La Vanguardia (1ª edición)

La gestión de la sentencia

Con la condena por sedición a los nueve líderes del ‘procés’ acaba el paréntesis que los políticos han utilizado como excusa para abordar el conflicto, y ahora deberán lidiar con sus efectos

- Oriol Junqueras Carles Puigdemont Quim Torra SIN PERMISO Pedro Sánchez Lola García Oriol Pujol Iñaki Urdangarin. Mariano Rajoy

La condena a los líderes independen­tistas culmina un paréntesis de dos años en los que la política se ha tomado el proceso judicial como excusa para eludir cualquier negociació­n seria sobre el conflicto catalán. La sentencia está a punto de divulgarse y, si nada cambia a última hora, condenará por sedición a los nueve políticos en prisión preventiva. No es la rebelión que reclamaba la fiscalía, que sostuvo la instrucció­n y por la que clamaban quienes calificaba­n de golpe de Estado lo ocurrido en Catalunya. Tampoco es la exoneració­n que pide el independen­tismo, ni la desobedien­cia que admiten que cometieron los procesados.

La condena por sedición –que en el caso de puede suponer entre 10 y 12 años de cárcel; y por debajo para el resto de los encarcelad­os– tendrá un efecto casi catártico en la sociedad catalana. La difícil gestión política y social de esta sacudida emocional se va a desarrolla­r en varias fases. La inmediata será la administra­ción de la protesta por parte del independen­tismo y de un Gobierno central en funciones y pendiente de elecciones. Todos haciendo equilibrio­s sobre la cuerda floja.

Tanto ERC como JxCat intentan una difícil ponderació­n entre alentar la movilizaci­ón social para que esta sea impresiona­nte sin que se traspase ninguna línea roja que propicie la intervenci­ón del autogobier­no. Las apelacione­s del independen­tismo a que la protesta sea pacífica han sido constantes en estos días, también por parte de

y .El llamamient­o a la “desobedien­cia civil” consistirá en principio en alterar la normalidad con ocupación de carreteras, marchas a pie, grandes manifestac­iones y otras actuacione­s que los organizado­res pretenden que sean mantenidas en el tiempo lo máximo posible.

La desobedien­cia civil se ha convertido en un recurso para eludir la desobedien­cia institucio­nal. Están previstos manifiesto­s y declaracio­nes de indignació­n, pero no reacciones políticas que desborden la legalidad. Aunque hace algunas semanas se aprobaron resolucion­es en el Parlament que han sido recurridas al Constituci­onal, su contenido es meramente simbólico, sin consecuenc­ias prácticas. Sin embargo, hay factores imprevisib­les. El primero es el presidente de la Generalita­t. Desde que accedió al cargo, Torra ha esperado que la sentencia sería la espoleta del “momentum”, el detonante de una insurrecci­ón popular que lleve al Gobierno a negociar, incluso aunque se provoque la aplicación del 155. El resto del Govern no está por esa vía y alega que la dimensión de la protesta no permitirá albergar tales expectativ­as.

Los equilibrio­s también serán complicado­s en la Moncloa. La movilizaci­ón contra la sentencia coge al Gobierno del PSOE en funciones y en plena precampaña electoral. La alteración de la vida cotidiana en Catalunya llevará al PP y Ciudadanos a reclamar a la aplicación de medidas contundent­es, como la ley de Seguridad Nacional para hacerse con el control de los Mossos. La Moncloa no desea imágenes de sus agentes cargando contra manifestan­tes como el 1-O, pero tampoco quiere dar la sensación de debilidad o falta de control de la situación mientras los rivales políticos acusan a Sánchez de condescend­encia con Torra y Puigdemont. En todo caso, sin tener que recurrir a la excepciona­lidad de aplicar la ley de Seguridad Nacional, en el Gobierno se ha estudiado que la ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado otorga funciones de coordinaci­ón de los operativos por parte del Ministerio del Interior si se considerar­a necesario.

La proximidad de las elecciones generales condiciona la reacción política a la sentencia. Sánchez utilizará la sensación de inestabili­dad que provocará Catalunya para presentars­e como la única solución posible para tender puentes. La Moncloa tiende a presentar las elecciones como plebiscito­s. Si en las anteriores se interpelab­a al votante a elegir entre el candidato socialista o “el trifachito” de PP, Cs y Vox, ahora será entre Sánchez o la inestabili­dad, el caos, el conflicto, aliñado por la situación en Catalunya y el Brexit (31 de octubre).

La gestión de la sentencia no acaba aquí. Los jueces pedirán la extradició­n de Puigdemont, quien ha asegurado que no se moverá de Bélgica. La condena por sedición y por malversaci­ón (probableme­nte como concurso medial) facilita ese paso, más difícil con la rebelión que defendía la Fiscalía. La sedición deja, sin embargo, en mal lugar las decisiones de apartar a los políticos encarcelad­os de sus escaños después de ser elegidos, una medida que sólo se pudo adoptar bajo la acusación de rebelión.

La sentencia también abre el debate sobre los beneficios penitencia­rios a los que podrán acogerse para salir cuanto antes de la cárcel. Es muy probable que el tribunal desestime la petición de la Fiscalía de que no se les aplique el tercer grado hasta cumplir la mitad de la condena. El independen­tismo ya reclama una amnistía, que implica un reconocimi­ento de una injusticia, pero el Gobierno alega que no está admitida en el ordenamien­to actual. Sánchez no se ha negado hasta ahora a un indulto, pero sin demasiado convencimi­ento y con el recelo del independen­tismo, que rechaza gestos de magnanimid­ad. La vía penitencia­ria permitiría aliviar la situación de los presos antes incluso del tercer grado, como ha ocurrido con o

El frente judicial abierto en su día por

y culminado por la unilateral­idad elegida por el independen­tismo acaba esencialme­nte aquí. Pero sus efectos van a perdurar bastante tiempo y su gestión será otro reto, esta vez ya no para los jueces, sino para los políticos.

Equilibrio independen­tista: protesta intensa pero pacífica; equilibrio monclovita: evitar cargas y dar imagen de control

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BALLESTERO­S / EFE Pedro Sánchez saluda al Rey en la celebració­n del 12 de Octubre
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