Botella llena
Es lo de la botella medio llena o medio vacía. Los hay que han puesto el grito en el cielo, han recordado la secular obsesión española por despreciar cualquier idioma que no sea el castellano y han rematado con el mantra del “no hay nada que hacer”. Y tienen razón porque, a diferencia de países seriamente democráticos que nunca permitirían el ninguneo y la persecución de un patrimonio cultural tan importante como es un idioma, en España eso es normal. La historia española es también la historia de una obsesiva colonización cultural y lingüística. Y aún estamos ahí, con el delirio de intentar quebrar la unidad lingüística del catalán, o inventándose nombres surrealistas para el catalán de la Franja, o trabajando denodadamente para que desaparezca de las Illes o del País Valenciano. Y en Catalunya, más de lo mismo, con ataques permanentes desde todos los flancos. España no es, lingüísticamente, ni un país democrático, ni tolerante, ni permisivo, y su instinto colonial se mantiene inalterable al paso de la modernidad. Es la tesis que verbalizaba ayer mismo el inefa-
España es suya, es su coto cerrado, y no de los que hablan las lenguas de las reservas indias
ble Inda cuando, emulando viejos tiempos, espetaba en televisión que en España hay que hablar español. ¿Por qué? Porque España es suya, es su coto cerrado, y no de los que hablan las lenguas de las reservas indias. La anti-Europa más cañí...
Sin embargo, y a pesar de esa botella medio vacía, lo que ha ocurrido con el entrenador del Eibar, Gaizka Garitano, que se fue de una rueda de prensa cuando le afearon que hiciera algo tan insólito e insoportable como responder en vasco a una pregunta en vasco, muestra, también, la botella medio llena. Porque en esta marea permanente de intolerancias, donde parece normal el desprecio de un Estado a idiomas milenarios que hablan sus ciudadanos, también hay auténticas islas de comprensión que consideran normal aquello que debería ser normal. La noticia, pues, sobre Garitano no es que unos periodistas sacaran su ADN intolerante, porque eso forma parte del ritual histórico español. La noticia es que otros periodistas les afearan el gesto y defendieran el derecho de Garitano a responder en vasco. Esa actitud, que desgraciadamente es inusual, nos obliga a recordar que en España hay muchas Españas y que siempre hacen más ruido los impresentables. Pero más allá del tipo que se pone nervioso porque es incapaz de disfrutar de la maravilla de escuchar un idioma tan arcaico como bello, están los ciudadanos de la otra España machadiana, capaces de dar la mano y no el puño a los que somos distintos. Desgraciadamente esa España que comprende y acepta las diferencias no ha ganado en la historia, pero late bajo el asfalto de los intolerantes. Por eso, a pesar de todo, este artículo es optimista. Porque la lupa no la sitúo sobre los Indas que desprecian cuanto ignoran, sino en los Lorcas y en los Machados que primero respetan y, después, aprenden.