El volante mágico
Un viaje en el coche futurista que puede circular sin manos
Manos arriba. No es un atraco. Se trata del ejercicio que mejor muestra las prestaciones del prototipo del coche autónomo de PSA Peugeot-Citroën, capaz de circular solo por las autovías y autopistas, sin que nadie tenga que hacerse cargo del volante para tomar las curvas y cambiar de carril, ni para reducir cuando hay otro vehículo cerca o para adaptarse a los límites de la velocidad. Así, por momentos el Grand C4 Picasso parece, más que un turismo, una especie de vagón automático.
El domingo por la tarde, PSA hizo en Vigo una exhibición para la prensa, previa al viaje pionero de ayer del prototipo de coche autónomo entre las fábricas del grupo francés de la ciudad gallega y de Madrid. Fue un pequeño paseo por el futuro de la automoción, saliendo de la factoría situada justo al lado del estadio de Balaídos, el campo del Celta, para entrar en la circunvalación, una autovía que cumple con los requisitos, de una vía con dos calzadas separadas y con los carriles bien pintados, que se requieren para que este coche circule, al amparo de las normas recién dictadas por la dirección general de Tráfico.
Hubo quien echó de menos emociones más fuertes, como la de adentrarse en el vecino Portugal, donde es legendaria la agresividad de parte de sus conductores, que desconocen el concepto de la distancia de seguridad. Frente a la placidez de la circunvalación viguesa a primera hora de la tarde de un domingo de otoño sin fútbol, la incursión en el asfalto luso habría supuesto todo un reto para los radares, las cámaras digitales y el dispositivo GPS que pueblan la carrocería y que constituyen los únicos hechos diferenciales a simple vista respecto a un coche normal. Pero dentro sí que hay muchas cosas distintas, empezando por el maletero, repleto de cables enchufados en ristras, delante de lo que recuerda a la unidad central de un ordenador de mesa.
Aun sin emociones fuertes portuguesas, el viaje en lo que PSA denomina como “vehículo autónomo” resulta toda una experiencia. Al principio del recorrido no se percibía nada especial más allá de lo que se veía en los monitores que pueblan el salpicadero. Para salir hacia la autovía la conductora francesa de Citroën guió el coche por las rotondas, mientras a su lado el ingeniero galo que dirige el proyecto explicaba las características del prototipo.
El espectáculo se inició ya dentro de la circunvalación. La conductora pulsó la tecla que activa el mecanismo automático y se separó del volante. Fue el momento del manos arriba, de las extremidades ostensiblemente alejadas de un volante que ya iba solo, como el piloto automático de un avión cruzando un cielo abierto, pero mientras rodaba por el asfalto real de la periferia de la ciudad más poblada de Galicia.
El vehículo autónomo iba en el modo automático, pero la conductora no dejaba de supervisar que todo fuese bien, mientras las manos sí que le servían para poner el intermitente cuando era necesario y también para fijar la velocidad de referencia, a través de dos botones de más o menos kilómetros por hora.
No había conductores agresivos, pero sí otro coche de Citroën que tomaba fotos. Al acercarse, se apreciaba cómo la inteligencia artificial del vehículo autónomo reaccionaba, reduciendo la velocidad, como también hacía cuando se aproximaba a alguna zona con limitación de velocidad. La sensación era de que todo estaba bajo control, por las máquinas y por las manos de la conductora, que estaban cerca del volante.