La Vanguardia (1ª edición)

Bill Cosby afronta un segundo juicio por presuntos acosos sexuales

El actor caído en desgracia afronta otro juicio, esta vez con seis supuestas víctimas de sus garras

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York

Esta segunda vista se produce en pleno apogeo del #MeToo que ha destapado a tantos acosadores

A los 80 años, Bill Cosby es legalmente ciego.

Su falta de visión física –también moral, según docenas de mujeres– le dificulta ver con nitidez a las seis supuestas víctimas que lo han descrito esta semana como un depredador en el tribunal de Norristown (Pensilvani­a).

Este es el segundo capítulo de la caída del actor al que bendijeron como “el padre de América”.

La repetición de la vista oral, tras el juicio nulo de la pasada primavera, se convierte en el primer alegato jurídico del #MeToo. Este movimiento ha causado un seísmo al destapar a cuantiosos acosadores cobijados en la coartada del poder.

Su ceguera no le impide escuchar esas voces que le han destronado. “¿Lo recuerda, no, señor Cosby?”, le requirió Chelan Lasha, entre lágrimas, mirándolo fijamente. Él agachó la cabeza.

Chelan Lasha había explicado que a los 17 años, en 1986, acudió a la habitación de su ídolo, en un hotel de Las Vegas. Le atrajo la promesa de que le iba a ayudar en su carrera de modelo. Se encontró con las píldoras de colores, arma habitual de este presunto, que la colocaron fuera de juego.

Recordó que la tumbó en la cama –“no me podía mover”–, que se le puso encima, que jadeaba –imitó el ruido– y que, en cuanto logró su placer, le dio una orden: “Papi dice que te levantes”. Y le señaló la puerta. Este testimonio y el de otras cuatro mujeres –todos descalific­ados por la defensa como interesado­s y en busca de publicidad– representa el gran cambio de este juicio respecto al del 2017. Entonces el jurado fue incapaz de alcanzar un veredicto.

El juez Steven O’Neill ha permitido esta vez su comparecen­cia como testigos en el caso propiciado por la denuncia de Andrea Constand, de 45 años y exempleada de la Temple University, de la que Cosby era valedor.

Además de los doce miembros del jurado –cinco mujeres y siete hombres, de las que una y uno son afroameric­anos–, esta vista oral cuenta con una transforma­ción radical en el equipo de abogados del acusado. Al frente se ha puesto Tom Mesereau, conocido por lograr en el 2005 la absolución de Michael Jackson por los cargos de abusos a menores.

Su agresivida­d se ha mostrado en la estrategia para desacredit­ar a las que supuestame­nte sufrieron el ataque sexual.

Esto no las ha callado. “No puedo olvidar su respiració­n, el sabor de sus besos. Me dije, ‘aquí está el padre de América, encima de mí, con cinco hijos’”, sostuvo la modelo Janice Dickison. A sus 63 años, evocó a aquella joven de 27 a la que aquel hombre reverencia­do le ofreció unas pastillas azules. “Se había puesto el albornoz, que se le abrió. Pensé: ‘¡Qué coño hago aquí!’, perdón, quise decir infierno, yo no había consentido, no había dicho sí”. El fiscal le preguntó por qué no habló mucho antes. “Me atemorizó perder mi carrera. Tenía clientes conservado­res y no habrían apreciado que hubiera sido violada y acudiera a la policía”, remarcó.

“Es un violador en serie”, afir-

mó Heidi Thomas, la primera de todas en subir al estrado. La drogó y forzó en un hotel de Reno. Janice Baker-Kinney confesó que a ella la invitó a dos píldoras. “Confié en él porque era el padre de América”, apostilló Lisa Lotte Lublin, otra de las citadas.

El viernes cerró la semana Andrea Constand, la única con experienci­a en este asunto. Repitió su declaració­n de hace casi un año, ocasión en la que explicó que tenía total confianza en Cosby, quien intentó algunos avances, aunque ella consiguió pararlo.

Hasta aquella jornada de enero del 2014. Constand llevaba el equipo de Temple, donde el actor tenía mucho poder. Le dio su ración de pastillas y abusó de ella. “Era incapaz de resistirme, de hacer que parara”. La fiscal le planteó por qué había ido al tribunal. –Por justicia. Pero el juez ha permitido en esta ocasión a Mesereau la comparecen­cia de una testigo especial para la defensa. Se llama Marguerite Jackson. Está previsto que diga que Constand le explicó que iba a sacar mucho dinero con la falsa acusación a un famoso. En un acuerdo extrajudic­ial, el actor le pagó 3,38 millones de dólares.

Culpable o no, Cosby ya tiene su pena: perdió su prestigio.

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El que fue llamado “el padre de América” ha vuelto esta semana al tribunal de Norristown (Pensilvani­a) para afrontar el segundo juicio por supuesta violación
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JESSICA KOURKOUNIS / REUTERS Nicolle Rochelle utilizó su topless para protestar contra Cosby
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