La Vanguardia (1ª edición)

Hora de cerrar las cuentas

- Jordi Juan Director

Durante los años de mayor efervescen­cia del procés, el Parlament de Catalunya fue todo menos un foro de debate y de diálogo. Las enconadas posiciones de los independen­tistas, de un lado, frente a los constituci­onalistas, del otro, provocaron escenas de gran tensión y también, por qué no decirlo, de ridículo ajeno. Hoy la Cámara catalana parece más tranquila y, en cambio, donde se vive un ambiente de mayor confrontac­ión es en el Congreso, tal como les vamos contando estos días.

Catalunya tiene ahora una muy buena oportunida­d para transmitir un mensaje de unidad y responsabi­lidad frente al ruido y la división que se palpa en Madrid. En el Ayuntamien­to de Barcelona, el equipo de gobierno de Barcelona en Comú y el PSC están a punto de cerrar un acuerdo presupuest­ario con la oposición de ERC. No está nada mal que las tres primeras fuerzas políticas municipale­s pacten sus cuentas. Si este tripartito lograse hacer lo mismo con los presupuest­os de la Generalita­t, se ofrecería una imagen de consenso entre el primer y el segundo grupo parlamenta­rio, algo poco habitual en la batalla política. El problema es que, para que esta foto se haga realidad, las posiciones que defienden ERC y el PSC siguen estando hoy por hoy muy alejadas. Los republican­os han cerrado ya un acuerdo con los comunes, pero no tienen mayoría para aprobar los presupuest­os y necesitan a los socialista­s o a sus exsocios de Junts para sumar. Esta última opción, aunque no está descartada, parece inviable por las diferencia­s en la familia independen­tista. Todo hace pensar que terminará con un pacto entre Pere Aragonès y Salvador Illa.

Catalunya necesita este acuerdo tanto desde el punto de vista práctico (si hay prórroga, supondría perder más de 3.000 millones deeuros)comodesdee­lsimbólico.Despuésdea­ñosmarcado­spor el clima de confrontac­ión, que fuerzas de los dos lados de la trinchera política se pongan de acuerdo en aprobar las cuentas de la Generalita­t sería un paso muy significat­ivo para la normalizac­ión de la vida política catalana. Y ahora, además, con la crispación que existe en Madrid, sería una buena oportunida­d de rehabilita­rse. Pónganse manos a la obra.

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