La Vanguardia (1ª edición)

La feminista de ‘Así sea ella’

- BENOÎTE GROULT (1920-2016) Escritora francesa ÓSCAR CABALLERO

Hacen falta veinte años para fabricar un viejo. Se nace viejo a los 65 años y a partir de los 85 hay que tener a mano la tecla estrella, para partir”. Autora de la frase, Benoîte Groult, paladín del feminismo, escritora prolífica con por lo menos cinco best sellers en su haber, traducida a treinta lenguas, no tuvo necesidad de la tecla. “Murió mientras dormía y sin sufrir”, dijo Blandine de Caunes, una de sus tres hijas. A sus 96 años la muerte la sorprendió en la Provenza. Cambio de costas: uno de sus primeros gestos de rebeldía fue la elección de las bretonas, atlánticas y salvajes, contra las más amables del sur, las preferidas de su madre, Nicole, hermana del célebre modisto Paul Poiret y reputada diseñadora de moda.

“Mi madre me gustaba en bloque. La detestaba en detalle: sus clientas de moda, los vestidos, las veladas elegantes, las cenas de gala”. Pero ella le inculcó “no depender económicam­ente de un hombre”. Y tuvo amores escandalos­os, como su relación con Marie Laurencin, la pintora y decoradora, madrina por otra parte de Benoîte.

Nacida en 1920, cuando faltaba un cuarto de siglo para que una francesa pudiera votar, dirá luego que sólo con 35 años supo lo que significab­a ser mujer. Adolescent­e, ya se rebeló, “aféandome”, contra la obligación de hallar marido. En 1944 se lo encontrará su madre: Pierre Heuyer, estudiante de Medicina, recuperado de una tuberculos­is. Falso pronóstico. Recae un mes más tarde y muere al cabo de otros cuatro.

La joven viuda se integra en un grupo de voluntario­s que guían soldados norteameri­canos para hacerles conocer París. Benoîte

Sus libros fueron best sellers, también ‘Pulsa la estrella’, sobre el derecho a escoger el momento de morir Mitterrand la puso al frente de una comisión de terminolog­ía para feminizar los nombres de los oficios

se enamora perdidamen­te de uno de ellos. Pero se niega a seguirlo a Estados Unidos. Medio siglo más tarde lo convertirá en un pescador, su enamorado, en El amante

del mar.

En 1946, segundo matrimonio, con el periodista George de Caunes. Tienen dos hijas. Y cinco abortos, porque ella “no quería tener más hijos con él”. Los relatará en su autobiográ­fico

Mon évasion: “Una carnicería, común en la época”. Y medieval para sus lectoras de 1988. “En mi juventud –recordará– la palabra vagina estaba prohibida. La puerta de ingreso de la humanidad no existía”.

Viuda y divorciada, conoce al escritor Paul Guimard, caracteriz­ado por “un desdén absoluto por eso que llaman trabajo” y que “ciertament­e no había hecho votos de monogamia”. Su madre se lo anticipa: “Un hombre guapo. Sufrirás, hija mía”. Resuelve sus celos con el libro Le féminin pluriel. “Más vale escribir que sufrir un psicoanáli­sis”. Unidos por un mismo gusto por Bretaña, el mar y la pesca, tendrán una hija y vivirán juntos hasta la muerte de Guimard en el 2004. Guimard murió con 83 años “de mucho beber, de mucho fumar, de mucho vivir. Íbamos al mismo paso”, lo despidió.

Fue Guimard quien la convenció de escribir a cuatro manos, con su hermana Flora, otras tantas novelas. Y quien “cuando yo ya temía caer en la literatura femenina”, la empujó a ese feminismo que Benoîte descubre y consolidar­á en Así sea ella (1975), requisitor­ia sobre la situación de la mujer en el mundo, que España leerá en democracia, en 1978.

El millón de ejemplares la convierte en emblema. Su amigo François Mitterrand, de quien Guimard fue consejero, la pone al frente de una comisión de terminolog­ía para feminizar nombres de oficios. Imponer autora, escritora, ministra. Aunque aún hoy sea más fácil escuchar “Señora tanto, ministro de...”. O doctor, por una doctora. “Oigo quejas sobre los excesos del feminismo –ironizaba– cuando somos la mitad de la humanidad y el lenguaje nos omite”. Normal: “Nada cambiará mientras las mujeres sean las tropas de apoyo de los hombres y sus propias enemigas”.

Tras un silencio literario de diez años, regresa en el 2006 con el que será un nuevo best seller,

Pulsa la estrella. “Tengo que reclamar el derecho a escoger el momento de morir como antes debí batirme por el derecho de la mujer a engendrar o no”.

Reivindica­rá siempre, también, el disfrute de los pequeños placeres de la vida, “el amor, la pesca, las cenas con amigos”, junto a los grandes combates por la mujer, contra el estatuto de la vejez y el de la muerte. Reivindica­ba el derecho a “morir en vida”. Y, para eso, recomendab­a “conocer sus propios límites, simbolizad­os por lo esencial. Para mí, pescar gambas en el mar bretón, por ejemplo”.

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CATHERINE GUGELMANN / AFP
 ?? GABRIEL DUVAL / AFP ?? Groult, con su tercer marido, el también escritor Paul Guimard, en 1957
GABRIEL DUVAL / AFP Groult, con su tercer marido, el también escritor Paul Guimard, en 1957

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