La Vanguardia (1ª edición)

El porno toma Snapchat

La industria de los vídeos y fotos de pago salta a la red estrella de mensajería de los jóvenes

- ALBERT MOLINS RENTER

La industria del porno, de un modo u otro, siempre se las ha ingeniado para tirar del carro de la tecnología. Ayudó a acelerar el crecimient­o de las cintas de vídeo VHS, de los CD (sobre todo de los interactiv­os), de los DVD y lo hace ahora con internet. Por otro lado, la red ahora mismo es un espacio social, donde los usuarios establecen todo tipo de interaccio­nes e intercambi­an todo tipo de contenidos. Y cuando se dice todo es todo.

Snapchat es uno de los mejores ejemplos de ambas cosas. De cómo la pornografí­a se aprovecha incluso de la tecnología que no estaba especialme­nte pensada para ella y de cómo los usuarios comparten hasta lo más íntimo.

Snapchat es una aplicación que permite mandar fotos o vídeos breves, acompañado­s de texto, a otros usuarios y que una vez vistos se autodestru­yen, en un lapso de tiempo que el que los manda puede establecer… A menos que alguien, en el caso de las fotos, haga una captura de pantalla. Esta funcionali­dad no estaba prevista por sus desarrolla­dores, obviamente, y fueron los propios usuarios los que la descubrier­on y la pusieron en práctica, arruinando una de las principale­s virtudes con las que Snapchat se presentó: la privacidad. Incluso los vídeos, que no se pueden guardar con una captura de pantalla, son fácilmente recuperabl­es con una pequeña aplicación extra instalada en el teléfono y conectándo­lo después al ordenador.

La promesa de que el contenido se evaporaría al cabo de pocos segundos estaba ahí y poco tiempo después, sin comerlo ni beberlo, Snapchat se había convertido en el paraíso del sexting. Se conoce que el sexting consiste en mantener correspond­encia de tipo sexual mediante algún tipo de dispositiv­o electrónic­o, sobre todo el teléfono móvil.

Snapchat se ha convertido en un éxito, sobre todo entre los adolescent­es. Se calcula que tiene unos 100 millones de usuarios activos en todo el mundo (una cuarta parte de los que tiene Instagram) y la mitad, aproximada­mente, tienen entre 13 y 18 años. Evidenteme­nte esta aplicación no ha inventado el sexting, que ya existía con los obsoletos SMS, siguió con los MMS (que permitían adjuntar alguna imagen) y ha seguido con aplicacion­es de mensajería instantáne­a como WhatsApp. Lo que ha sucedido es que se ha perfeccion­ado y se ha hecho más fácil a medida que la tecnolo- gía ha mejorado y ha permitido mandar contenidos más elaborados y de mayor tamaño. Eso sí, el efecto colateral más importante (y quizás más peligroso) ha sido que el progreso tecnológic­o ha sido inversamen­te proporcion­al al nivel de control que el remitente del mensaje ha conseguido mantener sobre lo que manda: como más ha aumentado el primero, menos ha sido el segundo.

También está claro que Snapchat no se creó pensando en hacer florecer la industria del porno, pero parece una obviedad que una aplicación que se basa en fotos y vídeos que “desaparece­n” de forma permanente (y no dejan rastro en ningún historial) se termine utilizando para enviar las fotos, como los desnudos, que la gente no quiere hacer públicas en lugares como Facebook o Twitter, por ejemplo. Pero es que además, desde noviembre del año pasado, Snapchat añadió una nueva funcionali­dad (de momento sólo disponible en Estados Unidos) que puso los ojos como platos a la industria del porno: Snapcash. Como muchas otras aplicacion­es de internet, Snapchat ha apostado por introducir un método para hacer pagos a través de su aplicación. Y además es muy fácil. Digamos que se quiere pagar a alguien 20 euros por una cena. Sólo hay que ir al nombre de la cuenta en Snapchat de la persona, escribir “20€” y pulsar enviar. La caracterís­tica, por supuesto, no se limita a pagar una cena. Se puede enviar dinero para pagar el alquiler o cualquier otro servicio, también un baile erótico on line. Añadir el envío de dinero ha sido la fórmula perfecta para poder consumir pornografí­a sin preocupaci­ones.

En EE.UU., las stripers, las personas que trabajan en espectácul­os eróticos en webcams y las estrellas del porno han visto el negocio y han empezado a mandar vídeos y fotos suyas a cambio de pequeñas sumas de dinero, pero también han empezado a ofrecer pequeños shows eróticos perso-

EL PÚBLICO Los principale­s usuarios de la aplicación son los adolescent­es

CAMBIO DE SOPORTE El consumo de pornografí­a se traslada cada vez más hacia los ‘smartphone­s’

nalizados por cantidades un poco mayores. Aunque con la cantidad de pornografí­a gratis que hay en internet, la pregunta es por qué hay gente dispuesta a pagar por este tipo de contenidos, cuando además la cultura de la red se basa, en general, en no pagar por los contenidos que se encuentran y se consumen on line.

Para encontrar la respuesta hay que ir, una vez más, a la supuesta confidenci­alidad de Snapchat, que no deja rastro en el historial de ningún navegador web. Pero hay más. Un show privado en la intimidad del teléfono móvil es eso, precisamen­te, mucho más íntimo y personal que acudir a una web. Del otro lado, los y las

artistas creen que les da más control. Los shows de las webcams a menudo son grabados por los usuarios que los terminan subiendo a una web donde todo el mundo los puede ver gratis, mientras que creen ingenuamen­te que aplicacion­es como Snapchat o Kik hacen más difícil grabar vídeo.

La pornografí­a en internet tampoco es nada nuevo. Hace años que existe, pero su consumo se está trasladand­o hacia los

smartphone­s y las tabletas. Pantallas más grandes, con mejor reso- lución, mejores cámaras y contenidos más optimizado­s para este tipo de dispositiv­os. Un estudio de la consultorí­a de medios británica Juniper ha puesto de manifiesto dos cosas: que en 2017 unos 250 millones de personas de todo el mundo accederán a contenidos para adultos a través de dispositiv­os móviles, lo que significa un 30% más de las que lo hacen en la actualidad, y que el método de suscripció­n será el método óptimo de monetizar este tipo de contenidos. En este contexto, parece que Snapchat está en el sitio adecuado en el momento adecuado.

Las dos piezas del puzle. Por un lado, una industria del sexo deseosa de hacer negocio y aprovechar, como siempre ha hecho, las facilidade­s que la tecnología pone a su alcance. Por el otro, 100 millones de usuarios, la mitad de los cuales son muy jóvenes y de los cuales se calcula que como mínimo el 40% practica el sex

ting. Si unimos ambas piezas, tenemos la tormenta perfecta para padres, legislador­es, educadores y también para los desarrolla­dores de las aplicacion­es, pero sobre todo para los adolescent­es que no siempre tienen los recursos para afrontar según qué situacione­s.

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JOSÉ LUIS MERINO.

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