Una noche entre ‘influencers’
Milagros de la noche: llegamos a cenar a un restaurante en plan representantes del Cuarto Poder y terminamos pidiendo dos copas para olvidar. Lo más parecido a una reunión en Barcelona de antiguas Erasmus venidas a más resultó ser una cena de influencers, influencers femeninas, llegadas de todo el mundo.
Hasta el miércoles por la noche, yo vivía tranquilo creyendo que una influencer era una joven estilosa cuya principal preocupación era sacarse fotos, colgarlas en la red y esperar que un puñado de ociosos le dieran un me gusta oun me disgusta. Una tontería de esas que se curan con la edad.
Las influencers estaban en el Giardinetto copando la planta baja en el aperitivo, divinas de la muerte, pero con una contención a lo don Pío Baroja que sólo alteraban al posar sonrientes en la escalera mágica que conduce al comedor, allí donde Albert Om –mi jefe en Islandia de RAC1– y yo teníamos mesa reservada.
Salir la noche de un miércoles en Barcelona es torear un encierro de doña Dolores Aguirre en Las Ventas: no esperes nada. Nada bueno. Sin embargo, nos crecimos ante el panorama, a la espera de que las influencers se enterasen de que el Cuarto Poder local estaba allí, dispuesto a compartir copa y dejarse fotografiar.
La treintena de influencers, entre 25 y 30 años, cenaban sin estridencias en tres largas mesas y se desenvolvían con una contención que no presagiaba nada bueno: no nos hacían ni caso.
Tras la cena, copa en mano –¡qué luz tenue la del Giardinetto!–, el Cuarto Poder fue a la montaña: estaban invitadas por una gran marca de moda con el gancho del Primavera Sound. “Son un poco insoportables, pero ayudan a vender lo que no está escrito”, vino a decir alguien autorizado. Una
influencer amagó con dar una espantada porque consideró que las demás colegas “no eran su target”... –Lo que cuesta es encontrar influencers masculinos... ¡Anda que no disfrutaría yo siendo un mal influencer y que una marca global me costease los vicios –las influencers de la noche de autos tienen mánager, fotógrafo y ganan en un mes, deduje, lo que uno en tres quinquenios del siglo XX– aunque fuese para decir: este que fuma en la cama, sale hosco en las fotos y no ha pisado un gimnasio jamás entrará en una tienda nuestra! Los chóferes se iban llevando a las
influencers, alojadas en un cinco estrellas de Barcelona, sin que nos diese tiempo a pedirles una foto conjunta, una de esas fotos que, sin duda, hubiesen hundido sus carreras. –¿Y este par? –Dos survivors del Cuarto Poder... Al día siguiente, les esperaban fotos casuales y pautadísimas que quizás en horas dispararían las ventas de las prendas. “Nosotros las controlamos”, resumió la portavoz de la firma.
Y yo que creía que influencer era una viva la Virgen con gracia...
Lo que parecía una cena de ex Erasmus venidas a más resultó ser una cita de ‘influencers’ de todo el orbe