La Vanguardia (1ª edición)

Y la música a todo trapo

- Juan Bautista Martínez

Los altavoces del Bernabeu volvieron a funcionar a toda pastilla. Sinónimo moderno de que el equipo blanco ha mordido el polvo y de que hay sonido de viento desde la grada contra el poderoso presidente del Madrid. Como si se repitiera la función del día de la goleada del Barça del pasado noviembre, regresaron los fantasmas a Chamartín y lo que era un entrenador camino de la perfección como Zinedine Zidane se convierte simplement­e en una chaqueta elegante, en un modelo de ropa, sin más currículum en su carnet de técnico que sus logros como jugador. Zizou ya no merece una matrícula de honor en su corta era, aunque el respetable, que ya intuía que el culpable no era Rafa Benítez, pese a que le cogió mucha manía, la tomó con algunos jugadores y con Florentino. Los hechos se produjeron justo una década después de que Pérez dimitiera en su primera etapa tras haber mimado a sus galácticos. Objetiva y cartesiana­mente, al Barça le habría convenido más un empate en el derbi de descolgado­s porque así tendría la oportunida­d de distanciar esta noche más de sus perseguido­res, pero desde el punto de vista emocional ver al Madrid por los suelos y al público protestand­o también ante su vecino siempre es una satisfacci­ón inevitable para el barcelonis­mo. Si un milagro no lo remedia el equipo que se jacta de ser el más poderoso a nivel económico del planeta fútbol sólo habrá ganado una de las últimas ocho ligas, unos registros paupérrimo­s. Sí, siempre tienen su querida Champions para tratar de remediar cualquier urgencia, pero eso es como acudir a la administra­ción a comprar un billete de lotería. Sería una gran compensaci­ón para el Madrid, pero mientras tanto la parroquia blanca tiene que aguantar un bochorno tras otro y la increíble crítica de Cristiano de ayer contra sus compañeros de vestuario. Todo un gallinero.

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