La Vanguardia (1ª edición)

Coentrão, eres el más grande

- Joaquín Luna

Aestas alturas de su carrera y anticipand­o que el futbolista es lector infiel de La Vanguardia, me atrevo a escribir, a ritmo del pasodoble dedicado al madrileño Marcial Lalanda –no el futbolista Pina–: “Coentrão, ¡eres el más grande!”. No es justo que los medios, las redes y los aficionado­s hablemos tanto de los goles de Cristiano o de Messi y tan poco de los laterales, un puesto humilde que permite rehacer su vida a extremos sin porvenir.

Lo que hizo anteanoche Fabio Coentrão no está al alcance de muchas figuras y es una pena que Benzema, con su gol, haya restado el protagonis­mo mediático que el lateral portugués se ganó a pulso con sus manos y el sudor de la frente.

Hace años que un defensa no cometía un penalti tan memorable. Está todo aquello por lo que merece pagar una entrada para un partido: la improvisac­ión, la picardía, la protesta, la genialidad y la sorpresa final. Fue un penalti de justicia poética, primitiva y naif, digna del Regador regado, de los hermanos Lumière.

Sinopsis: Coentrão reclama manos de un atacante y lo hace con los dos brazos extendidos, gesto de indignació­n suprema que no impresiona al árbitro. El balón sigue por los aires y da por azar en los brazos de Coentrão: brazos de lateral humilde, de jornalero, de indignado, de Cristo de Río sin muchos reflejos...

Y de la “falta en ataque” –término impostado que nunca debimos robar al baloncesto– pasamos al penalti más tonto de la Liga de Campeones, acaso el de la historia de la Liga de Campeones. Allí donde no había peligro, Coentrão se sacó un as de la manga, dio la vuelta al partido y una

No es justo hablar tanto de Cristiano y tan poco de Coentrão, que dio la vuelta al partido del Real en Lisboa

lección a los niños en edad escolar: –¡No os paséis de listos! ¿Qué más podía hacer Coentrão si no le dan minutos y había entrado con todo decidido en el 71 en el Alvalade, donde tan poco cariño dispensan a los benfiquist­as como él? Si gente principal sostiene que “lo importante es que hablen de uno aunque sea bien”, es lógico que los futbolista­s secundario­s den la cara y lo den todo con tal de no pasar desapercib­idos. De no ser por el egocentris­mo de Benzema, Coentrão hubiera ganado la distinción de MVP, otra coña marinera impropia de un deporte colectivo.

Yo creo que el Bernabeu reconocerá el penalti de Coentrão y le reclamará en partidos tostones donde no pasa nada y la gente bosteza. Si antes ya le apreciaban por su afición al tabaco, ahora le deben una ovación de gala. Y desde aquí un fuerte abrazo al lateral merengue, que pudiendo vivir como un Douglas prefirió salir de Lisboa entre los acordes de “Fabio, ¡eres el más grande!”.

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