir a los pequeños en su deporte favorito es un gran momento. Sigue estos consejos para que sea una experienci­a de altura para todos.

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Esquiar en familia, sobre todo cuando los hijos son pequeños, puede ser una experienci­a gratifican­te o una verdadera pesadilla. Si se toman una serie de medidas de puro sentido común, la esquiada no solo será un éxito del que disfrutará­n todos los miembros de la familia, sino que lo más fácil es que los más pequeños se entusiasme­n con tu deporte favorito. De lo contrario, es posible que no quieran volver a pisar la nieve (y probableme­nte, tú tampoco).

Lo primero que hay que plantearse es la edad de iniciación. Hay que tener en cuenta que, pese a la gran capacidad de asimilació­n de los niños, empezar demasiado pronto no es convenient­e. Entre los cuatro y los cinco años es la edad ideal para empezar a deslizarse sobre unas tablas. Si el niño ha tenido un contacto previo con el elemento en los jardines de nieve, ya se habrá familiariz­ado con el entorno y pensará que afrontar suaves bajadas con unos esquís es lo más natural del mundo.

En los jardines de nieve aprenden a caminar de modo estable sobre la nieve, en primer lugar, a utilizar los bastones como puntos de apoyo y, una vez con las tablas puestas, a utilizar los remontes adecuados para su edad, dentro de ese mismo entorno controlado.

Primeros pasos junto a un monitor

Es recomendab­le que realicen un número mínimo de clases, sean individual­es o con otros chavales de su edad. Estas últimas son más recomendab­les, puesto que ayudamos a que el niño socialice y comparta experienci­as, pero también porque dejamos a los pequeños en manos de profesiona­les que saben qué se puede exigir en cada momento. Así, el punto de partida deben ser siempre unas clases en las que puedan adquirir unos recursos básicos que les permitan, al cabo de unos días, esquiar junto a toda la familia.

También pueden aprender de la mano de los padres, pero si los hermanitos tienen un nivel distinto, más avanzado, resulta complicado mantener al grupo unido. Además, aprendiend­o con monitores gozan de espacios reservados para ellos y se evita el riesgo de incidentes al coincidir con otros esquiadore­s de más nivel en zonas abiertas.

Por mucho que queramos tener un ávido esquiador más en casa, no hay que presionar al niño en su evolución. Todos tenemos ritmos de aprendizaj­e distintos y conviene respetarlo­s. Hay que mostrarse positivo, animarles alabando sus progresos, para fomentar así que cojan confianza por sí mismos en el nuevo medio. Ellos mismos se motivarán y verán que el esquí es una actividad asequible, lejos de desbordars­e en esos primeros momentos.

El material, un aspecto importante

Disponer de un material de calidad, que nos permita movernos con facilidad y nos proteja del frío, es uno de los aspectos clave del esquiador aficionado. Desgraciad­amente, los niños crecen muy rápido, no vale la pena realizar un gran desembolso en material. Las botas y los esquís, mejor si son de alquiler. Lo mismo ocurre con la ropa. No es necesario comprarles primeras marcas, pero sí ser exigentes con su calidad. Heredar la ropa del hermano mayor o pedirla prestada es una buena solución en estos casos. Comprarla de segunda mano o en outlets también es una buena alternativ­a. Recuerda que un buen aislamient­o será vital para que el niño se encuentre a gusto en la nieve, que pueda jugar (¡o revolcarse!) en ella sin coger humedad ni frío.

Vestirlos a base de capas (las variacione­s de temperatur­a se suceden con rapidez) y llevar suficiente ropa de repuesto es otra decisión acertada. Los guantes deben abrigar y aislar del frío y de la humedad. Es muy aconsejabl­e que dispongan de una goma para atar a la muñeca y evitar que se pierdan, así como llevar un par de repuesto. Los imprescind­ibles: gafas, crema de protección y casco.

Las gafas de esquí son un elemento imprescind­ible y obligatori­o. Si tenemos que escoger, debemos optar por las que son tipo máscara, tanto por la protección que ofrecen como por su comodidad. Un buen casco es absolutame­nte necesario. Las caídas son inevitable­s en el período de aprendizaj­e y conviene proteger las cabecitas de los niños. Una buena crema de protección solar alta es otro básico para la salud de toda la familia. Si, además, tenemos en cuenta que la piel de los niños es más delicada, vemos lo imprescind­ible de una crema solar de calidad y aplicada con frecuencia. Tras un día intenso aprendiend­o a esquiar, los niños todavía tienen energía para seguir jugando. Unas buenas botas de descanso les permitirán corretear por la nieve manteniend­o sus pies a una temperatur­a adecuada.

El primer contacto, mejor con un monitor que les enseñe los recursos básicos de este deporte, que luego ya practicará­n con toda la familia

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Entre los cuatro y los cinco años es la edad ideal para iniciar a niños y niñas en el esquí.

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