Cita en el Everest
La cita es a las 10.30 h en el bar Everest de Pozuelo de Alarcón, localidad muy cercana a Madrid donde Pedro Sánchez ejerce su derecho de voto en la consulta a los militantes socialistas sobre los pactos de investidura. Consulta sobre el pacto con Ciudadanos. El secretario general vota sí.
Acompañado de Verónica Fumanal, directora de comunicación que un día protagonizará un capítulo de la serie Borgen, Sán- chez llega al Everest con extrema puntualidad. El gran reloj que preside el bar aún no marca las diez y media. A esa hora de la mañana, Sánchez es consciente de que la participación en la consulta puede ser baja, por tres motivos, al menos. Por la rapidez con que se ha desarrollado todo, por la ausencia de polémica –exceptuando la cuestión de las diputaciones–, y por la indisimulada táctica absentista de sus adversarios internos, residenciados principalmente en Sevilla. Si el pacto se hubiese cerrado con Podemos habría más voltaje. Debate, pasión y algunas vestiduras rasgadas. “Lo importante es que hemos sometido el acuerdo a la aprobación de los militantes. Nadie puede discutirle al PSOE su democracia interna. Nadie. Ya quisiera ver a otros sometiendo su actual posición al criterio de sus afiliados o adheridos. Quisiera verlo”, nos dice.
El Everest está muy cerca de la estación de tren de Pozuelo. El día es frío, ha nevado en la sierra, y sopla un viento helado, apenas atemperado por el sol mañanero. El nombre del bar, el enorme reloj que marca las horas, la transparencia de los ventanales, la roton- da, la estación ferroviaria y la naturalidad con que los clientes se van sentando en las mesas, aparentemente ajenos a la presencia del candidato a la presidencia del Gobierno en el local, invitan al paisajismo.
En un momento dado, observo que en tres de las mesas circundantes, los clientes comen tostadas untadas con pantumaca, la triunfante adaptación madrileña del pa amb tomàquet.
Cuando le preguntamos por la cuestión de Catalunya, Pedro Sánchez prefiere no echarle sal a la tostada.