A un paso de la eternidad
A Usain Bolt le bastó una salida más veloz que en los 100 metros y una curva primorosa para proclamarse campeón en la carrera más fácil de su trayectoria olímpica. Los 200, la prueba que más aprecia desde que a primeros de siglo estableciera el récord mundial júnior de la distancia con 20s61, no fue más que una formalidad para el jamaicano, que ya cuenta con ocho títulos olímpicos de ocho intentos. Le falta uno para el triple triple y el acceso a la eternidad.
Con la lluvia cayendo a peso en el estadio y pocos rivales de gran calado (segundo fue De Grasse y tercero Lemaître, ambos con más de 20 segundos, y no compareció el campeón de 400 metros, Van Niekerk), Bolt se entregó al espectáculo, mostrando ya en la salida un recital de pasos de samba que hizo vibrar a los espectadores. En la pista no había quién le pudiera vencer. Ganó con 24 centésimas de ventaja sobre el canadiense, al que en los 100 metros le sacó 10.
El “peor” Bolt de estos años, ya que en Pekín corrió la distancia en 19s30 y en Londres en 19s32, acabó igualando su mejor marca de la temporada, 19s78, que como en el caso del hectómetro no es la mejor del mundo. La final aportó muy poco desde el plano cronométrico.
El impacto de sus problemas musculares de hace mes y medio y la falta de competidores le ha facilitado las cosas al jamaicano, que la pasada madrugada encabezaba el equipo de su país de 4x100 metros en busca de su novena medalla de oro. En las semifinales no pudieron con Japón, que batió el récord nacional con 37s68, y acabaron con el 5.º mejor tiempo. Pero la final es otra historia.
Estados Unidos, en la línea decadente que muestra en el sprint, podría acabar estos Juegos con el consuelo de la plata lograda por Justin Gatlin en los 100 metros. Les pasó algo similar en Londres 2012 (bronce de Gatlin en la prueba reina), aunque tenían en el mencionado relevo la opción de enmendar un fracaso rotundo que ha puesto todo mucho más fácil a un Bolt que no ha desaprovechado la oportunidad.