Yasmina Resurrección
Yasmina Resurrección es una estudiante de la Universidad de Málaga que, a pesar de tener un 8,6 de media en sus estudios de Publicidad y Relaciones Públicas, no podrá terminar la carrera. Necesita un milagro después de que el Gobierno central y la Junta de Andalucía le hayan denegado la beca. Está ya en tercer curso y nunca ha disfrutado de ninguna ayuda, pero ahora no podrá afrontar el pago de la matrícula. Son 850 euros –suponiendo que no repita ninguna asignatura– que no tiene.
El padre ya hace mucho tiempo que no trabaja y sólo viven del dinero que gana la madre limpiando en una academia dos veces por semana y vendiendo en un “baratillo”. De hecho, la beca ha sido denegada porque superan algún tipo de umbral patrimonial, pero lo cierto es que tienen una comunicación del banco para ser desahuciados.
Seguramente este desatino se podrá subsanar, pero hay muchos casos más de jóvenes en Catalunya y España que no pueden estudiar porque la situación familiar no se lo permite y el sistema de becas es deficitario e ineficaz.
La Fundació Bofill acaba de publicar un estudio en el que queda bien claro el gasto insuficiente que la administración dedica a esta medida imprescindible para generar oportunidades sociales entre los jóvenes en peores situaciones de desigualdad. El porcentaje de gasto en educación es en Europa, por término medio, del 7,5% y en cambio aquí no alcanza a la mitad: en Catalunya es un 3,8% y en España, un 3,5%. Y por si ello no fuera poco, la estructura y requisitos de las ayudas excluye a casi una tercera parte de los estudiantes más vulnerables y además las ayudas se concentran en los estudios universitarios a los que la mayoría no llegan.
Seguramente –es más un deseo que una certeza– Yasmina acabará consiguiendo los 850 euros de la matrícula, pero ello será insuficiente. Hemos de tener muy presente que estudiar cuesta dinero, incluso estando matriculado en un centro público. Hay que contar desplazamientos, fotocopias, cursos o certificados de idiomas... y toda una serie de gastos añadidos que cuando no se tiene dinero, a pesar de poder ser calificados de menores, son gigantes para presupuestos inexistentes. Todo eso sin tener en cuenta que en situaciones de pobreza lo que es realmente inalcanzable es el coste de no trabajar, aunque sólo sea por un sueldo de miseria.