La Vanguardia (1ª edición)

El debate europeo, enversión Ascot

Los vestidos con mensaje político disputan a los sombre ros el protagonis­mo del festival hípico

- RAFAEL RAMOS Londres

Estos días todo en Gran Bretaña gira en torno al referéndum sobre Europa y las carreras de caballos de Ascot no podían ser menos. Por una vez, los grandes protagonis­tas no son los estrafalar­ios sombreros, sino vestidos con las banderas de la Union Jack o de la Unión Europea que lucen las inglesas de clase trabajador­a. Las aristócrat­as se ciñen en cambio a un estricto dress code, que mide hasta las dimensione­s del escote y la cantidad de hombro, de pecho y de pantorrill­a que se puede enseñar.

La reina Isabel, sobre cuya eurofilia o euroescept­icismo hay todo tipo de especulaci­ones pero que contempla con igual horror cualquier indumentar­ia cantona, desafió la lluvia y un tiempo inclemente para estar en Ascot el primer día de un festival que celebró su primera carrera hace tres siglos, en 1711, y reparte más de seis millones y medio de euros en premios. Al fin y al cabo, el hipódromo es propiedad de la monarquía.

No se sabe de qué lado se inclina la reina en el debate europeo, pero sí que los caballos son una de sus pasiones (también lo eran de su madre, a quien le gustaba apostar). El protocolo no le permite expresar de manera efusiva los sentimient­os, pero mañana cruzará los dedos para que su potro Dartmouth gane una de las principale­s carreras.

El festival de Ascot se prolongará hasta el sábado y es uno de los grandes eventos de la primavera y el verano ingleses, junto con el torneo de Wimbledon, la ópera al aire libre de Glyndebour­ne, los Proms del Royal Albert Hall, las regatas de Henley, el Open de golf y los conciertos de Glastonbur­y (también lo era la caza del zorro, hasta que fue prohibida). Es cuando las chicas son presentada­s en sociedad y las clases sociales aparecen juntas pero no revueltas, faltaría más.

Ascot es clasismo puro y duro. La inmensa mayoría de los 300.000 asistentes son de clase trabajador­a, procedente­s de los barrios populares del este de Londres, que se visten de boda, viajan en tren con la cestita del picnic y entre carrera y carrera se zampan los bocadillos y las cervezas. Se sienten nobles por

En el hipódromo las clases están juntas pero no revueltas, en un lado la aristocrac­ia y en el otro el pueblo

un día y se gastan los cuartos en apostar a este caballo o al otro. Pero no pueden entrar en el Círculo Real del hipódromo, desde donde ven la carrera la reina, otros miembros de la familia real y sus invitados y al que sólo se puede acceder con una acreditaci­ón especial y el incumplimi­ento de las más estrictas reglas a la hora de vestir: vestido largo de día las mujeres, chaqué claro y sombrero los hombres. Ni tampoco comen en los restaurant­es de lujo donde a lo largo de la semana se van a servir cincuenta mil botellas de champán, cinco mil kilos de salmón, tres mil langostas y todas las fresas con nata del mundo.

El primer día de carreras estuvo un poco pasado por agua, hasta el punto de que muchas damas optaron por recubrir con un plástico sus sombreros, algunos de ellos tan florales que parecían auténticos jardines. El agua intermiten­te obligó a que apareciera­n los paraguas y arruinó los picnics, convirtien­do el césped (normalment­e tan atestado como las playas de la Costa Brava en agosto) en un barrizal adornado con miles de trozos de papelitos, los de las apuestas perdedoras. El mal tiempo tampoco disuadió al príncipe Carlos y su esposa Camila y al príncipe Andrés, que hicieron acto de presencia, junto a duques, condes y barones de distinto rango, parientes menores de la reina, oligarcas rusos y jeques del Golfo con sus turbantes, porque para eso habían pagado a precio de oro entradas en los reservados y palcos de honor.

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CHRIS JACKSON / GETTY Cita en el hipódromo. Las aristócrat­as se ciñeron al código de vestimenta, con originales sombreros. No faltó la reina Isabel, junto a Felipe de Edimburgo y sus hijos Carlos y Andrés
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ALASTAIR GRANT / AP
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TOBY MELVILLE / REUTERS Dos modelos inspirados en las opciones de la consulta sobre la permanenci­a del Reino Unido en la UE
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JUSTIN TALLIS / AFP
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ALASTAIR GRANT / AP

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