Las administraciones, incapaces de atajar la crisis de los manteros
Generalitat, Ayuntamiento y Port discrepan sobre la solución del conflicto
Con el buen tiempo, el fenómeno de los manteros en Barcelona vuelve a descontrolarse. La Autoritat Portuària ha pedido ayuda a los Mossos ante la ausencia de la Guardia Urbana en esa zona. TMB forzó ayer a mossos y urbanos a patrullar en el metro para evitar la venta ilegal.
Los problemas derivados del top manta se agravan en Barcelona. El fenómeno se está descontrolando. Los Mossos d’Esquadra han respondido nuevamente a la llamada de auxilio de la policía portuaria, y a la petición de ayuda de Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Frente al mar y bajo tierra. Agentes de la policía de la Generalitat y del cuerpo de guardamuelles desplegaron ayer un dispositivo de seguridad para atajar la venta ambulante ilegal en la fachada marítima de la ciudad. La llegada del buen tiempo los últimos días ha multiplicado la llegada de manteros ante el Mediterráneo. La presencia uniformada de guardamuelles y mossos en el Portal de la Pau, el Moll de la Fusta y el Port Vell evitó la venta. Y un camión cuba del puerto se encargó además de remojar el pavimento a fin de disuadir a los vendedores de plantar su mercancía. La Guardia Urbana, que si está en el dispositivo del metro, no participó en el operativo del puerto que se mantendrá, por lo menos, hasta el viernes. Hasta ahora, la difícil coordinación entre las distintas administraciones y sus policías, y sobre todo los diferentes criterios explican en buena medida la falta de una estrategia global y contundente frente al fenómeno del top manta. En verdad todo se antoja un parche tras otro a las puertas del verano.
A pesar de que serían recibidos con los brazos abiertos, los guardias urbanos no se dejan ver por el lado portuario de la ciudad más visitado desde el pasado noviembre, cuando la muy abundante y cotidiana proliferación de manteros, muy especialmente en el Portal de la Pau, obligó al gobierno que dirige la alcaldesa Ada Colau a enviar a la policía municipal. Entonces la Guardia Urbana sí colaboró con los Mossos d’Esquadra y la policía portuaria. Pero fue la policía de la Generalitat la que desplegó una mayor presencia preventiva en la zona. El operativo tuvo tal eficacia que hasta esta Semana Santa los lugares más transitados del puerto se habían librado de la venta ambulante. Durante estos primeros meses del año, la portuaria logró con sus propios medios ahuyentar a los manteros y en ocasiones puntuales, como por ejemplo la semana pasada dos veces, solicitaba refuerzos de los Mossos.
Desde entonces, en realidad durante todo este mandato, el gobierno de Colau viene insistiendo
Los guardamuelles carecen de agentes para mantener el orden público en su territorio La policía municipal desapareció del Moll de la Fusta en noviembre y no ha regresado
en que el top manta es un viejo problema que viene de mucho tiempo atrás, que la solución definitiva es de carácter social y no policial, que las cuestiones de orden público son competencia de los Mossos d’Esquadra... y unas cuantas frases hechas más para ir esquivando el conflicto como si ganar tiempo fuera a hacer desaparecer la presencia de estos vendedores en los puntos neurálgicos de la ciudad.
Al final es el colectivo de vendedores ambulantes el que se aprovecha de esta disparidad entre las administraciones y de que unos y otros señalen territorios, a modo de frontera, para decidir donde no deben de actuar. Los vendedores son los mismos en todos los lugares de la ciudad y lo único que les interesa es desplegar su manta y vender sus productos allí donde están sus clientes potenciales, los turistas.
En el puerto de Barcelona, su policía no da abasto. Cuando se creó en su día ni se sospechó en que deberían dar respuesta a un conflicto de esta envergadura, por eso hace dos años la autoridad portuaria firmó un acuerdo con la Guaria Urbana para que sus efectivos asumieran los muelles, el Portal de la Pau y ese inmenso y transitado paseo frente al mar comprendido entre el hotel W y el World Trade Center.
Hasta Semana Santa cuando los grupos de vendedores no eran superiores a los tres o cuatro manteros, los agentes de la portuaria gestionaban en solitario el intentar incautar el material y levantar actas por venta ilegal. Pero en los últimos días los manteros, más organizados, llegan en grupos que superan la veintena, y es cuando los guardamuelles solicitan refuerzo a los Mossos. Siempre que estos tienen disponibilidad acuden a ayudar.
La situación se complicó la semana pasada, cuando un mantero propinó un cabezazo a un agente de la portuaria que le conminaba a dejar de vender. A la refriega se sumaron otros vendedores ambulantes. El compañero del agente agredido acabó por los suelos. Una patrulla de los Mossos d’Esquadra acudió para detener al presunto autor de la agresión. Este lunes, las mantas se sucedían una tras otra desde las inmediaciones del Portal de la Pau hasta la Marina de lujo, frente al barrio de la Barceloneta. Era prácticamente imposible llevar la cuenta. Los principales ejes comerciales de la ciudad temen que este mercadillo no sea más que una caricatura de lo que pueda llegar a montarse este verano.
En el subsuelo, en el metro, la batalla es otra. La semana pasada, TMB, los gestores del metro, se reunieron con Mossos y Guardia Urbana para advertirles que la situación allí abajo era insostenible y que temían que cualquier día se produjera una desgracia. La continua, y también aquí creciente, presencia de manteros en las instalaciones subterráneas, en los intercambiadores, los pasillos y los mismísimos andenes, sobre todo en los de la plaza Catalunya, estaba creando un grave problema de seguridad. Ayer mismo, por fin, casi un centenar de agentes uniformados de la Guardia Urbana y Mossos tomaron literalmente el metro e impidieron entrar a nadie con bultos. De hecho, la legislación de transporte ferroviario impide por razones de seguridad acceder con paquetes de grandes dimensiones. Algunas tardes es prácticamente imposible caminar por algunas estaciones y los agentes de seguridad se sienten impotentes y completamente desauto-
El metro alerta de que el ‘top manta’ ocasiona situaciones de gran peligro en el suburbano Un centenar de agentes se distribuyen por las instalaciones de la estación de Catalunya El gran dispositivo del subterráneo es insostenible mucho tiempo: se irá revisando
rizados frente a los vendedores.
En los últimos meses el metro se convirtió en el último refugio de los vendedores ambulantes. Los manteros acostumbran a apostarse en el intercambiador ubicado bajo la plaza Catalunya. El lugar es desde el pasado verano un auténtico zoco, día sí, día no. A ratos, agentes de la Guardia Urbana bajaban las escaleras de acceso muy despacio, dejando que los vendedores les vieran llegar, dándoles tiempo a recoger su mercancía, colocarse el fardo a la espalda, cruzar los tornos e instalarse de nuevo en los andenes y pasillos de la estación.
La actitud de los agentes no es fruto de la desidia. Temen que una acción más contundente provoque carreras y avalanchas. De este modo se produjo en la estación de Drassanes la caída de un mantero que desde hace semanas mantiene en vilo toda la política municipal barcelonesa, la que desencadenó el caso Garganté. El problema ahora es que la gente se tropieza con las mantas dispuestas en los andenes. Y si en el puerto los guardamuelles no dan a abasto, en el metro los guardias de seguridad y el personal de la estación tampoco. Durante el día de ayer no se vio a un solo mantero en la ciudad... Los dispositivos no pueden ser indefinidos y los vendedores, más temprano que tarde, volverán
Muchos comerciantes, policías, gestores, entienden que las actuales directrices políticas llevan a la Guardia Urbana a desentenderse completamente de los problemas del puerto relacionados con los manteros, y para muchos, sigue habiendo excesiva tibieza en el combate de la venta ambulante en el resto de la ciudad. Durante los últimos fines de semana se permitió la celebración del denominado mercadillo ambulante, una presunta protesta que en realidad solo servía de coartada para vender en el corazón de la Rambla y que la policía municipal no disuadía alegando que era un problema de orden público, competencia de los Mossos y no de ellos. Y esa reflexión, a día de hoy, no ha variado.
Todo este conflicto pilla al Ayuntamiento sin haber acabado el plan director que debe redefinir la estructura y funciones de la Guardia Urbana de Barcelona. Y por si fueran pocos los elementos que condicionan ese papel, una de las condiciones que impone la CUP al equipo de Colau para dar luz verde a su modificación presupuestaria, a su sucedáneo de presupuesto, y que además venía en el programa electoral de BComú, es la supresión de la Unidad de Suport Policial (USP), los antiguamente conocidos como UPAS y que lideran la batalla contra los manteros en la ciudad.
Los manteros habían hecho de la céntrica parada un lugar donde ofrecer su mercancía Mossos y Guardia Urbana no logran coordinar la actuación contra la venta callejera