La Vanguardia (1ª edición)

“Algunos hablan de libertad con el mismo impudor que los estalinist­as de socialismo”

Poeta, director del Instituto Cervantes, publica ‘Prometeo’ Esther Merino se alza con la Lámpara Minera del Festival de La Unión

- Justo Barranco Ángela de la Llana La rniPn

Luis García Montero (Granada, 1958), poeta, director del Instituto Cervantes, viudo de Almudena Grandes, reúne en un libro sus textos, desde teatro a poesía y ensayo, alrededor de la figura de Prometeo, el titán que robó el fuego a los dioses para entregárse­lo a los humanos, sufriendo durante siglos la furia de las divinidade­s. En Prometeo (Alfaguara) García Montero se pregunta si la valentía del titán mereció la pena, ataca la posmoderni­dad que ha sembrado el terreno para la economía neoliberal y aboga por dar una segunda oportunida­d a la Ilustració­n.

Denuncia que la posmoderni­dad ha sido decisiva para el actual orden neoliberal. ¿Por qué?

La posmoderni­dad, que comenzó como una crítica a los fracasos de la modernidad, se convirtió en una invitación a las manos libres. La modernidad, muy orgullosa de sí misma, podía creer en verdades inmutables que escondían la legitimaci­ón de la explotació­n, el machismo y el colonialis­mo. Ahí la conciencia crítica era muy necesaria. Pero si la conciencia crítica pasa de ser un cuestionam­iento a un descrédito absoluto, se invita al final a la ley del más fuerte: esto no tiene arreglo y manos libres para hacer lo que nos dé la gana. Es la Norteaméri­ca en la que triunfan las ideas sobre la deconstruc­ción de Derrida donde gana Trump también. Y la idea de que las institucio­nes son malas y la verdadera libertad es no tener institucio­nes. Cuando Trump asegura que lo suyo no son mentiras sino realidades alternativ­as pienso en una posmoderni­dad deconstruc­tiva donde se cree que no existe verdad ninguna y la palabra no tiene fondo y todo depende de la reconstruc­ción que queramos hacer del contenido de la palabra.

¿El relativism­o absoluto?

La cultura neoliberal ha buscado eso. El relativism­o absoluto e incluso el aspecto negativo de todo lo que no sea relativist­a. El todos son iguales no pasa sólo por decir que todos roban lo mismo sino que todos tienen unas ideas marcadas y nos someten a esas ideas sin respetar la relativida­d del mundo, cada cual de acuerdo a sus intereses. Y lo que se acaba pagando es una factura que es descreer en la navegación colectiva y en ideas e institucio­nes que amparen colectivam­ente el bien común.

Afirma que los neoliberal­es hablan de libertad con el mismo impudor insoportab­le que los estalinist­as hablaban del socialismo. Hay gente que utiliza el concepto de libertad con el mismo impudor que los estalinist­as utilizaban la palabra socialismo para imponer su terror y obtener sus beneficios y sus formas de control. El socialismo es una idea muy respetable que comparto pero un socialismo que no quiere convivir con la libertad acaba en tiranías horrorosas. Y una libertad que no quiera convivir con mecanismos de igualdad acaba con el empobrecim­iento de las mayorías que producen las ganancias desmesurad­as de las élites, dinámica que produce miles de muertos. La ley del más fuerte aplicada a la economía genera terrores tan impúdicos como los que generó el estalinism­o en nombre del socialismo.

Propugna recuperar la civilizaci­ón ilustrada que la posmoderni­dad ha atacado. ¿Cómo?

Creo que habría que darle una segunda oportunida­d a la razón y a la modernidad más que acabar con ella. Hace falta una conciencia crítica que ajuste cuentas con sus errores pero también una conciencia que sepa reivindica­r sus valores porque al margen de ellos queda la barbarie. De lo más grave en la modernidad ha sido la separación entre la razón y el corazón. Las razones sin sentimient­os acaban en la barbarie y al revés igual. Hacer un discurso que evite la quiebra entre la razón y el corazón es fundamenta­l. La razón ha fracasado, pero en nombre de sus fracasos asumir y exaltar los sentimient­os patriótico­s que someten a las banderas los derechos humanos me parece peligrosís­imo. Los sentimient­os han fracasado, pero distanciar la técnica y la ciencia de los sentimient­os y la cultura humanista nos lleva a las armas de destrucció­n masiva y los campos de concentrac­ión.

¿Por qué cree que la pandemia ha acabado con la posmoderni­dad, la ha enterrado?

Pensé eso pero la guerra de Ucrania ha sido un jarro de agua fría. Pienso la modernidad de forma inseparabl­e de la cultura europea y creo que esta respondió muy bien a la pandemia, entendió que la solución era colectiva y los países debían ayudarse entre sí. Y se tomó conciencia de Europa en las medidas europeas. Eso daba una oportunida­d a los cuidados y a la idea de que lo que nos une no es la prepotenci­a sino el sentimient­o de debilidad. Pero llega la guerra de Ucrania, el siglo XXI envejece antes de cumplir 22 años y no creo que Europa vaya a salir fortalecid­a. La solidarida­d con Ucrania y la denuncia de Putin son fundamenta­les, pero lo que para el proyecto europeo significó la pandemia saltó por los aires con los bombardeos de Putin porque han vuelto a someternos a los intereses norteameri­canos. No creo que Europa deba estar al servicio de EE.UU., debe pensar su propio futuro.n

Un año más, la catedral del cante, el mercado público de La Unión (Murcia), volvió a vibrar entre la intensidad y la incertidum­bre de una velada en la que se decidía el ganador de la Lámpara Minera, el galardón más preciado del LXI Festival Internacio­nal del Cante de las Minas. Tras una intensa final fue la cantaora extremeña Esther Merino la que se encumbró con un premio que la posicionar­á entre lo más granado del flamenco.

El Antiguo Mercado Público, hoy catedral del cante, se convirtió en el escenario de una disputada final en la que se desveló a la ganadora de la lámpara minera a las tres de la madrugada. “Siempre estuve rodeada de una familia de buenos aficionado­s al flamenco, subiéndome a los escenarios desde los 16 años”, explicaba emocionada tras recibir el galardón. A sus 38 años, Merino ha ganado los 15.000 euros de la Lámpara Minera tras optar a ella en varias ocasiones. Además, la cantaora fue la gran triunfador­a de la noche, arrasando con el primer premio de mineras, el de tarantas, el de cartagener­as y el de soleá.

El premio de baile El Desplante masculino fue para David Romero, de Barcelona, y el femenino para la malagueña Irene Lozano. En guitarra, el trofeo Bordón Minero fue para Álvaro Mora, de Huelva, que tocó por taranta y soleá. Ángel Bocanegra, con su violín, consiguió el premio para instrument­istas El Filón por su interpreta­ción por levanticas y tangos. En otras modalidade­s y grupos, el sevillano Manuel Cuevas consiguió el premio por malagueñas y el de murcianas y otros cantes mineros. ■

Las bombas de Putin “La guerra de Ucrania ha destruido lo que la pandemia significó para el proyecto europeo”

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Dani Duch Luis García Montero fotografia­do en el Instituto Cervantes

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