El magisterio azulgrana
El pinchazo en la Liga del Real Madrid en Málaga ha dejado a la parroquia blanca desencajada. Los más realistas sostienen que su club ya no tienen opciones para conquistar el título de Liga. Los impenitentes soñadores merengues se aferran todavía a un rocambolesco milagro y, por supuesto, al bálsamo mayúsculo que sería la Champions. Pero ambos bandos del madridismo coinciden en denunciar la falta de casta de los afamados galácticos, unas figuras que exhiben sobre el césped el compromiso imprescindible para pelear cuando las cosas se ponen peludas. Parece mentira cómo cambian las cosas porque la comparación entre Barça y Madrid de la actualidad –los azulgrana mandan en la Liga, tienen la Copa a tiro y pelean en la Champions con la brillantez y el derroche que requiere la competición– es diametralmente opuesta a lo que ocurría hace unos decenios. Los más jóvenes pensarán que este columnista se ha vuelto loco, pero quienes sufrieron la tortura de los años sin recompensa, de la insatisfacción temporada tras temporada recordarán de lo que hablo. Aquellos años en los que la plantilla del Madrid –no tan brillante como la azulgrana sobre el papel– acababa por llevarse el gato al agua por mentalidad y por lucha.
El cuento ha cambiado. Ahora la brillantez y la casta son azulgrana y las dudas, blancas. Hasta el punto de llegar a desesperar a los suyos con esa actitud casi contemplativa cuando las cosas van mal y de aferrarse a la única competición en la que el Madrid está vivo, la Champions. El Madrid suspira por el error azulgrana, se agarra a una mística que se vislumbra oxidada por el estado de for-
Este grupo de amigos se ha propuesto batir récords semana a semana, temporada a temporada
ma del Barça. El catecismo barcelonista aúna el esmoquin y el mono azul mecánico. Los jugadores barcelonistas saben que para seguir pellizcando la gloria hay que ser buenos y parecerlo. Sin duda, la mejor noticia para el seguidor culé es que la sinfonía que acostumbran a interpretar sus tenores va siempre unida a un imparable apetito ganador.
Este grupo de amigos se ha propuesto batir récords semana a semana, temporada a temporada. Quieren más, quieren ganar y lucir. Desean seguir haciendo historia y eso inquieta en la Casa Blanca. El partido del Barça anoche en el Emirates fue soberbio. Victoria importante, ante un rival que puso a prueba a los azulgrana pero que acabó hincando la rodilla ante un vendaval majestuoso, como el que interpretó el contraataque barcelonista que supuso el 0-1. Milán está en el horizonte y el tridente sigue suspirando por repetir título desde que la máxima competición continental se juega en el formato actual.