Griffiths: “La transformación de la automoción es ahora o nunca”
El nuevo presidente de Anfac pide incentivos para vender eléctricos
El consejero delegado de Seat y Cupra, Wayne Griffiths, tomó ayer posesión de su cargo como presidente de la asociación de fabricantes Anfac, con un encendido llamamiento a pasar a la acción. “La transformación del sector de automoción es ahora o nunca”, aseguró en un encuentro con periodistas que se celebró en Madrid junto con su predecesor en el cargo, José Vicente de los Mozos, presidente de Renault España.
Griffiths apostó por enfocar los retos del sector y de su mandato al frente de Anfac con espíritu positivo. “La transformación digital a la que nos enfrentamos se puede ver como un problema para mantener el liderazgo español en el sector, pero también como una oportunidad para ganar incluso más peso”, aseguró.
Es la única opción porque, en su opinión, “España no puede permitirse estar a la cola de la electrificación en Europa, ni tampoco en lo relativo a las inversiones que se van a realizar por parte de los fabricantes. No hay plan B ni para la industria ni para las empresas”, advirtió. Porque, según el consejero delegado de Seat, el debate sobre si el proceso de electrificación del automóvil puede dañar a la actual industria española o mermar puestos de trabajo es estéril. Si España no se adapta en condiciones de competir el resultado será el final de la industria de automoción. Para abordar este ambicioso reto, Griffiths considera imprescindible que los planes de transformación del sector dejen de enfocarse en los retos del objetivo final y fijar metas a medio y corto plazo que permitan un mejor control del avance del proceso.
“Los fondos europeos nos abren la oportunidad de avanzar en competitividad hasta el nivel de otros países europeos”, aseguró. Pero no solo es una cuestión del dinero que llega, sino, sobre todo, de que el dinero se vaya invirtiendo ya en los proyectos más transformadores. “El 2025 es mañana”, advirtió al tiempo que reclamó un “mejor trato fiscal al sector para incentivar el cambio entre los consumidores”.
Como portavoz de Anfac, aseguró que enfocará su mandato, que en principio es por dos años, en generar la confianza necesaria para que el país “se convenza de que la transformación es posible”. Y lo hará no solo con el objetivo de mantener la actual posición que ostenta como fabricante europeo, sino “para ampliarla” apostando por cambios en toda la cadena de valor del vehículo eléctrico que es muy diferente a la del vehículo de propulsión.
Así mismo, confirmó que continuará la labor iniciada por José Vicente de los Mozos en Anfac para aunar todas las voces del sector. “Es una estrategia que nos marcamos cuando accedí al cargo y con la llegada de la crisis se ha demostrado que da buenos resultados”, aseguró el ya expresidente de la patronal de fabricantes, José Vicente de los Mozos.
Esa misma única voz es la que reclaman ambos para su interlocución con el Gobierno de España y para potenciar la colaboración público privada que necesita la transformación del sector, pese a que ambos aseguran que “existe una buena interlocución”. Una sintonía que ayer se reflejó con la felicitación del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, a través de su cuenta de Twitter al nuevo presidente de Anfac junto con un agradecimiento al presidente saliente “Compartimos la misión de convertir a este sector estratégico en un proyecto-país, avanzando hacia la movilidad sostenible y la digitalización. Gracias, José Vicente de los Mozos, por tu trabajo”, publicó Sánchez.n
Cuando un país controla su inflación todo empieza a salir bien. Se genera una especie de círculo virtuoso. El déficit público se puede contener sin hacer ningún tipo de sacrificio, ya que los gastos se mantienen en la medida en que se contienen los salarios. Las empresas ganan competitividad y mejoran sus beneficios sin necesidad de tener que apretar el cinturón a sus trabajadores. Las pensiones contienen su poder de compra y se contiene el gasto.
Por el contrario, todo empieza a ir mal cuando los precios se descontrolan. Es lo que está sucediendo ahora. Diciembre cerró con un índice de precios al consumo (IPC) del 6,5%, el más alto en 29 años. De mantenerse esta tendencia o agravarse se produciría una especie de círculo perverso en el que todo se empezará a complicar. En la medida en que aumenten los precios, los trabajadores reclamarán que suban sus salarios para no perder poder adquisitivo. Esto elevará los costes laborales de las empresas, reduciendo su competitividad y disminuyendo sus beneficios, que son las inversiones del mañana y el empleo del pasado mañana.
Si en lugar de crearse empleo sube el paro, aumentarán los gastos del desempleo y disminuirán la recaudación fiscal y las cotizaciones a la Seguridad Social. Esto implicará un aumento del déficit público y por tanto de la deuda, lo que a su vez presionará al alza el riesgo país y los tipos de interés, que a su vez se traduce en más costes para las empresas.
“España no puede permitirse estar a la cola de electrificación en Europa; no hay plan B”, asegura
Todo empieza a ir mal cuando los precios se descontrolan; es lo que está sucediendo ahora
En este contexto el Gobierno no tuvo mejor idea que indiciar la subida de pensiones con la inflación recuperando la cláusula de revisión. Un gravísimo error. En primer lugar, porque ha creado un agujero en las maltrechas cuentas de la Seguridad Social al aumentar la nómina de las pensiones, que a su vez aumenta el gasto de años sucesivos. En segundo lugar, y más grave aún, por el efecto llamada que esta medida tiene sobre el conjunto de la economía.
Los trabajadores del sector público no van a querer ser menos que los pensionistas y van a reclamar con toda la razón del mundo el mismo trato. No hay que olvidar que llevan ocho años con los salarios congelados, primero a causa de la Gran Recesión provocada por la crisis financiera y después por la pandemia. Indiciar los salarios públicos a la inflación supone un fuerte incremento del gasto corriente y tensiona aún más un déficit público que es de los más altos de la Unión Europea. El sector privado no se va a quedar con los brazos cruzados viendo cómo el Gobierno indicia las rentas con el IPC por razones electorales. Por tanto, van a reclamar la misma fórmula que se ha diseñado para mantener contentos a los 9 millones de pensionistas.
Si al final esta hipótesis se produce, el Gobierno Sánchez habrá creado la temible espiral precios-salarios. En este caso la inflación coyuntural se convertirá en estructural creando una pesada losa para el futuro.