Bristol-Myers compra Celgene por 65.000 millones de euros
La megafusión une a dos gigantes de las terapias contra el cáncer
La farmacéutica Bristol-Myers Squibb pagará 74.000 millones de dólares (unos 65.000 millones de euros) por hacerse con Celgene, en la que constituye la operación más voluminosa de la historia del sector farmacéutico si se considera que incluye también la asunción de deuda (lo que eleva la cifra a 88.800 millones de dólares, más que la fallida oferta de Pfizer por Astra Zeneca en 1999). También es una de las más madrugadoras. A sólo tres días del inicio de año y después de un 2018 discreto en este tipo de operaciones.
La operación dará lugar a un gigante de la industria biofarmacéutica y ha sido aprobada por los consejos de administración de ambas sociedades. Los accionistas de Celgene recibirán una acción de Bristol-Myers y 50 dólares en efectivo (44 euros). Cuando finalice la operación, los actuales accionistas de Bristol-Myers serán propietarios de la nueva compañía, mientras que los de Celgene serán titulares del 31% restante. La integración, que debe será aprobada por los organismos reguladores, puede estar completada en el tercer trimestre de este año.
La transacción creará una líder del sector de la biofarmacia, bien posicionada en terapias contra el cáncer, enfermedades inflamatorias e inmunológicas y problemas cardiovasculares. Las acciones de Celgene subieron un 33% en las operaciones previas a la apertura formal de Wall Street, hasta cerca de los 89 dólares por acción, mientras que las acciones de BristolMyers Squibb se dejaban un 13%.
En el último año, Celgene había experimentado una caída de su valor en bolsa del 37% como consecuencia de la próxima pérdida de la protección de patente para el Revlimid, el medicamento para el mieloma múltiple más vendido. Celgene trabaja también desde hace años en una nueva terapia génica experimental llamada terapia con células T CAR: tomar las células inmunes de un paciente, llamadas células T, manipularlas genéticamente para atacar proteínas específicas contra el cáncer e infundirlas de nuevo en el paciente. Para ello se había hecho con el control de Juno Therapeutics, laboratorio que desarrollaba esta terapia.
Sin embargo, el escepticismo de los inversores no afectaba sólo a Celgene. También Bristol-Myers había perdido un 15% de su valor en bolsa en los doce últimos meses. Dirigida por Giovanni Caforio, la compañía había sufrido algunos contratiempos de alto perfil en inmuno-oncología, su línea de negocios más grande (en concreto, el fracaso de terapias que parecían prometedoras y la no aprobación de otras por parte de la FDA). Los inversores le reclamaban una mayor diversificación después que el 25% de las ventas de Bristol proceden de Opdivo, medicamento de inmunoterapia contra el cáncer que compite con Keytruda, de su rival Merck & Co.
Los analistas del sector farmacéutico han señalado que la operación resuelve algunos de los problemas de Bristol-Myers, pero tiene su riesgo si el medicamento Revlimid pierde la patente con mayor rapidez de la prevista. Para Celgene supone un buen final de su aventura, después de haber pasado en sólo dos años de ser una prometedora biotech a una paria del sector después de algunas decisiones fallidas en investigación.
Si se considera la deuda, se trata de la mayor operación de la historia del sector farmacéutico