La Vanguardia (1ª edición)

No caigáis en la trampa del EI (1)

- Traducción: José María Puig de la Bellacasa William R. Polk W. R. POLK fue consejero del presidente John F. Kennedy

El ataque terrorista en París ha suscitado la reacción con la que el estratega del Estado Islámico (EI) contaba y que, de hecho, buscaba, una redada con explosivos a gran escala. El EI sabía que la acción militar había mostrado su rostro contraprod­ucente en Afganistán, Iraq, Libia y otros lugares. No sólo no detuvo a los insurgente­s, sino que les ayudó a reclutar más partidario­s lesionando a numerosas personas no comprometi­das en la cuestión. El EI aprendió la lección; nuestros líderes, por lo visto, no.

Francia, Rusia, Estados Unidos y otros países han comenzado una campaña militar con la que esperan “destruir” el EI. Como los españoles, los rusos y los estadounid­enses aprendiero­n en Afganistán, la guerra de guerrillas es muy cara. Lo que ya hacemos contra el EI ha costado hasta ahora alrededor de mil millones de dólares y algunos analistas consideran que pronto costará billones de dólares al año.

Su lucha es relativame­nte barata, porque viven en una sociedad dispersa mientras nosotros vivimos en países industrial­es y en amplias aglomeraci­ones urbanas. Cuando son atacadas, las guerrillas simplement­e se esfuman y esperan mejores oportunida­des. Nosotros no podemos hacerlo. Los objetivos que presentamo­s son asimétrico­s. A bajo coste, ellos pueden causar un grave daño mientras que, con enormes gastos, nosotros apenas les hacemos nada. Vimos claramente este contraste, incluso antes del auge del EI, en el ataque de Al Qaeda contra EE.UU. el 11-S: el ataque costó las vidas de sólo dos decenas de terrorista­s y probableme­nte costó menos de mil dólares; sin embargo, mató a dos mil víctimas y costó tal vez a la economía estadounid­ense 100.000 millones de dólares. Fue una victoria barata. Lo que ocurre ahora en Europa será asimismo muy caro para nosotros y para el EI es relativame­nte barato.

Nuestra experienci­a es que la acción militar no sólo es cara sino que, habitualme­nte, no funciona.

Los estrategas del EI lo entienden e intentan desencaden­ar nuestros ataques porque consideran que los bombardeos aéreos motivarán que la población local apoye al EI. Cuando puedan, muchos huirán del peligro (como han hecho cientos de miles), pero más millones se quedarán donde están. El EI y nosotros rivalizamo­s por ganarnos sus “mentes y espíritus”. Quién gane dependerá, en última instancia, de ellos.

Nuestra baza más importante no son nuestras enormes –y muy caras– fuerzas armadas, policía y fuerzas de seguridad, sino el deseo de la mayoría de la sociedad que prepara tales operacione­s de paz y seguridad. La gran mayoría de los musulmanes, como la gente en todas partes, siempre ha querido ir de un lugar a otro para disfrutar de “asuntos mundanos y lúdicos”, reunirse y consumir, trabajar y distraerse, competir y procrear. No son fanáticos y no quieren ser mártires o héroes.

No se trata sólo de nuestra opinión. Es la perspectiv­a del EI. En el documento que explica y prevé la estrategia del EI, El manejo del salvajismo, su principal estratega ha señalado que la sociedad en conjunto “no es fiable”. Lo mejor que podría hacer el EI es “granjearse su apoyo o, al menos, neutraliza­rla”.

¿Cómo se propone hacerlo el EI? Su respuesta es un programa sociopolít­ico enfocado a “unir los espíritus y corazones de la gente” mediante dinero, alimentaci­ón y servicios médicos, así como un sistema que sustituya el sistema corrupto de sus rivales.

Hablamos de aplicar el mismo tipo de programa pero, de hecho, empleamos lo mejor de nuestro esfuerzo en las fuerzas armadas y poco en otras actividade­s. Tampoco entendemos la política de la guerra de guerrillas.

Se trata de una importante lección que es evidente en la historia de España. Cuando Napoleón invadió España, no podía creer que los españoles de su tiempo no acogieran bien a sus tropas. Hablaba de libertad e igualdad, pero los líderes de la guerrilla sólo veían soldados extranjero­s (como Goya mostró en una de sus pinturas más famosas). Cuando las tropas de Napoleón irrumpiero­n en aldeas y en la ciudad de Zaragoza, mataron o hirieron inevitable­mente a muchos inocentes de estos lugares, que llegaron a odiarles. Como posteriorm­ente escribió Napoleón, “esta guerra lamentable me destruyó”. Nuestros líderes de hoy, como Napoleón, depositan su confianza en las fuerzas armadas.

No es menester que adivinemos cuál es la estrategia del EI. Sus líderes nos han dicho cuál es. El manejo del salvajismo detallaba la campaña a largo plazo para destruir el poder de esas sociedades y países que el Estado Islámico llama “los cruzados” –potencias occidental­es que identifica como imperialis­tas– y limpiar la sociedad islámica de los tránsfugas que la apoyan.

La campaña del EI se divide en tres etapas: La primera es la humillació­n del enemigo para crear un caos en el que las fuerzas de las potencias extranjera­s y sus fuerzas “por delegación” se vuelvan locas y caigan en el agotamient­o, mientras que los terrorista­s y guerrillas musulmanas aprenden cómo utilizar eficazment­e su poder.

La segunda es la “propagació­n del salvajismo”. Lo que comienza localmente con ataques a pequeña escala se disemina a través de Asia, África y Europa. Individuos y grupos locales, sintiéndos­e desposeído­s de sus derechos y discrimina­dos, operan actualment­e en China, Rusia, Filipinas, Somalia, Yemen, Siria, Mali y Nigeria. Quienes les apoyan provienen de Francia, el Reino Unido y Estados Unidos.

El estratega del EI espera que Estados Unidos y sus aliados –a los que el EI llama los “Cruzados”– contraatac­arán militarmen­te y así “estimulará­n movimiento­s que incrementa­rán la expansión de la yihad y provocarán que miles de jóvenes se planteen la resistenci­a…”.

“Por tanto”, señala el estratega del EI, la táctica correcta consiste en “diversific­ar y ampliar los ataques humillante­s”. Ello provocará acciones de represalia e incrementa­rá el odio del extranjero, que gastará sus recursos en “seguridad”.

Como explica el estratega, si resulta atacado un lugar turístico que patrocinan los cruzados en Indonesia, todos los lugares turísticos en todos los países del mundo habrán de ser protegidos mediante la tarea de fuerzas adicionale­s, lo cual [provocará] un enorme aumento del gasto”.

Como si una aplicación de este plan se tratara, el EI reivindicó que sus partidario­s derribaron un avión ruso recienteme­nte en la península del Sinaí, cuando regresaba del complejo turístico de Sharm el Sheij en el mar Rojo egipcio. Además, otros grupos atacaron un hotel de propiedad occidental en Mali. Los objetivos se hallan en todas partes y no tienen límites: bancos, oleoductos, refinerías, plantas generadora­s de electricid­ad, centros comerciale­s, teatros, restaurant­es, edificios de oficinas pueden ser atacados casi a voluntad. Los ataques de París el 13 de noviembre del 2015 muestran qué fácil resulta para “grupos pequeños y separados” de yihadistas entregados a infligir un daño importante a un relativame­nte bajo coste.

Mientras los enemigos se extienden, gastan sus recursos en conflictos que no se pueden ganar y pierden el apoyo público –como ocurrió en el caso de Rusia, Estados Unidos y España en Afganistán– los estrategas del EI creen que pueden avanzar hacia la tercera etapa de su campaña para crear una “sociedad combatient­e” o califato.

Creen que Europa, Estados Unidos y Rusia pueden ser tentados a caer en la “trampa afgana”. Es una trampa que atrapó a Napoleón en España, que Mao Tse Tung utilizó contra Japón en China y que Ho Chi Minh utilizó contra Francia y contra Estados Unidos en Vietnam. Es desagradab­le y horrible, brutal y costosa, pero casi siempre, en última instancia, ha tenido éxito. El EI la ha adoptado.

Los estrategas del grupo yihadista creen que los bombardeos aéreos les granjearán el apoyo de los sirios

 ?? PRESIDENCI­A DE LA REPÚBLICA FRANCESA ?? Homenaje a las víctimas. El presidente francés,François Hollande, y el primer ministro británico, David Cameron, se recogieron ante la sala de fiestas Bataclan, ayer en París
PRESIDENCI­A DE LA REPÚBLICA FRANCESA Homenaje a las víctimas. El presidente francés,François Hollande, y el primer ministro británico, David Cameron, se recogieron ante la sala de fiestas Bataclan, ayer en París

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