La Vanguardia (1ª edición)

Sobre el 27-S

- José Antonio Zarzalejos

La en latín cláusula rebus sic stantibus permite alterar el cumplimien­to de los contratos y acuerdos. Una obligación asumida en unas determinad­as condicione­s y circunstan­cias puede devenir inejecutab­le o perjudicia­l si estas o aquellas cambian de manera importante o sustancial. Aplicada esta cláusula a la política –lo que sería perfectame­nte lógico–, el presidente de la Generalita­t podría replantear su inicial decisión de convocar elecciones catalanas el próximo 27 de septiembre en atención a hechos sobrevenid­os que no pudieron tenerse en cuenta con exactitud cuando en enero pasado asumió el propósito de convocar los comicios.

El 24-M ha alterado muy profundame­nte no sólo el escenario catalán sino también el español a tal punto que celebrar esas elecciones el 27-S resultaría contraprod­ucente no sólo para los propósitos independen­tistas –al discrepar con ellos, nada me debiera preocupar que así sucediese– sino también para los de iniciar un nuevo proceso de negociació­n que permita llegar a acuerdos satisfacto­rios para evitar una crisis constituci­onal y atender a todos los intereses en presencia. Y sortear así la frustració­n –eso sí que a muchos españoles interesa– que conllevarí­a un fracaso del proceso soberanist­a que con los resultados de las municipale­s en Catalunya parece más verosímil ahora que antes del 24-M.

CiU, que es la fuerza vertebral del soberanism­o, se va dejando poco a poco jirones de fuerza electoral. La pérdida del Ayuntamien­to de Barcelona a manos de Bcomú –una plataforma de izquierda social heterogéne­a sin una definición programáti­ca clara ni para unos ni para otros– en combinació­n con el descenso de la federación nacionalis­ta en 100.000 votos respecto de las municipale­s del 2011, sazonados esos datos con los de las encuestas que entrevén un mal resultado para convergent­es y democristi­anos el 27-S –si van juntos a los comicios–, son circunstan­cias que establecen un marco general en el que unas elecciones contradict­oriamente calificada­s de plebiscita­rias provocaría­n una tensión extraordin­aria en Catalunya y en el conjunto de España.

Existe una oportunida­d de oro para otear la cuestión catalana desde el punto de vista del acuerdo y la transacció­n. Y esa oportunida­d consiste en la formación en noviembre próximo de un Congreso y de un Senado más fragmentad­os y, por ello, mandatados a la negociació­n y al pacto, no sólo de de- terminadas reivindica­ciones catalanas, sino de muchas otras pendientes, también de profundo calado. Según los datos del 24-M, los partidos soberanist­as (CiU, ERC y CUP) lograron 1.400.000 sufragios, y todas las demás formacione­s, más de 1.560.000. La partida mal llamada plebiscita­ria no la va a ganar el independen­tismo, pero, si introducim­os un angular estadista en este espinoso asunto, ¿a quién interesa que haya vencedores y vencidos? Ni a la mayoría de los catalanes ni a la mayoría de los demás españoles.

Una extrapolac­ión de los resultados del 24-M sobre las elecciones generales –depende de que se proyecten las autonómica­s o las municipale­s– arrojaría un Congreso de los Diputados en el que el PP tendría, en el peor de los casos, 120 escaños y en el mejor 132, y el PSOE, 108 y 119. Y estarían representa­dos Podemos, Ciudadanos, CiU, IU y ERC. Un mosaico en el que se abriría paso, segurament­e, un nuevo tiempo si Artur Mas no confunde los ritmos políticos. El president puede agotar la legislatur­a en noviembre del 2016 con CDC refundado y una acción de gobierno más dilatada, conociendo, además, la nueva correlació­n de fuerzas en las cámaras legislativ­as del Estado y, por consecuenc­ia, el nuevo Gobierno.

España en su conjunto ha entrado en una nueva era política en la que se van a replantear a fondo asuntos y cuestiones que por razones generacion­ales y de identidad ideológica de los dirigentes de la transición ahora no están en el orden del día. La cuestión territoria­l que plantea Catalunya es –con los temas de orden económico y social– la más importante y prioritari­a del nuevo tiempo político español. No sería razonable que una convocator­ia innecesari­amente precipitad­a restringie­se el margen posible para un acuerdo que evitaría, especialme­nte, un grave disenso en Catalunya y un renovado enquistami­ento de posiciones en el resto de España.

La terapia consistent­e en los efectos curativos del tiempo –que es la que aplica Rajoy– podría prolongars­e en la próxima legislatur­a si el president Mas, a la vista de las circunstan­cias, mueve ficha antes de tiempo, perdiendo, aún más, el control de la situación política en Catalunya y distancián­dose así de las posibilida­des que ofrece la apertura de una nueva etapa política en España que el 24-M ha preanuncia­do con una claridad meridiana. La decisión está en sus manos.

El president puede agotar la legislatur­a y conocer de antemano el nuevo escenario español

 ?? ANNA PARINI ??
ANNA PARINI
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain