La Vanguardia (1ª edición)

Un gran salto para la humanidad

- SERGIO HEREDIA

Como aquellos chalados en sus locos cacharros.

O como un experiment­o en un laboratori­o al aire libre.

No hay término medio, no hay manera de describir el episodio que Eliud Kipchoge (34) escribió ayer en el parque Prater de Viena: firmó 1h59m40s y rompió así un hito. Eliud Kipchoge es el primer mortal que rompe la mítica barrera de las dos horas en el maratón.

Este es un salto para la humanidad. Un imposible hasta hace cinco años, el plazo en el que se había gestado esta aventura.

Una idea de locos, o al menos eso se creía al principio.

Yannis Pitsiladis b a sido el primer ideólogo. U gurú del atletismo que y e estaba tomando Se le considera uno de los espacios más limpios de Europa el asunto muy en serio allí por el 2014, cuando muy pocos mortales eran capaces de bajar de las 2h05m. Su pensamient­o caló en el imaginario popular. Cebó el apetito de las marcas comerciale­s. Adidas quiso tomar la iniciativa. Pero fue Nike quien lanzó la primera intentona. Lo hizo a través del proyecto Breaking2.

En el autódromo de Monza, hace algo más de dos años, Eliud Kipchoge había rozado la proeza: había firmado 2h00m25s. Se había quedado a las puertas de lo imposible. A 26 segundos.

Pero ayer, en Viena...

–Quería dejar claro que ningú ser humano tiene límites ecía Kipchoge una hora tarde, rodeado de period i Nohumanisl­imited.

Ese es el lema de Kipchoge. Todo ha sido excesivo en este ejercicio, el sofisticad­o Ineos Challenge 1:59, réplica avanzada del Breaking2: esta vez ha habido una mayor implicació­n internacio­nal, con liebres llegadas de los cinco continente­s, atletas de primerísim­o orden; una mayor precisión en la definición, con un solo hombre, Eliud Kipchoge, y no los tres aspirantes de Monza 2017; y una mayor implicació­n ciudadana.

Más allá de un parque cerrado de F-1 e e proyecto se ha celebrad un parque público, a u

Vien

S d on, cuyos túneles vomitaban espectador­es. Se calcula que se habían asomado unos 20.000.

Estábamos en el kilómetro 35 y Eliud Kipchoge ya sonreía.

Estaba siguiendo a las liebres con una determinac­ión intimidato­ria. Se sentía en disposició­n de aterrizar en la Luna.

Este era el 12 de octubre en Viena, al alba, bajo la neblina que inunda el Prater, neblina que sube del vecino Danubio...

Estábamos en el kilómetro 35 y la atmósfera era única. Sin lugar a dudas algo grande iba suceder. Kipchoge sentía que lo tenía. Había corrido casi siempre por debajo del ritmo necesario. A parciales de entre 2m48s por cada kilómetro, 2m50s (los más) y 2m52s (los menos).

Le sobraban 14 segundos a esas alturas de la prueba. Lo tenía. Sonreía. No iba a fallar, esta vez no.

–En todos estos meses he sentido presión. Pero este era el momento en el que lo lo iba a conseguir

Desde Eldo e teaba. Ro peu e hombre para todo. El chófer, el compañero de entrenamie­ntos, el amigo...

Tuiteaba Roig: “En Eldoret ya están poniendo los altavoces”. Se calcula que la mitad de la población de Kenia estaba siguiendo el Ineos Challenge 1:59.

Y Kipchoge sonreía. –Llevaba cuatro meses y medio preparando este reto. En todo este tiempo, siempre he tenido la sensación de que llevaba el ritmo en las piernas y en la mente. El ritmo siempre me ha resultado confortabl­e.

–Pero en el medio maratón se le intuyó un rictus de dolor –se le preguntaba.

–Eso no es cierto –contestaba. Y reía más.

Al kilómetro 41,5 se apartaban las liebres. Había 41 atletas de

a claro: primer orden implicados en esta historia. Los Ingebrigts­en, los tres hermanos, iconos en Noruega, con ese serial que protagoniz­an. Barega, Lagat,

Centrowitz, Lomong,

Chelimo,

Choge,

McSweyn, Wa

Musa otros s apl

a. luego, ya a solas, aceleraba aún más.

Corría Kipchoge los últimos 500 m saludando al público, celebrando el éxito como el ciclista que le lleva media hora de margen al pelotón y saborea, con los brazos extendidos, el momento.

Ya no se notaba el fresco en el parque Prater, esa humedad que va calando en los huesos, sino más bien la calidez de un momento extraordin­ario. El momento en el que el ser humano accede a un imposible.

–¿Cree que aún puede ir más deprisa? –se le preguntaba.

–¿Cuántos de ustedes tienen más de 65 años...? –respondía.

Tan solo unos pocos levantaron la mano.

–Pues todos los que levantaron la mano han tenido la suerte de ver al ser humano rompiendo las dos horas. Hace unos años, esto se considerab­a imposible.

–Ya ha sido usted como Neil Armstrong, ha llegado a la Luna –se le comentaba.

–Pero estoy en la Tierra. (...)

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain