Trump, el magnánimo
El presidente perdona a varios famosos condenados por delitos parecidos al Rusiagate
Al presidente Trump le gusta disfrutar de la última palabra y lograr una gratificación inmediata. En campaña popularizó que él, con un chasquido de dedos, decidía destinos.
Su trayectoria es una demostración de su creencia en lo divino. En lo divino que él se considera a sí mismo. Hizo fama y fortuna con el “estás despedido”. Su expresión servía para echar a los concursantes del paraíso de su programa de tele realidad y humillarlos. Perdedores.
Una vez que ha llevado su show a la Casa Blanca, Trump muestra una querencia por otra expresión todavía más inspirada en el sumo hacedor y en su magnanimidad: –Yo te perdono. Eso sí, siempre dirigida a gente de ideas y obras –no se desprecie este dato– similares a las suyas. Olvídense los pobres, porque de ellos no será el reino de los cielos.
Consejeros y analistas coinciden en que Trump se deleita con el poder de absolución que le confiere el cargo. “Telegrafía que está al control de todo, incluyendo el Departamento de Justicia. Es su versión de puedo hacer lo que quiera y nadie me para”, dijo al The New York Times la biógrafa Gwenda Blair.
La manera y con quién lo está empleando está provocando consternación fuera de su ámbito de hooligans. No se olvide que arrastra la sombra de la sospecha, encarnada por el fiscal especial Robert Mueller, que investiga la posible ayuda del Kremlin a su campaña electoral.
Frente al Rusiagate, y además de arremeter contra el asunto en su Twitter –“¡caza de brujas!”–, también replica con unos actos de piedad que dicen mucho más que los micromensajes en su red social.
“Trump rebaja la gravedad de la corrupción política” o “Trump se enfrenta al sistema de justicia” son algunos de los titulares que aparecieron tras comunicar el pasado jueves el perdón a Dinesh D’Souza, uno de los voceros de la derecha dura, con una manía especial contra Obama. En uno de sus tuit, colgó la foto del anterior presidente haciéndose una selfie en la sala oval: “Saca al niño del gueto... mira este vulgar hombre exhibiendo su materia mientras América se encoge de vergüenza”.
Giuliani dice que el presidente tiene poder sobre el caso de colusión electoral y para “perdonarse a sí mismo”
D’Sousa se declaró culpable de violar las normas de financiación electoral y fue condenado a cinco años en libertad vigilada.
Por supuesto, luego proclamó que era una venganza de Obama, al que junto con Hillary Clinton, lo utilizó en un documental donde les acusó de todo tipo de crímenes. Fue un éxito entre los conservadores.
El asunto creció porque, en una conversación con periodistas, Trump mostró su disposición a la indulgencia con Rod Blagojevich, exgobernador demócrata de Illinois, convicto y cumpliendo 14 años cárcel por, entre otras cosas, tratar de vender “el escaño” al Senado que dejó vacante Obama. Otro perdón que dijo plantearse sería el de Martha Stewart, cocinera, diseñadora y personaje de televisión, condenada por obstrucción a la justicia.
Los tres sumarios los instruyeron James Comey, exdirector del FBI, o gente de su entorno, a los que el presidente ha repudiado.
Todo suena muy a lo Trump, en la línea con la clemencia que tuvo con Scooter Libby, ayudante del exvicepresidente Dick Cheney, o hacia el sheriff Joe Arpaio, que desoyó al Tribunal Supremo y siguió persiguiendo inmigrantes.
Para más aderezo, este fin de semana trascendió que los abogados del presidente entregaron un informe secreto a Mueller. En ese documento sostienen que Trump tiene potestad para no declarar y que no se le puede imputar obstrucción al FBI en la prueba del Rusiagate porque él goza de “completo control” en lascausas federales.
Rudy Giuliani, letrado de Trump, argumentó ayer en los platós que su patrocinado dispone de poderes constitucionales respecto a las pesquisas de Mueller y, por supuesto para “perdonarse a sí mismo”.