El arte ucraniano escapa a Madrid
El Thyssen abre una muestra con obras trasladadas durante los bombardeos
SLas obras salían del país el día que cayó un misil en Polonia y quedaron atrapadas en la frontera
lava Ukrayini!”. Gloria a Ucrania. La expresión que ha hecho famosa el presidente Volodímir Zelenski, con la que acaba sus alocuciones en televisión y redes, retumbó ayer en el Museo Thyssen de Madrid. En su propia voz. Zelenski envió un mensaje de agradecimiento en vídeo a la rueda de prensa de presentación de En el ojo del huracán. Vanguardia en Ucrania, 1900-1930, una muestra de arte salida de Kyiv en medio de los bombardeos que el museo madrileño acogerá hasta el 30 de abril y con la que pretende proteger las piezas y dar a conocer en Europa –tras Madrid, la gira seguirá en el Museo Ludwig de Colonia– la poderosa creatividad de las primeras vanguardias de aquel país y su fuerte conexión con las del resto del continente.
Una muestra que descubre que nombres como los de Alexandra Exter o Sonia Delaunay no son rusos, sino ucranianos, y que incluso Malevich nació en Kyiv. Una exposición de 69 obras creadas también en tiempos terribles, como recordó Zelenski, la mayoría de las cuáles proceden del Museo Nacional de Arte y del Museo Nacional de Teatro, Música y Cine de Ucrania y que han salido bajo las bombas en una difícil epopeya.
La mecenas Francesca Thyssen, impulsora de Museos por Ucrania y de esta exposición que ha contado con el apoyo de la Oficina del Presidente Zelenski, narró las difíciles aventuras que han vivido las obras desde Kyiv: “La semana pasada todos estábamos en lágrimas por los problemas del transporte. Superados los retos, ya podemos recordar a Ucrania como país de creatividad durante una de sus épocas más oscuras. Rendir homenaje al pasado, presente y futuro de Ucrania”.
Y recordó lo que han vivido. “Cada lunes se bombardea Kyiv por la mañana, es el despertador que tienen, la semana acaba de empezar”, subrayó con sarcasmo la baronesa. Y explicó que por esa razón “habíamos planeado el convoy para el martes, pero el lunes no hubo ni una bomba y pensamos que habría más tranquilidad. Pero solo habían decidido cambiar el bombardeo”.
El día previsto para el traslado de las obras recibió un mensaje de móvil de Konstantin Akinsha, uno de los tres comisarios de la muestra, que le informaba de que habían empezado a bombardear la capital pero hacía dos horas que habían partido los camiones y estaban ya a unos kilómetros fuera de Kyiv, a salvo. “Hablábamos con los conductores de los dos camiones cada 10 minutos para saber que todo iba bien, y cuando llegaron a Lviv tenían que apartarse de infraestructuras críticas porque las estaban bombardeando. Luego, al llegar cerca de la frontera con Polonia, se pararon”.
Entonces, cuenta Francesca
Thyssen, “vi en las alertas de Google que un misil acababa de caer en una ciudad polaca y había dos muertos. Estábamos a 50 kilómetros de la frontera. Parecía el inicio de una escalada de la agresión bélica y que iba a participar la OTAN porque no le quedaba otro remedio. La tensión se disparó. La frontera estaba bloqueada y había un atasco imposible de tráfico y de refugiados que intentaban pasar la frontera. Costó 12 horas. Despertamos a todos los políticos que conocíamos de Ucrania y Polonia esa noche. Al final no fue un ataque ruso, respiramos aliviados, se abrieron las fronteras y los camiones pudieron atravesarlas”.
“Putin –denunció la mecenas– no solo quiere el territorio ucra
niano, sino controlar la narrativa de este país. Hace 90 años se produjo el genocidio del Holodomor por hambruna, ahora estamos igual, y eso incluye la destrucción de la cultura y los museos, como hizo Stalin cuando envió a los gulags a morir a los artistas ucranianos y destruyó murales y obras de valor incalculable”.
El embajador de Ucrania en España, Serhii Pohoreltsev, ha señaló en ese sentido que “es muy importante este apoyo porque Rusia siempre ha tratado de robar nuestra identidad, en el sentido cultural también. Ha robado los nombres de los artistas de la cultura ucraniana. En cierto sentido, es un genocidio cultural, ahora que se cumplen 90 años del Holodomor que mató a millones de ucranianos. El cultural no mata, pero roba la identidad. Es muy importante poder identificar a los artistas ucranianos”.
En la muestra del Thyssen se pueden contemplar 69 cuadros, algunos de la propia colección del museo –que ha buscado para poner en marcha toda la operación patrocinadores públicos, como el Ministerio de Cultura, y privados, como MasterCard– y de prestadores particulares. Una setentena de piezas que incluyen a artistas como Oleksandr Bohomazov, Vasyl Yermilov, Anatol Petrytskyi, Alexandra Exter, Sonia Delaunay, Malevich y El Lissitzky y que muestran un periodo extremadamente fecundo en el que el arte de vanguardia, los ismos, como el cubismo y el futurismo, se mezclan con el folclore y las tradiciones propias del país, incluida la influencia bizantina. Una mezcla que hace nacer obras poderosas pese a los avatares históricos del momento, en el que el país pasa del zarismo a la revolución, una
“Rusia siempre ha tratado de robar nuestra identidad, un genocidio cultural”, afirmó el embajador
Zelenski recordó en su mensaje que las obras de la muestra fueron creadas también en tiempos terribles
breve independencia, la derrota frente a Rusia y el destructivo estalinismo. A pesar de los acontecimientos trágicos crearon obras rupturistas aunque, al final debieron acabar en el realismo socialista que, eso sí, la muestra aprovecha para concluir con toda una declaración de intenciones: la cierra un cuadro de 1932 de Semen Yoffe que muestra a dos poderosas mujeres ucranianas fusil en mano haciendo prácticas de tiro.
Maryna Dobrotiuk, conservadora jefe del Museo Nacional de Arte de Ucrania, dio una clave más sobre la destrucción de la época: “Durante mucho tiempo la comunidad internacional conocía a estos artistas no como ucranianos sino como rusos, Rusia se ha apropiado de sus nombres. Pero la vanguardia ucraniana es independiente y merece estar inscrita en la vanguardia mundial de principios del XX. La mayoría de obras expuestas pertenecían al llamado fondo especial, un fondo secreto que se formó en el museo entre 1937 y 1939. En él entraban los autores a los que el gobierno soviético consideraba como nacionalistas y enemigos del pueblo. Sus obras se habían puesto en la categoría cero: no tenían ningún valor artístico. Por suerte, la mayoría se han podido conservar”.c