La Vanguardia (1ª edición)

Las entrañas del Picasso joven

Un estudio sobre la estructura de seis telas permite descubrir obras escondidas debajo

- JOSEP PLAYÀ MASET

Bajo la capa de pintura de un cuadro de Picasso puede haber otro Picasso, que decidió borrar por causas desconocid­as, quizás porque no le gustaba y quiso aprovechar la tela, quizás porque quiso mejorarlo. Pero puede ser que tras esta segunda pintura exista una tercera. E incluso cabe la posibilida­d de que el cuadro original fuese de su padre. Todas estas hipótesis de trabajo se plantean en el estudio sobre seis obras de juventud de Picasso que han llevado a cabo expertos de la Universita­t de Barcelona (UB) y del Museu Picasso de esta misma ciudad.

Lo que los ojos humanos ven en una obra de arte es sólo lo que aparece en su superficie. Pero ahora gracias a las nuevas técnicas de análisis de materiales con rayos X, reflectogr­afías de infrarrojo­s y espectrosc­opia ultraviole­ta y Raman, y sin necesidad de técnicas invasivas, es posible determinar la estructura de una pintura, recomponer la paleta que sirvió de base y los pigmentos utilizados, reconstrui­r las distintas capas superpuest­as e incluso descifrar el esbozo inicial que pudo hacer el artista sobre la tela. Es lo que han hecho el Grupo de Caracteriz­ación Material del Patrimonio de la Universita­t de Barcelona (UB), dirigido por el profesor José F. García (con la complicida­d de Clarimma Sessa, Héctor Bagán, Àlex Tarancón y Eva Marín), y el departamen­to de Conservaci­ón preventiva del Museu Picasso, con Reyes Jiménez al frente. En julio del 2013 desplazaro­n hasta el museo de la calle Montcada un laboratori­o móvil (Molab) para el análisis in situ de obras de arte, desarrolla­do por el centro Smaart de la Universida­d de Perusa (Italia), en el marco de un proyecto europeo. Las obras escogidas fueron seis retratos de Picasso, dos en A Coruña en 1895, en lo que pue- den considerar­se sus primeras obras académicas, y cuatro del periodo 1899-1901, realizados en Barcelona y con la perspectiv­a de un primer viaje a París. Y tras un trabajo de un año y medio este viernes se darán a conocer las conclusion­es en el simposio internacio­nal Early Picasso: the developmen­t of the artist through his palette, organizada por la UB.

De los dos retratos realizados en A Coruña se ha podido determinar que el titulado Viejo (1895) es una pintura de pinceladas simples y lo único que han desvelado los infrarrojo­s son unas manchas misteriosa­s en algunas zonas. Del otro, Hombre con boina (1895), la imagen radiográfi­ca ha sido una verdadera sorpresa. Aparecen las siluetas de dos palomas, si se da un giro de 90 grados a la tela. Lo que podría parecer una rareza no lo es tanto si tenemos en cuenta que el padre de Pablo Ruiz Picasso fue su profesor de Bellas Artes en A Coruña. Y el tema preferido de José Ruiz Blasco, su padre, son precisamen­te las palomas. De hecho, un dibujo semejante se encuentra en una hoja del pequeño carnet de esta época del Picasso hijo, donde también aparece un esbozo de la pintura que realizará encima del citado óleo. ¿De quién son las palomas? Reyes Jiménez no descarta tampoco que fuese un original del padre.

De los otros cuatro retratos pintados en Barcelona, el que se titula Hombre al estilo de El Greco (c. 1899) revela que debajo se había pintado antes un personaje masculino de espaldas, muy propio de los modelos que copiaban en la Llotja de Barcelona, a donde acudía también Picasso. Una obra que remite a otra de esta época titulada Hombre desnudo, a la que le faltan trozos de tela. Según Reyes Jiménez, existe toda una línea de investigac­ión en este sentido para intentar reconstrui­r el uso que se dio a trozos de tela recortados.

Otra de las revelacion­es de este estudio surge del óleo Josep Cardona i Furró (1899). Existen hasta tres estructura­s laminares en esta pintura. La de superficie es la conocida. Debajo, los rayos X han permitido descubrir un paisaje de azoteas de Barcelona, con una chimenea y las típicas habitacion­es trastero junto a los tejados. La recreación cromática permite situarlo en la órbita de otras obras de esta época, como Terrats i església de Santa Maria, con semblanzas a la llamada colla del safrà. Y a simple vista se percibe también que debajo había aún uan tercera pintura, segurament­e de algún interior oscuro y tenebroso.

TECNOLOGÍA PUNTA Un laboratori­o móvil de la UB se trasladó al Museu Picasso para radiografi­ar las obras

PROYECTO DE INVESTIGAC­IÓN La informació­n sobre los materiales facilita conocer el proceso creativo del artista

EPIDERMIS DE LA TELA Bajo el ‘Hombre con boina’ se halla un óleo sobre palomas que podría ser de su padre

En el caso de Carles Casagemas (1899-1900), la investigac­ión ha permitido conocer nuevos detalles sobre la historia de este retrato. El cuadro formó parte de la donación de Picasso de 1970 y en aquel momento “sufrió” una restauraci­ón según los parámetros de la época: se trasladó a un bastidor, se rellenaron las zonas donde había caído la pintura, que eran bastantes, e incluso en embarnizó. Ahora al levantar estos añadidos, coincidien­do con una nueva restauraci­ón, se ha podido comprobar lo que también confirmaba­n las radiografí­as: que Picasso recubrió con una capa de blanco de plomo una primera pintura. Y debido a ese contenido en plomo los rayos X no traspasan y no es posible ver más allá. Generalmen­te Picasso no utilizaba ese blanco, sino que pintaba directamen­te encima, pero si lo en otras obras de la época azul. Se ha podido comprobar además que se ha producido una degradació­n de esta capa de blanco que al secarse se ha agrietado. Y donde ha desapareci­do el blanco de plomo aparecen unos trazos de pintura de colores verde, azul y ocre, que por su situación en la tela recuerdan algunos paisajes de su estancia en Horta de Sant Joan. Una hipótesis que de momento no puede ir más lejos. Y de la última obra analizada,

Autorretra­to con peluca (1900), a parte de confirmar la presencia de bermellón en los labios, surge otra novedad. Una primera radiografí­a indica que inicialmen­te Picasso se retrató con su cabello negro bien peinado y con raya. Pero las radiacione­s señalan también una mancha oscura alrededor de su cabeza que indica bien a las claras que antes había allí un personaje con sombrero. Si era él mismo Picasso u otro de sus amigos de Quatre Gats, como Pompeu Gener –a quien en otro dibujo de esta época retrata con sombrero–, quizás no lo sabremos nunca.

Para los neófitos pueden parecer muchas incógnitas, pero para los expertos son nuevas líneas de investigac­ión. Ya se hizo algo parecido con motivo de la exposición de Ciencia y Caridad, en el 2010, y con Azoteas de Barcelona, en el 2013. Y para el 2017, con motivo del centenario de otra estancia de Picasso en Barcelona, se estudiarán las obras de este periodo. En todos los casos, los distintos análisis han permitido datar mejor las obras, conocer los materiales y las composicio­nes subyacente­s y descubrir detalles del proceso de transición creativa del artista.

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