La Vanguardia (1ª edición)

El soldado de la compañía C

- DOMINGO MARCHENA LA RESURRECCI­ÓN Hundido

Lo último que pensó, mientras las balas silbaban a su alrededor, fue: “Tengo que levantarme y correr”. Lo primero que le dijeron cuando se despertó en un hospital militar de Tokio fue: “Reza, si quieres volver a andar”. Robert Bleier resultó herido el 20 de agosto de 1969, mientras patrullaba por un arrozal de Vietnam con la compañía C del 4.º batallón, 31.ª brigada del 196 de infantería. Recibió varias ráfagas de metralleta en la pierna izquierda y una granada le causó desgarros en su pierna derecha.

Adiós al deporte. Creía que una silla de ruedas sería su eterna compañera.

Fue el jugador de la NFL herido de mayor gravedad en Vietnam. Militaba en los Pittsburgh Steelers y era una estrella en ciernes del fútbol americano. En 1968, cuando lo llamaron a filas, pasaron muchas cosas: 417 jugadores de la liga profesiona­l fueron reclutados, se produjo la ofensiva del Tet y la Casa Blanca siguió embarcada en la guerra, aunque ya no se preguntaba cómo ganarla, sino cómo salir de Vietnam.

Él lo hizo en camilla. Peor les fue a los miles de jóvenes que regresaron a su país en bolsas de plástico. O a los vietnamita­s que murieron en un océano de sangre y fuego entre 1945 y 1975, primero contra el yugo colonial de Francia y luego contra EE.UU.

En ese tsunami de lava hubo historias increíbles. La de Robert Bleier es sólo una más, pero la deberían conocer futbolista­s como Samuel Umtiti. El blaugrana ha desoído los consejos del Barça para operarse de la rodilla. Los médicos del club consideran que la intervenci­ón es la mejor solución para sus problemas. El jugador, sin embargo, ha optado por un tratamient­o alternativ­o conservado­r.

Negarse a entrar en el quirófano no fue un lujo al alcance de Robert Bleier, a quien de bebé su padre apodó Rocky porque se erguía “en la cuna como una roca”. Se sometió a varias operacione­s y a una rehabilita­ción de casi 34 meses. Se licenció del Ejército en 1970, con 24 años y dos condecorac­iones: la estrella de bronce, concedida por actos de heroísmo, y el corazón púrpura, que se otorga a los soldados heridos o caídos en combate. Esas medallas no le hicieron tanta ilusión como una postal que recibió durante su convalecen­cia. Era del dueño de los Pittsburgh, Art Rooney: “El equipo no está bien. Te necesitamo­s, Rocky”.

Había adelgazado y perdido mucha masa muscular, en especial en las piernas. Fue un milagro: ya no necesitaba la silla de ruedas. Y, aunque caminaba con muchos dolores, se propuso convencer a los médicos de que tampoco necesitarí­a las muletas. La verdadera guerra del soldado de la compañía C comenzó entonces: quería volver al deporte profesiona­l. Se tomó al pie de la letra la carta de ánimo de su exequipo y en 1972 regresó a los entrenamie­ntos, al principio casi como un acto de caridad, como los directivos del club reconocían entre susurros.

Los Pittsburgh Steelers de Pensilvani­a se fundaron en 1933 y cuarenta años después no habían ganado ningún título importante. No es casualidad que la reincorpor­ación de Robert Bleier coincidier­a con la mejor época del club, que con él en sus filas logró cuatro de las seis Super Bowls de sus vitrinas: las de 1975, 1976, 1979 y 1980 (los otros dos campeonato­s son del 2006 y el 2009).

La recuperaci­ón de este jugador no es un caso único. El periodista y escritor Mark Bowden explica en Hué, 1968: el punto de inflexión en la guerra de Vietnam (Ariel) otro ejemplo memorable. El general de brigada Howard Prince, que obtuvo una cátedra de liderazgo empresaria­l en la universida­d de Texas cuando dejó el Ejército, caminaba sin problemas, pero periódicam­ente sufría dolores agudos en la pierna derecha. Una rutinaria exploració­n médica detectó muchos años después que todavía tenía fragmentos de una bala de AK-47 en la rótula, lo que no le había impedido realizar una vida normal.

Pero la vida de un jugador de fútbol americano no es normal, y menos para un running back o un corredor, un atacante. Carreras, caídas, placajes... Entre 1970 y 1973, Robert Bleier jugó en las categorías inferiores de los Pittsburgh y fue escalando puestos, a medida que sorprendía a los médicos y a los técnicos del club, que creían estar presencian­do un portento. En 1974, el milagro se consumó: el primer entrenador lo incluyó en el conjunto titular. El 12 de enero de 1975, el club ganaba su primera Super Bowl. Un año después, también con él en el equipo como receptor, llegaba el segundo campeonato. Y antes de 1980, dos más.

La gesta de Robert Bleier es tan grande que ha inspirado documental­es y películas. Se retiró en 1980, después de una de sus finales más brillantes y con un palmarés envidiable para cualquiera, sobre todo para un deportista que parecía condenado a una silla de ruedas. Es uno de los mejores corredores de toda la historia del equipo. ¿Cómo pudo hacerlo?, le han preguntado muchas veces. Y él, que hoy tiene 72 años, responde: “Cuando recibía el balón, me acordaba de Vietnam. ‘Tienes que correr’, me decía”.

Y corría como si la vida le fuera en ello.

Robert Bleier, herido en Vietnam, es hoy un mito de los Pittsburgh Steelers y del fútbol americano

 ?? HENRI HUET / AP ?? Un marine vadea el Mekong, en 1968; la foto, que formó parte de una exposición del CCCB, es la mejor metáfora de la debacle de EE.UU.en Vietnam
HENRI HUET / AP Un marine vadea el Mekong, en 1968; la foto, que formó parte de una exposición del CCCB, es la mejor metáfora de la debacle de EE.UU.en Vietnam

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