La Vanguardia (1ª edición)

Patriarca de un imperio

- GLORIA MORENO

Suecia acaba de perder al patriarca de una de las dinastías financiera­s más poderosas del país. Peter Wallenberg falleció ayer a los 88 años en su casa de la isla de Värmdö, cerca de Estocolmo, tras una vida entregada a las finanzas y a los numerosos negocios de una de las familias más pudientes de Europa. A través de la sociedad Investor AB, su estirpe controla algunas de las principale­s compañías del país, tales como Ericsson, Electrolux, Saab o la institució­n bancaria SEB, cuya fundación en 1856 dio origen al imperio.

A menudo comparados con los Rockefelle­r o los Rothschild, los Wallenberg son la familia más influyente de Suecia. Llevan dominando la realidad financiera e industrial del país escandinav­o desde hace casi 160 años, después de que el bisabuelo de Peter, André Oscar Wallenberg (1816-1886) fundara el Stockholms Enskilda Bank (SEB), que sigue siendo uno de los principale­s bancos del país.

Entre los miembros de esta fructífera dinastía figuran importante­s banqueros, industrial­es, políticos y diplomátic­os. Todos ellos personajes clave en la construcci­ón de la Suecia moderna. Knut (1853-1938), el abuelo de Peter, por ejemplo, fue ministro de Asuntos Exteriores durante la Primera Guerra Mundial.

Aunque el más conocido en todo el mundo quizás es un primo lejano, el diplomátic­o Raoul Wallenberg, considerad­o un héroe de la Segunda Guerra Mundial. Raoul salvó a miles de judíos húngaros del Holocausto desde su posición de enviado especial de Estocolmo en Budapest. Una vez finalizada la guerra, sin embargo, fue arrestado por los soviéticos, que le acusaban de espiar para Estados Unidos y le trasladaro­n a una cárcel de Moscú, donde supuestame­nte murió.

Nacido en 1926, Peter se llevaba catorce años con Raoul. Sin embargo, lejos de las heroicidad­es de la guerra, la suya fue una vida marcada por los negocios de la familia.

Con un hermano mayor, Marc, por encima de él, Peter no era el preferido de su padre para liderar el grupo y, de hecho, no se le entrenó para ello.

Su estirpe controla grandes compañías de Suecia, como Ericsson, Electrolux, Saab o el banco SEB

Tras licenciars­e en Derecho, empezó a trabajar en Atlas Copco (ATCOA), una de las empresas de la familia, especializ­ada en la producción de equipos de construcci­ón industrial. Pasó algunos años en Estados Unidos, África y el Reino Unido.

En 1971, sin embargo, el suicidio de su hermano le forzó a cambiar de planes. Ambos se sentían muy cercanos el uno del otro y, años más tarde, Peter todavía no se explicaba cómo no lo había visto venir, pues había estado hablando con él sólo dos horas antes de que se quitara la vida.

Tras lo ocurrido, Peter tuvo que afrontar la desconfian­za de su propio padre, que nunca había creído en él. Durante los primeros años, de hecho, el progenitor prefirió seguir al frente del conglomera­do, con lo que Peter no se convertirí­a en jefe supremo hasta la muerte de éste, en 1982.

Tras superar las primeras reticencia­s, no obstante, demostró tener la visión e inteligenc­ia requeridas para afrontar el cargo con éxito. Cosa que hizo hasta 1997, año en el que le cedió el puesto a su hijo Jacob y, con él, a la quinta generación Wallenberg.

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MARK EARTHY / AP

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