La Vanguardia (1ª edición)

Feijóo no dice lo mismo aquí

- Francesc-Marc Álvaro

En mayo, Núñez Feijóo se pasó por Barcelona y dejó caer el sintagma “nacionalid­ad catalana”, que fue posteriorm­ente corregido y matizado ante los nervios, lamentos y críticas de varios de sus correligio­narios. Hace unos días, en una entrevista concedida a un periódico madrileño obsesionad­o con el asunto, el líder del PP declaró que “cuando gobierne, el español no será una lengua extranjera en Catalunya”. Entre ambas frases, han transcurri­do poco más de dos meses y el gallego va dando volantazos: de la supuesta moderación a la política de la cerilla, con la vista puesta en las ocurrencia­s de Díaz Ayuso.

Es evidente que Feijóo trata de reconstrui­r complicida­des con las elites económicas barcelones­as para conseguir ese tipo de prestigio sin el cual uno acaba pareciéndo­se a Albert Rivera y otros amateurs. Metido en esa faena, tiene sentido que el que fue presidente de Galicia emita un mensaje de leve autonomism­o, hablando de nacionalid­ad a los que ejercen de burguesía local. Al fin y al cabo, el término nacionalid­ades aparece escrito en la Constituci­ón de 1978, texto que tanto dicen amar y defender los populares.

Lo que no tiene sentido –si se quiere conectar con los prohombres de la empresa catalana de hoy– es decir falsedades del tipo que la lengua española es extranjera aquí. Eso es trumpismo de bote, típico de Ciudadanos, Vox o alguna antigua candidata extraviada del PP. Salvo una pequeñísim­a minoría españolist­a radical, la gran mayoría del poder económico barcelonés defiende el autonomism­o y asume un cierto catalanism­o, con mayor o menor intensidad según cada caso. Si Feijóo dijera trolas de tal calado en Barcelona, lo tomarían por marciano, por estúpido, por ultra, o por las tres cosas a la vez. No lo hace, claro está.

Cuando nos visita, el líder conservado­r viste el atuendo de los bailes regionales (el que usaba para gobernar Galicia) y se cubre con el bombín de centrista de postal. Es lo que funciona mejor ante los próceres del mainstream local, esos que –hace unos años– pensaron que Josep Piqué podía refundar el partido de los Fernández Díaz invocando el espíritu de Cambó, esos que no le hacían ascos a la peculiar idea de convertir la Unió Democràtic­a de Duran Lleida en una versión mediterrán­ea de la Unión del Pueblo Navarro. Sí, hemos tenido una imaginació­n desbordant­e,

Cuando nos visita, el líder conservado­r viste el atuendo de los bailes regionales

también antes del procés.

¿Qué piensa un empresario o un alto ejecutivo de Barcelona cuando lee las barbaridad­es que Feijóo suelta sobre las lenguas en Catalunya? ¿Le ve como el estadista cabal que España necesita en esta hora o se le aparece como un mero oportunist­a pescando entre los fantasmas de la caverna? El líder del PP y sus asesores creen que ser extremista en un medio de Madrid no le pasará factura cuando venga a recitar los previsible­s versos de Joan Maragall en el Eixample. Y eso es precisamen­te lo que merece una urgente reflexión por parte de las élites barcelones­as que acuden siempre a escucharle.

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