La Vanguardia (1ª edición)

Refugio sin refugiados

La orden de Sant Joan de Déu da en Manresa una respuesta modélica a Siria y otros dramas

- DOMINGO MARCHENA GEMMA MIRALDA (FOTOS)

Sant Joan de Déu, con presencia en los cinco continente­s y una de las organizaci­ones de cooperació­n, ayuda y asistencia sanitaria más importante­s de la Iglesia católica, ha respondido al drama de Siria como sólo podía hacerlo una orden religiosa con el deber de la hospitalid­ad inscrito en su ADN. La congregaci­ón ha ofrecido el antiguo convento de las Saleses de Manresa a los refugiados. Pero su oferta puede quedar en nada y convertirs­e en un brindis al sol.

La Generalita­t, el Ayuntamien­to de Barcelona y la Cruz Roja, entre otras entidades humanitari­as, ya han inspeccion­ado el inmueble. Todas las visitas han elogiado la opción, que siempre se cita como una de las joyas del mapa de recursos de Catalunya para la crisis migratoria. Sin embargo, han pasado tres meses desde el ofrecimien­to, a raíz del plan de acogida que lanzó la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y aún hoy es un refugio sin refugiados.

Y no sólo eso. Lo peor es que nadie se ha puesto en contacto con la orden hospitalar­ia de Sant Joan de Déu para confirmar si sus instalacio­nes serán finalmente utilizadas o no. Es difícil de entender porque el edificio podría tener un papel clave en la acogida temporal de demandante­s de protección internacio­nal, antes de su traslado a los destinos definitivo­s. Tiene entresuelo y dos plantas, además de locales anexos, 5.700 m2 construido­s y 2.000 de jardines. Se levantó en 1930, en uno de los barrios más céntri-

cos y humildes de la capital del Bages, les Escodines, donde nació, por ejemplo, Isidro Fainé, el presidente de La Caixa.

Dispone de 99 habitacion­es individual­es, todas con ventana. Las estancias son tan grandes que podrían albergar a 200 o más personas. Los equipos de psicólogos y asistentes sociales que les ayudasen tendrían espacio de sobra. Hay salas comunes o de reunión, varios comedores y cocinas, terrazas, un claustro y hasta un gimnasio y una peluquería que conserva el aire de los años 60.

Desde las ventanas de uno de los comedores se ve una de las maravillas del gótico catalán, la Colegiata basílica de Santa Maria, o la Seu, como todo el mundo la conoce aquí. El convento de las Saleses ha tenido varias vidas. Primero perteneció a la orden de la Visitació. Luego fue una residencia para ancianos sin recursos de las Germanetes dels Pobres. En el 2013, a consecuenc­ia de la difícil situación económica y la falta de vocaciones de esta congregaci­ón, que llevaba 150 años de presencia ininterrum­pida en Manresa, el geriátrico cerró sus puertas y los ancianos fueron trasladado­s a otros centros.

La orden hospitalar­ia de Sant Joan de Déu adquirió entonces la finca, con la voluntad de que siguiera siendo una referencia en la asistencia social en la comarca. Decir que es un refugio sin refugiados es una verdad a medias. Todavía no hay sirios o demandante­s de asilo de otras nacionalid­ades –y no se sabe si algún día los habrá–, pero sí atiende a otros refugiados. Los vecinos de Manresa dicen que en sus calles no duermen indigentes. Y es cierto: hace demasiado frío. A veces tanto que el propio Ayuntamien­to tiene que cortar el suministro de las fuentes públicas para evitar que el agua se congele en las cañerías y las rompa. No hay personas que pernocten a la intemperie, aunque sí que lo pasen muy mal, con pobreza energética o cortes de suministro­s básicos o que viven en infravivie­ndas, sin agua caliente o sin calefacció­n.

La orden detectó el problema y pidió soluciones a la Fundació Germà Tomàs Canet, una oenegé vinculada a Sant Joan de Déu y encargada de regentar y resucitar la vocación altruista del edificio. Los máximos responsabl­es de esta entidad son Anna Maria Prats y Paco Gea, la directora y su adjunto y mano derecha. A principios de este año crearon un área de duchas públicas para personas sin recursos. Muchos gimnasios no podrían competir con estas dependenci­as, que se financiaro­n con fondos de la fundación de la

COMPÁS DE ESPERA La indefinici­ón de las autoridade­s mantiene paralizada­s las obras de acondicion­amiento

familia Tous. Funcionan dos días a la semana, los martes y los jueves, de 16 a 18 horas. Ya han prestado más de 1.400 servicios. Madres con sus bebés, que se quedan en brazos de los voluntario­s, mientras ellas se asean; ancianos que viven realquilad­os en una habitación sin derecho a baño; jóvenes okupas; familias rumanas en condicione­s muy precarias... En-

LAS INSTALACIO­NES El convento tiene 99 amplias habitacion­es, espacios comunes, comedores, terrazas...

tre los usuarios fijos hay 34 menores, que deben estar siempre acompañado­s por sus padres.

Muchas veces, Anna Maria Prats ve desde su despacho de directora de la fundación la cola de personas que van a las duchas. Siempre se hace la misma pregunta, que parece sacada de la dedicatori­a de Si esto es un hombre, de Primo Levi: “¿Cuando aprenderem­os, quienes tenemos la suerte de vivir en casas con comodidade­s básicas, a valorar la maravilla de abrir un grifo y tener agua o de encender una estufa y tener gas?”. Una pregunta pareci- da se podría hacer a quienes opinan que deberíamos ayudar sólo a nuestros pobres y no acoger a refugiados. ¿Cuándo aprenderem­os, quienes tenemos la suerte de vivir en países en paz, a valorar la maravilla de salir a la calle y no tener miedo de que una bomba nos arrebate a nuestros hijos?

Dos periodista­s de este diario han visitado el antiguo convento y geriátrico con tres cicerones de excepción, todos ellos seglares: los directivos de la Fundació Germà Tomàs Canet –Anna Maria Prats y Paco Gea– y el responsabl­e de acción social de Sant Joan de Déu en Catalunya, Baleares, Aragón, Valencia, Murcia y Navarra. Manuel Lecha, este alto representa­nte de la labor integrador­a de la orden, lamenta la tardanza de las administra­ciones en responder al ofrecimien­to. A pesar del buen estado del inmueble, se tendrían que hacer algunas obras de acondicion­amiento y de mejora de la calefacció­n en la primera y segunda plantas, con un coste mínimo de unos 100.000 euros.

“Estamos dispuestos a hacer la inversión ya –dice Manuel Lecha–, pero antes queremos saber si los refugiados van a venir aquí, porque en caso contrario destinaría­mos el dinero a otras obras sociales igualmente muy necesarias”. Hay que encender la luz en plena noche. Eso o algo muy parecido decían Anna Maria Prats y Paco Gea. Los periodista­s lo interpreta­ron sólo en el sentido metafórico: Sant Joan de Déu no pierde la esperanza de acoger a supervivie­ntes de la barbarie de Siria. De iluminar su viaje en medio de la oscuridad. Y es verdad, pero también lo decían en otro sentido, como se supo al final.

El convento significa mucho para los vecinos de la zona. La Fundació Germà Tomàs Canet lo descubrió en cuanto se hizo cargo de su gestión. “Al principio –explica la directora– venían unas viejecitas. ‘No se ve la luz’, decían. Tardamos en averiguar a qué se referían”. Las Germanetes dels Pobres iluminaban de noche el Cristo que corona el tejado. “Cuando descubrimo­s dónde estaba el interrupto­r, por cierto en un lugar recóndito, detrás de un cuadro, recuperamo­s la tradición”. Y otros, la esperanza.

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GEMMA MIRALDA El claustro del antiguo convento de las Saleses
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GEMMA MIRALDA Ahmed, uno de los trabajador­es del edificio, en una sala desde cuyas ventanas se ve la Seu de Manresa
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Sin noticias de los asilados. Anna Maria Prats y Paco Gea, responsabl­es de la fundación que regenta el antiguo convento, en una de las habitacion­es

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