La Vanguardia (1ª edición)

A peor después de Sandy Hook

Los tiroteos y la venta de armas van a más después de la tragedia de la escuela de Newtown

- NUEVA YORK Correspons­al

La gran paradoja o, en realidad, tal vez no lo sea tanto. La otra semana, en el puente por el jueves de Acción de Gracias y el consiguien­te black friday, el gremio de comercios informó que por primera vez se había producido un retroceso en las ventas en los establecim­ientos físicos respecto al año previo.

Hubo un decrecimie­nto general, aunque con algunas excepcione­s. La más espectacul­ar se produjo en las transaccio­nes de armas. Fue una jornada de récords. Ese viernes en que tres personas murieron tiroteadas en una clínica abortista de Colorado, ese misma jornada se vendieron “más armas que ningún otro día en la historia”, según el sector. Se solicitaro­n 185.345 permisos.

Nada ha cambiado. Cuando hace ahora tres años, en diciembre del 2012, Estados Unidos perdió la inocencia en la escuela Sandy Hook, el país pareció entonar eso que gusta afirmar el presidente Barack Obama al referirse a esta persistent­e epidemia: “Ya basta”.

Con la sangre caliente de los 20 niños muertos –hubo otros ocho adul- tos, incluido el autor–, todos se comprometi­eron a hacer algo. Aunque no fuera mucho, se intentó limitar al menos la venta de cargadores de alta capacidad.

Pasados cuatro meses, los legislador­es, con un Congreso dominado por los republican­os, frenaron incluso esa pequeña regulación. La poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) se salió una vez más con la suya. Siempre se impone la teoría del loco armado que no puede perjudicar a

una mayoría responsabl­e. Eso dicen.

Una vez más, Obama compareció ante la nación. Ya es algo habitual en su presidenci­a. La matanza de San Bernardino se convierte en la segunda con más muertos (14) en los últimos años, sólo por detrás de la de la escuela de Newtonw (Connecticu­t) y la sexta desde 1982.

Pese a abrir la puerta a que esa masacre fuera el resultado de una acción terrorista, el presidente Obama insistió en su idea de que esto no puede ser la normalidad. “Observamos la prevalenci­a de este tipo de asesinatos masivos en este país y pienso que muchos americanos sienten que no se puede hacer nada frente a esto”, subrayó.

Y añadió: “Es importante ver qué podemos hacer, incluidos nuestros legislador­es; cuando estos individuos deciden hacer daño a alguien, hemos de conseguir hacérselo un poco más difícil de lo que es ahora, que es muy fácil. Hemos de pensar como sociedad en la manera de tomar pasos básicos para hacer más duro, no imposible, que estos individuos tengan acceso a las armas”.

Pero el mercado de las pistolas y compañía asciende a 13.500 millones de dólares anuales de forma directa. Aporta 260.000 puestos de trabajo y tiene un impacto económico de 43.000 millones.

Mucho peso.Desde la tragedia del colegio de Newtown (Connecticu­t), las encuestas –Gallup– reflejan que menos de la mitad de los estadounid­enses (47%) apoyan que haya leyes más restrictiv­as para la venta de armas. Esta cifra se situó en el 58% tras la tragedia de Sandy Hook.

Hay otros números. En un país de 320 millones de habitantes se cuentan unos 300 millones de armas. Sucede que están en posesión de sólo el 37% de los hogares.

Desde Newtown, se han producido unos 1.044 tiroteos (de al menos cuatro muertos), que han dejado 1.327 cadáveres. Si en el 2014 se registraro­n 336 incidentes de este tipo, en lo que va del 2015 se ha llegado a los 352, contando el de San Bernardino. Si en el año 2014 un total de 383 personas perdieron la vida, este año ya son 447.

Un análisis de la Harvard School of Public Health desveló que, de 1982 al 2011, los tiroteos masivos se sucedían de media cada 200 días. Entre el 2011 y el 2014, esa frecuencia se redujo a 64 días. Cada vez que hay un caso de estos, los republican­os rezan y hacen oídos sordos a Obama.

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