Adiós, vergüenza
Profesores de la UOC analizan cómo a través del WhatsApp las personas relajan las normas y se vuelven más intrépidas y directas
Declaraciones de amor, propuestas sexuales subidas de tono, bromas pesadas, o incluso romper con la pareja. Son algunas situaciones que hoy día se tratan o resuelven con un mensaje instantáneo por culpa de WhatsApp.
Hace unos años, no muchos, con el boom de las redes sociales todo se ha digitalizado, la comunicación, los amores, incluso las relaciones se han digitalizado. Y las declaraciones de cariño, las cartas de amor, el arte de querer, de amar, han perdido todo su valor frente a los insustanciales e instantáneos watsaps.
“La gente se hace más intrépida porque en WhatsApp no tienes la respuesta a la vergüenza. El freno social viene de la mirada del otro. La vergüenza es el gran mecanismo básico de control y regulación social, y en WhatsApp este freno está amortiguado o retardado”, explica el sociólogo y profesor Francesc Núñez, director del programa de Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Pero además de la comunicación instantánea, de la inmediatez que nos permite, de romper el tiempo y la distancia, esta nueva forma de mensajería tiene una serie de consecuencias no deseadas: “Genera nuevas formas de obligación; genera grandes expectativas de respuesta. Porque tú cuando envías un mensaje lo envías con una intención que muchas veces se ve defraudada o no alcanza la respuesta que se espera y esto puede generar malestar y decepción. Hay que entender que tú estás en una circunstancia y el receptor está en otra y no son compartidas. Hay que aprender a amortiguar el malestar de estos efectos, a comprender su contexto, a refrenar estas exigencias”, declara Núñez.
Otra gran exigencia que tiene esta aplicación son los grupos. Hay de todo. Pero en la gran mayoría no pueden faltar las bromas, las fotos, los videos, o chistes, muchas veces subidos de tono o denigrantes. Manuel Armayones, profesor de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, explicó que no es nada fácil salir de un grupo ya que “los ingenieros de WhatsApp se asesoraron muy bien por psicólogos expertos en mantenernos continuamente conectados a estas aplicaciones, porque cuanto más estemos en redes sociales, más be- neficios sacan ellos. Y en WhatsApp cualquier persona puede darnos de alta en un grupo, sin nuestro permiso, y no podemos salir de éste sin que todos los miembros reciban la notificación que la persona ha abandonado el grupo. Deberíamos de pensar de cuántos grupos no salimos para no dar explicaciones del porqué.”
“Hemos de aprender a desconectar sabiendo que no es tan grave. Que se puede entrar y salir y no pasa nada. Nosotros somos los que nos aplicamos los medios y las sanciones más que el resto del mundo”, afirmó Núñez.
Ahora la rapidez lo domina todo y las relaciones sociales no pueden escaparse de ella. Todavía no sabemos si estas aplicaciones han venido a liberarnos o a atarnos.