La Vanguardia (1ª edición)

Sunak suspende el primer examen

Pierde de manera aplastante la elección de Chester en un duro golpe a su autoridad

- L(.(el R(Mos Chester. Correspons­al

¿Luna de miel? Rishi Sunak ni siquiera ha podido terminar el banquete nupcial sin que los invitados critiquen el menú (más impuestos, menos gasto, inflación, deterioro del coste de la vida, huelgas constantes, aumento de la inmigració­n, falta de vivienda de bajo coste, política medioambie­ntal y exterior), la banda de musica deje de tocar en medio de la bronca y la novia le estampe el pastel en la cara y lo amenace con el divorcio.

Ni cinco semanas le ha durado al primer ministro británico la tranquilid­ad y la alegría. La cara le

ha quedado manchada de nata con la derrota en la elección parcial en la ciudad de Chester para cubrir un escaño dejado vacante por unas denuncias de abuso sexual contra su titular. Lo tenía el Labour y lo ha conservado, hasta ahí todo perfectame­nte normal. El problema para Sunak es que el porcentaje de voto conservado­r ha caído del 38,3% de los últimos comicios a un raquítico 22,4%, mientras que el de la ganadora ha sido un aplastante 61,2%, lo cual sugiere que el nuevo líder tory no genera ningún gran entusiasmo.

La clara victoria laborista, casi doblando la mayoría de que disfrutaba, concuerda plenamente con los datos de los últimos sondeos,

que le otorgan una ventaja de 25 puntos sobre los conservado­res, que además ven cómo el Reform UK, ultraderec­ha euroescépt­ica, hijo del UKIP de Nigel Farage, le quita votos y cuenta ya con un apoyo del 8%. Esa combinació­n no tan solo llevaría a los tories a perder las elecciones de dentro de dos años, sino que amenazaría su propia superviven­cia.

Tras los escándalos de Boris Johnson y las locuras financiera­s de Liz Truss, Sunak fue elegido para al menos parar el golpe. Lo ha conseguido con los mercados (la libra ha subido, los intereses de las hipotecas y de la deuda publica han bajado, la situación se ha estabiliza­do), pero no con los votan

tes. Todo sigue apuntando a una debacle conservado­ra en las urnas a finales del 2024 o principios del 2025, a no ser que las cosas cambien mucho, acabe la guerra de Ucrania, se controle la inflación, la recesión dure menos de lo pronostica­do, las cadenas de suministro­s vuelvan a funcionar normalment­e… ¿Mucho esperar? Un comentaris­ta político ha sugerido que todas las esperanzas del Gobierno están depositada­s en que Inglaterra gane el Mundial del fútbol, por la euforia colectiva que desataría. Y porque es más factible que los otros escenarios.

Por el momento, fútbol al margen, todo es pesimismo y el país avanza como un sonámbulo hacia la parálisis y el caos más absoluto. De aquí a Navidad están convocadas huelgas prácticame­nte todos los días . Cuando no de enfermeras, de carteros. Cuando no de conductore­s de ambulancia, de maestros. Cuando no de personal ferroviari­o, de examinador­es para el carnet de conducir. Cuando no del Eurostar, de la policía de fronteras. Cuando no de los funcionari­os que renuevan los pasaportes, de los guardias de seguridad que ponen dinero en los cajeros. Así, el Reino Unido no va a ninguna parte. El piloto es ahora Sunak, y la responsabi­lidad suya.

Lleva en Downing Street poco

Los asesinatos políticos de Johnson y Truss han creado un ambiente tóxico y desmoraliz­ado a los votantes ‘tories’

Las rebeliones y luchas internas frenan la agenda de Sunak a pesar de que tiene una mayoría de 69 escaños

más de un mes, y las distintas facciones tories ya están otra vez a la greña. El Partido Conservado­r goza de una mayoría de 69 escaños, pero las constantes rebeliones hacen que parezca en minoría. El primer ministro no ha podido sacar adelante una ley para construir 300.000 viviendas populares (hay una carencia crónica que impulsa el coste de los alquileres y la compra), por la oposición de medio centenar de diputados que representa­n zonas rurales, cuyos habitantes no quieren masas de gente que arruinen su paisaje. Otro grupo frena la construcci­ón de molinos de energía eólica, a pe

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TOBY MELV LLE El primer ministro británico, oliendo el miércoles un queso en una feria de comida y bebida en Downing Street

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