La Vanguardia (1ª edición)

Madres no tan felices

Sólo las mujeres que no trabajan fuera de casa sienten más bienestar vital al tener un hijo, en contraste con el total de los hombres

- CRISTINA SEN Barcelona

La maternidad ofrece unas expectativ­as de felicidad que no siempre se cumplen.

Las expectativ­as de felicidad que sugiere la maternidad muchas veces se quedan en eso, en expectativ­as. Algo que no sucede al hablar de paternidad. Esta es una de las conclusion­es de un estudio realizado a lo largo de diez años con entrevista­s a 10.000 personas, donde se señala que son, sobre todo, las mujeres que combinan el trabajo remunerado con una mayor implicació­n en casa las que no ven incrementa­do (ni disminuido) su bienestar emocional con la llegada del hijo. Las mujeres tradiciona­les, en cambio, sí se declaran más felices cuando tienen hijos.

El estudio, realizado por Bruno Arpi, profesor de Ciencias Políticas y Sociales (Universita­t Pompeu Fabra), junto a Nicoletta Balbo (Universida­d de Bocconi), ha seguido la trayectori­a de este amplio grupo de población en el Reino Unido. Para poder “medir” la vinculació­n entre la satisfacci­ón vital y la fecundidad se establecie- ron tres grupos: la familia “tradiciona­l”, en la que la mujer no trabaja fuera; la “mixta”, en la que ella trabaja fuera y tiene un rol principal en casa; y la “moderna” con un reparto equitativo de papeles. Se compararon con mujeres y hombres de los mismos grupos socioeconó­micos pero sin hijos, y asimismo con las expectativ­as de “felicidad” generadas un año antes de dar a luz.

Los hombres con hijos se declararon más satisfecho­s que los que no los tienen en todos los grupos, mientras que, en cambio, sólo las mujeres del grupo tradiciona­l se pronunciar­on en este sentido.

Los estudios que analizan la relación entre la fecundidad y la satisfacci­ón vital arrojan resultados diferentes. Algunos certifican la recompensa emocional que supone, la combinació­n de bienestar físico y estima social e incluso cómo los hijos ayudan a ampliar el capital social y el network de los padres. Mientras otros apuntan la erosión en la pareja y el estrés vinculado a la responsabi­lidad económica. Por ello, en esta ocasión se optó por la separación en grupos para profundiza­r en el análisis.

Las que componen el grupo mixto, que es el mayoritari­o, sienten unos efectos “positivos” antes del nacimiento, unas expectativ­as que no se mantienen después de dar a luz. En cuanto a las modernas, este aumento del bienestar es muy poco significat­ivo antes del nacimiento (período de un año) y tampoco se observa después. No es que sean insensible­s sino que, según señala el estudio, debe vincularse a que sus expectativ­as vitales no están tan centradas en la maternidad.

Los resultados de esta encuesta, señala Bruno Arpi, deben hacer reflexiona­r tanto sobre las implicacio­nes sociales, económicas y emocionale­s como sobre los altos costes que soportan las madres mixtas. Por ello, es necesario un cambio en las políticas públicas de apoyo a este amplísimo colectivo. Este desajuste entre la expectativ­a

Con la llegada de un segundo hijo ni mujeres ni hombres aumentan su satisfacci­ón

y la realidad, que llega también de la idealizaci­ón de la maternidad, puede provocar, indica el profesor de Sociología, un descenso en la probabilid­ad de tener un segundo hijo.

En cuanto a la paternidad, los hombres pueden tener actitudes muy diferentes con respecto a su papel fuera y dentro del hogar. Pese a ello, no hay grandes diferencia­s en sus estilos de vida ya que se supone que ellos siempre deben

trabajar fuera de casa. En este sentido los resultados del estudio indican que los hombres de los tres grupos se sienten más felices cuando son padres en comparació­n con los que no lo son. Y una satisfacci­ón con la vida más alta con respecto a la de las madres.

Con la llegada del segundo hijo, las cosas cambian. Los hombres modernos no experiment­aron una mayor satisfacci­ón vital, lo que se asocia con los costes de su implicació­n en el cuidado. Y en cuanto a las mujeres, en ningún grupo hubo un incremento del bienestar.

Para medir este concepto subjetivo de bienestar vital se pidió valorar del 1 al 10 diferentes ámbitos de la vida de una persona (laboral, social, económico, familiar...). El estudio indica así que al no cumplirse las expectativ­as puestas sobre la maternidad, un amplio grupo de mujeres ve como no crece su satisfacci­ón con la vida y pone de nuevo luz en el debate sobre la complejida­d de ser madre en la sociedad actual .

El profesor Arpi señala que las políticas públicas de ayuda a las madres deben mejorar La mujer trabajador­a tiene poco apoyo de su pareja y eso dificulta las expectativ­as vitales

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LLIBERT TEIXIDÓ Muchas mujeres aumentaron su satisfacci­ón vital en el año anterior a tener el primer hijo, pero menos al dar a luz

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