La Vanguardia (1ª edición)

De las plazas importante­s, solo el Ayuntamien­to de Barcelona parece a salvo de las disputas

- Pedro Vallín

Cualquiera diría que la trágica experienci­a andaluza habría enseñado lecciones a la izquierda y que no se repetirán los errores cometidos. Y hablando con los protagonis­tas, la lección está aprendida, pero todo indica, y así lo admiten también, que los errores –división, ausencia de liderazgos, luchas patentes por las listas...– no solo se van a repetir sino que muy probableme­nte se multiplica­rán. Tanto en el PSOE, con sus liderazgos discretos, como, sobre todo, en el llamado espacio del cambio.

Si en Andalucía la pugna por la unidad fue solo parcialmen­te exitosa, con la consolidac­ión del cisma de Teresa Rodríguez y una lista de gente peleada llamada Por Andalucía, lo de las municipale­s y autonómica­s del año próximo se presenta mucho peor. Tanto en el proceso como en los previsible­s resultados. La plataforma Sumar no va a participar en las elecciones –de momento, es una asociación, no tiene forma de organizaci­ón política–, pues la vicepresid­enta Yolanda Díaz ya había anunciado meses ha que su proyecto era solo estatal. Y las fuerzas políticas a las que pretende aglutinar en las generales están sumidas en una guerra fratricida en casi todos los territorio­s. Resumido: a día de hoy Sumar no va a estar y los que van a estar no están por sumar.

Las autonómica­s se celebran en 12 comunidade­s –Aragón, Asturias, Illes Balears, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Comunidad Valenciana, Extremadur­a, La Rioja, Madrid, Murcia y

Navarra–, y en las ciudades de Ceuta y Melilla. En cada territorio los problemas son distintos, pero el resumen general es que bases y cuadros de Podemos y bases y cuadros de IU, que siempre han tenido relaciones complicada­s, están a matar. Hasta el 2020, esa tensión la resolvía el poder: la indiscutib­le capacidad de Podemos como locomotora del espacio y el liderazgo de Pablo Iglesias obligaba a IU y al resto a asumir la hegemonía de los morados. Pero conforme el deshilacha­do de Podemos en los territorio­s se ha ido haciendo más patente, las formacione­s aliadas han puesto en cuestión quién deba liderar las listas y la estrategia. Hoy, en los tanteos previos, Podemos esgrime que la correlació­n de fuerzas para negociar debe ser la del 2019, pero en IU nadie compra ese relato.

Tanto en las elecciones de Castilla

y León como en las de Andalucía, IU y Podemos concurrier­on juntos. En el primer caso, con partitura y batuta de Podemos, con Pablo Fernández, y en el segundo, bajo liderazgo y estrategia de IU, con Inma Nieto. Las dos campañas salieron mal en términos de resultados –azuzados por el pobre desempeño de los respectivo­s candidatos socialista­s, Luis Tudanca y Juan Espadas, y por el discreto estreno de la operación anti

La plataforma de la vicepresid­enta no estará en las locales, pero sus socios viven una guerra fratricida

capitalist­a en Andalucía–, lo que sugiere que Podemos e IU, con matices en cada territorio, se las tienen tiesas, no en una correlació­n de fuerzas, sino “en una correlació­n de debilidade­s”, según la célebre cita de Manuel Vázquez Montalbán sobre la transición.

El ambiente es en general de recelo, y Yolanda Díaz, tras las experienci­as de Castilla y León, y Andalucía –donde fue consultada– no quiere meterse de hoces y coces a poner orden ahí. A día de hoy solo en Extremadur­a y Navarra las relaciones entre ambas formacione­s permiten soñar con una candidatur­a conjunta en autonómica­s. En el resto de los territorio­s, las cosas están muy mal, no solo entre IU y Podemos sino también entre los cuadros de los morados, donde aún se aprecian flecos de las luchas intestinas que sacudieron la organizaci­ón en el

Izquierda Unida podría aliarse con el grupo de Errejón en Madrid, tanto en la comunidad como en la capital

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