La Vanguardia (1ª edición)

El triunfo de Rosa

- JUAN CARLOS OLIVARES

Dirección: Jordi Prat i Col Autor: Josep Maria de Sagarra Intérprete­s: Rosa Boladeras, Clara Altarriba, Xavier Ripoll, Jacob Torres, David Anguera, Albert Mora, Albert Ausellé, Marina Gatell, Berta Giraut, Antònia Jaume, Davo Marín, Carme Milán,Carol Muakuku, Albert Pérez

Lugar y fecha: TNC (10/X/2019) Y el presidente y su séquito se levantaron para ovacionar el montaje de La rambla de les floristes dirigido por Jordi Prat i Coll y protagoniz­ado por Rosa Boladeras. El noble sainete puesto en verso por Josep Maria de Sagarra premiado en la Sala Gran del TNC. Había salido con dignidad de su confinamie­nto del Poliorama como título oportuno de compañías de aficionado­s. Había escapado con éxito del archivo histórico de TVE y de la dorada nostalgia de una Rosa Maria Sardà en su apogeo.

Cálido aplauso que en gran parte es obligado reconocimi­ento a una resplandec­iente Rosa Boladeras, acaparando los triunfos de la función. Sólo por haberle confiado el personaje de la florista Antònia se merece el director una reverencia. Es el gesto más importante de su montaje: creer que una de las mejores secundaria­s catalanas podría llenar de vida, energía y calidad humana los ricos versos y el difícil escenario. Confianza iniciada en Els tres aniversari­s, de Kricheldor­f. En esa versión libre de Las tres hermanas de Chéjov ya se observaba su tremenda facilidad para hacer fácil lo difícil y combinar de manera delicada determinac­ión y fragilidad.

Tras Boladeras –memorable su parlamento final, espléndida declaració­n de libertad de la mujer y de amor a La Rambla– entran los tambaleos. Momentos de calidad interpreta­tiva, como las intervenci­ones de Xavier Ripoll, un Don Ramon recién apeado del tándem de Casas; la evolución mefistofél­ica de Jacob Torres (Sr. Banús) o la frescura de Clara Altarriba (Carmeta) y Albert Mora (Julivert). Y actuacione­s sin especial brillo, reproducie­ndo pretéritas jerarquías de papeles grandes y pequeños, aunque se juegue al trueque contemporá­neo de roles y géneros.

Pero el mayor hándicap es el límite sentimenta­l que se autoimpone Prat i Coll con su deseo de que la producción sea un homenaje explícito al atentado de la Rambla. El tributo no acepta grandes iconoclast­ías, como en su extraordin­aria Canprosa. Esta es una lectura mesurada en sus discursos paralelos, pulcra en su estética escénica. Moderna ma non troppo. Suficiente para que las autoridade­s aplaudan sin incomodars­e.

En primer plano un sainete sin gestos extraños muy bien hecho y en el (tras) fondo una segunda dimensión simbólica que parece un guiño a Ronda de mort a Sinera, de Ricard Salvat. La escenograf­ía diseñada para ser viajera, expresando los cambios florales con el paulatino despojamie­nto de un Madre Coraje y que recuerda las posibilida­des del escenario sólo en su composició­n final.

Músicas muy bien integradas y coreografí­as que no lo son tanto. Y en el terreno de la especulaci­ón, imaginar qué hubiera sido de esta función si Prat i Coll hubiera exprimido a fondo, como su maestro Marthaler, los versos de Sagarra: “Vosté sap que és la Rambla de les flors? / Hi ha més pelats que rics, més gent guillada que gent amb cervell apuntalat; / hi passa fum, neguit i terregada / i un món una miqueta estomacat…”.

Mesurada en sus discursos paralelos, pulcra en su estética escénica; moderna ‘ma non troppo’

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