La Vanguardia (1ª edición)

Y la política perdió el poder

Zygmunt Bauman reclama más control al poder financiero

- JOSEP MASSOT Barcelona

Zygmunt Bauman prosigue a sus 88 años denunciand­o los efectos devastador­es de un sistema que valora al ser humano sólo por su utilidad económica. Publica en España sus ensayos sobre la educación en la sociedad líquida (Paidós) y ayer habló en el CCCB de mundo donde las cosas suceden muy rápido y “donde los cambios inesperado­s y radicales nos siguen sorprendie­ndo, como ha pasado en España. Lo que sucede –dijo– es que vivíamos en un mundo irreal. Nos habíamos acostumbra­do a creer que hoy era bueno; el mañana mejor, y el pasado mañana, el paraíso. Por el contrario, ahora pensamos que el hoy es malo, el mañana es peor, y el pasado mañana, el apocalipsi­s”.

La culpa no es del ciudadano que se endeudó, sino de la inocencia con la que se dejó entrampar en la sed de consumismo. “No vimos las señales del pe-

El sociólogo cree que la gente se deja entrampar dócilmente en el anzuelo consumista

ligro que nos acechaba. Antes, el banco te enviaba una carta por correo postal para animarte al ahorro, y después te seducían para que pidieras un crédito y, cuando no podías pagarlo, te ofrecían otro crédito para pagar el crédito anterior hasta que la deuda se hizo inasumible. Antes, el ciudadano ahorraba para comprar. Después, compraba sin tener dinero. Se entregó a una mentira, o si no les gusta la palabra, se pecó de inocencia. Y una economía inocente nunca puede ir bien”.

Bauman cita otros ejemplos para demostrar que el neoliberal­ismo ha logrado manejar a su antojo la mente consumista del ciudadano. “Siempre ha tenido ingenio para encontrar territorio­s vírgenes para sacar beneficio. A principios del siglo XX, en la época imperialis­ta, conquistab­a territorio­s y extraía rentabilid­ad de los países no capitalist­as que se convertían al capitalism­o. En Occidente y en el presente, se las ingenia para explotar otros territorio­s vírgenes.

Cuando salió el iPhone4, 9 millones de personas compraron el nuevo aparato el primer día que se puso a la venta. Al poco tiempo, salió el iPhone5 y 9 millones de personas los compraron el primer día de venta. Eso quiere decir que nueve millones de personas desecharon sus iPhone4, que todavía servían”. Otro ejemplo anecdótico: “Hace años no se veía a la gente por la calle con botellas de agua a no ser que estuvieras en el Sáhara. Ahora, cuando vas al aeropuerto, en la zona de seguridad te quitan la botella, la tiran y después te compras otra”.

¿Cuál es el mal de nuestro tiempo? “El divorcio entre el poder y la política. Poder es, por definición, la capacidad de hacer cosas. Política, la habilidad de decidir qué cosas hay que hacer. Hace años, el poder residía en el Estado Nación y la gente lo podía cuestionar. Hoy, el poder se ha emancipado del control político. Y el político no tiene poder ni para decidir ni para hacer. Los jóvenes, que antes aspiraban a mejorar la situación de sus padres, ahora, tras años de esfuerzo formándose, no tienen posibilida­des de trabajo y, si lo tienen, es uno temporal o mal pagado. No es verdad que a los jóvenes no les interese la política, lo que pasa es que los políticos están sometidos a dos presiones. A la de su electorado y al FMI, el Banco Mundial y los burócratas de Bruselas. Y el joven se desentiend­e y busca otras maneras de hacer política, como los indignados u ocupa Wall Street. Por cierto, sus financiero­s son los únicos que no han cambiado: siguen cobrando sus sueldos y primas desorbitad­as”.

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LLIBERT TEIXIDÓ Zygmunt Bauman, de 88 años, pronunció una conferenci­a en el CCCB

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