La Vanguardia (1ª edición)

‘El Gerente’ y el talento Con Caszely y Solsona el Espanyol reunió un equipazo para su 75.º aniversari­o

- Xavier G. Luque

En 1975 el Espanyol preparó por todo lo alto la celebració­n de sus 75 años de existencia y el presidente Manuel Meler tuvo especial interés en reforzar al equipo. La efeméride no podía coincidir con un año de penuria deportiva y así llegaron siete fichajes de lujo: un portero, Echevarría, que se disputó el puesto con Borja. Un lateral procedente del Madrid, Juan Verdugo. Un par de centrocamp­istas batallador­es, Fernández Amado (del Celta) y el paraguayo Juvencio Osorio, además de José Manuel Casanova, que con el tiempo se convirtió en elemento clave de la estructura deportiva. Y finalmente dos delanteros: el brasileño Jeremías y la estrella absoluta, el fichaje más importante de la historia del Espanyol en aquel momento: el chileno Carlos Humberto Caszely.

Este bloque renovado completó la excelente plantilla que Meler situó en manos de José Emilio Santamaría, pues ya contaba con piezas preciosas como Pepito Ramos, Ortiz Aquino, Manolín Cuesta, Amiano, Marañón, Molinos y la aportación algo menor de los ya veteranos De Felipe, José María, Granero, Ochoa, Bertomeu... Este Espanyol de figuras y ambiciones finalizó cuarto de la Liga bajo el mando de un joven Dani Solsona, 23 años, que realizó una temporada para enmarcar. Entre la Liga, la Copa y la roja disputó 45 partidos, todos completos salvo una sustitució­n de 25 minutos.

Caszely llegó al fútbol español a través del Levante en 1973. Debutó en Segunda y al año siguiente tuvo que adaptarse a los campos de una Tercera terrorífic­a: “Nos pegaban patadas, te masacraban, muchos campos eran de tierra”, recordaba años después. Caszely era ya una figura de renombre internacio­nal. Como dijo el presidente levantinis­ta, Manuel Grau Torralba, “teníamos un tornillo de oro en una máquina de hierro”. En el verano de 1974 se alineó con Chile en el Mundial de Alemania, donde protagoniz­ó una jugada histórica: vio la primera tarjeta roja de los Mundiales. “Me marcaba Vogts. Las estadístic­as dicen que toqué 19 balones y me hicieron falta en 18. A la última le lancé un patadón (a la altura del muslo) al perro Vogts, así le llamaban por sus marcajes. Me expulsaron y él no vio ni una amarilla”.

Caszely no podía seguir en Tercera y el Espanyol lo rescató pese al interés del Valencia y del Sevilla. Eran otros tiempos. Grau Torralba lo había fichado por 8 millones de pesetas y entendió que ya no podía retenerlo. Pero avisó: “Costará un millón por cada gol que marque”. Hizo 26 en Tercera y Meler acabó pagando 25 más la participac­ión blanquiazu­l en el Ciutat de València. Un fichaje sensaciona­l.

“No era muy alto, parecía incluso algo gordito... pero tenía un arranque tremendo. Eran 5-7 metros en que se iba de los defensas. Y la portería la veía muy bien”, recuerda Solsona. Caszely (1,69 metros,

Gole dorbl nqui zul. 71 kilos) tenía cosas de Romário. Parecía que no estaba, pero si pillaba un balón en el área acababa dentro. “No era un trabajador, en el sentido que tenemos hoy, que no se aceptaría un delantero que no presiona. Pero claro, si cuando cogía una la enchufaba...”, apunta Solsona.

Caszely firmó con el Espanyol en junio de 1975, pero no pudo debutar hasta el mes de diciembre. Una de las claves de su incorporac­ión era la doble nacionalid­ad, para que no ocupara plaza de extranjero. Y los papeles tardaron seis meses. A Sotil le costaron un año en blanco. Caszely mostró su eficacia, su prodigiosa habilidad para estar siempre donde podía caer un balón perdido, su cambio de ritmo, su remate suave y colocado... pero sobre todo se hizo famoso por una frase: “En el fútbol hay gerentes y obreros. Y yo soy un gerente”. La que se armó. “¿Que si sentó mal en el vestuario? Pues como una patada en los cojones. Que así, de entrada, un tío suelte eso... Los demás nos miramos y pensamos, ¿pero de qué va este?”, explica Solsona. Le quedó el Gerente para la posteridad, no hubo ya otra denominaci­ón para Caszely. “Tenía un humor peculiar, es cierto”, explica el que fue gran centrocamp­ista blanquiazu­l. “A veces te soltaba cosas y te quedabas pensando... ¿y ahora éste qué me habrá querido decir?”.

El recuerdo que guarda Solsona de el Gerente es el de un futbolista muy válido, profesiona­l, nada fiestero. “Un tipo serio, eh, ¡no era Jeremías!”. En 1978 Caszely regresó al Colo-Colo, su club de siempre, y en 1986 firmó su último contrato, para retirarse como azulgrana: en el Barcelona de Guayaquil. Estudió Periodismo y se implicó en la política. Se recuerda que se negó a estrechar la mano del dictador Pinochet en una recepción, aunque en realidad lo que hizo fue apartarse discretame­nte de la fila principal para pasar inadvertid­o. Él, que se había mostrado cercano a Salvador Allende y había proclamado sus ideas socialista­s, no podía olvidar que su madre fue secuestrad­a y golpeada por agentes de seguridad durante la dictadura. “Por mucho que juguemos al fútbol y estemos en una burbuja nosotros somos seres humanos, no debemos escapar a los problemas que hay en la sociedad”, explicaba.

Caszely, de 72 años, mantiene sus marcas de gran goleador de la selección chilena. Trabajó como periodista en televisión, grabó algunas canciones, intervino en algunas películas, colaboró con gobiernos como el de Michelle Bachelet y forma parte imborrable de la gran historia del Espanyol. Su nombre figura en una de las puertas del RCDE Stadium, donde será, para la eternidad, el Gerente.

El chileno no aguantó al alemán Vogts, y en 1974 vio la primera roja de la historia de los Mundiales

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Farcea onGaLA / EFE El bigote espeso siempre fue una marca de distinción de Carlos Humberto Caszely

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