El populismo toma el Gobierno italiano
EL último golpe de teatro de la política italiana ha sido esta vez el definitivo. Como si se tratara de La Divina Comedia, la formación del nuevo Gobierno ha transitado en apenas una semana del infierno al paraíso, con una parada de días en el purgatorio de un posible gobierno técnico. Pero finalmente ayer por la tarde juraron sus cargos los ministros del Gabinete que presidirá Giuseppe Conte, el candidato propuesto por el M5E y la Liga.
Ello ha sido posible después de que ambas formaciones llegasen a un segundo acuerdo de gobierno apartando del cargo de ministro de Economía al candidato propuesto y que había sido vetado por el presidente de la República. Este finalmente retiró su propuesta de un gobierno técnico y dio el visto bueno a la lista presentada por Luigi Di Maio y Matteo Salvini, que serán los hombres fuertes del nuevo Ejecutivo, ocupando las carteras de Desarrollo Económico y de Interior, respectivamente.
Se aleja así definitivamente la posibilidad de unas nuevas elecciones anticipadas, y ello ha sido posible porque el líder grillino, Di Maio, no tenía ningún interés en unos nuevos comicios, ya que todas las encuestas daban como gran beneficiaria a la ultraderechista Liga de Salvini. Por eso Di Maio se ha avenido a cambiar el nombre del candidato a titular de Economía, enviando al polémico Paolo Savona a la cartera de Asuntos Europeos, de rango menor. El responsable de las finanzas será finalmente Giovanni Tria, no tan euroescéptico como Savona, pero cercano a las ideas de la Liga en materia fiscal, aunque favorable a mantener Italia en el euro.
De esta manera se cierra la mayor crisis institucional vivida por el país desde la posguerra con el enfrentamiento entre el jefe del Estado y los dos partidos ganadores de las elecciones, a los que Mattarella vetó el acceso al gobierno por su composición claramente antieuropeísta. Italia tendrá, pues, un Gobierno antisistema formado por un partido populista y otro xenófobo y ultraderechista. Para más inri, han logrado también el visto bueno del partido posfascista Hermanos de Italia, que se abstendrá en la investidura.
Esta larga crisis ha causado un notable daño a la imagen y la credibilidad del país transalpino, una situación que no sólo intranquiliza a los mercados y a las cancillerías de la Unión Europea sino también a la propia Roma, donde preocupa un programa de gobierno que da la espalda a la austeridad que propugna Bruselas y defiende una política de crecimiento económico para reducir el colosal déficit público italiano.