Champán y chicas desnudas
Pudo jugar tres Mundiales, pero sólo estuvo en uno. El del fútbol total, la naranja mecánica, el de Holanda. El Mundial de Cruyff. Fue en 1974. Y ganó Alemania.
Cruyff apenas se implicó y la selección holandesa no se clasificó para el torneo de 1970. Sólo jugó dos de los seis partidos de la fase previa y en el último, ante Bulgaria, prefirió viajar a Milán para inaugurar una tienda de calzado con su esposa antes que acudir a la concentración holandesa. En cambio, sí ayudó en las clasificaciones de 1974 y 1978. Pero en éste último no quiso viajar a Argentina. Años más tarde explicó que había sufrido una seria tentativa de secuestro en su casa de Barcelona, en 1977, y que decidió no jugar otra Copa del Mundo.
En 1974 la selección holandesa fue la sensación del torneo alemán. Rompió moldes en todos los terrenos, Cruyff el primero. Un equipo que abandonó el reparto tradicional de dorsales. El portero, Jan Jongbloed, llevaba el 8. Neeskens lucía el 13 maldito. El 1 era para un delantero, Ruud Geels. A pesar de la conocida dureza del seleccionador, Marinus Michels, las esposas y novias de los jugadores tenían acceso a la concentración en días concertados. Los jugadores incluso tenían permitido fumar. “No bebíamos vino ni cerveza –explicó Cruyff en su libro Mundiales 1974– pero se nos autorizaba a fumar con moderación. Yo, por ejemplo, fumo poco, unos diez cigarrillos diarios por término medio, pero dos horas antes de cada partido siento la necesidad de un cigarrillo”.
Holanda se exhibió en las dos fases que daban acceso a la final. Seis partidos, cinco victorias y un empate, 14 goles a favor sólo uno en contra. Y eso que tuvieron dos conflictos serios. Primero, que Michels viajaba constantemente a España, donde su equipo, el Barcelona, estaba disputando los partidos más trascendentales del torneo de Copa. Michels se sentaba en el banquillo del Mundial el 15 de junio, al día siguiente aparecía en el Camp Nou ante el At. Madrid (semifinal ida), regresaba a Alemania y dirigía los partidos de los orange de los días 19 y 23, estaba en el Vicente Calderón el 24... Los dos equipos llegaron a sus finales respectivas y las perdieron ambas.
Y hubo otro incidente nada
menor: poco antes del trascendental HolandaBrasil del 3 de julio –con el pase a la final en disputa– en la concentración holandesa (sin parejas, que estaban en el hotel vecino como siempre antes de los partidos) se organizó una fiesta en la piscina en la que tomaron parte varios futbolistas con un grupo de mujeres desnudas. “Éramos unos quince o dieciséis, durante unas dos horas lo pasamos fenomenal”, explicaron los gemelos Van de Kerkhof años más tarde. No se sabe cómo (se dijo que iba disfrazado de camarero), pero un periodista alemán informó de lo sucedido y el sensacionalista Bild reunió todos los elementos del cóctel en un jugoso titular: “Cruyff, champán, chicas desnudas y un baño fresco”. El escándalo adquirió proporciones de drama con la airada reacción de las parejas de los futbolistas y, especialmente, de Danny Cruyff. Ese día, también, se fraguó la ausencia del 14 holandés en el Mundial siguiente.
El torneo tuvo momentos estelares incluso más allá de las exhibiciones holandesas. La victoria de Alemania del Este sobre sus hermanos del Oeste (el único partido que ha enfrentado a estos dos equipos en toda la historia). La anécdota del zaireño Ilunga Mwepu, situado en una barrera ante una falta que iba a lanzar Brasil, al salir a toda velocidad y patear el balón en cuanto el árbitro hizo sonar el silbato, ante la estupefacción de los brasileños. El fútbol espectacular de Polonia, con los Lato, Deyna, Szarmach, Gadocha... y la inolvidable final del estadio Olímpico de Munich. La jugada inicial parece irrepetible: saca de centro Holanda, el balón pasa por los pies de todo el equipo salvo el portero y después de una quincena de toques Cruyff se lanza como una flecha hacia el área, deja atrás a su marcador (Vogts) y cae derribado por Hoeness. Penalti y gol de Neeskens. En un minuto ya ganaba Holanda, sin que ni un solo alemán hubiera ni rozado el esférico. “Teníamos a favor el pronóstico general. Y tuvimos un gol inmediato, lo que es más peligroso todavía”, explicó Cruyff. “Jugaríamos diez veces esa final y la ganaríamos las diez”. Pero ganó Alemania, que también tenía un equipazo. Se repitió la historia de 1954, entonces ante los fabulosos húngaros.
Holanda enamoró, pero ganó Alemania. Entre la fiesta de
la piscina y los viajes de Michels