La Vanguardia (1ª edición)

Herida política de gravedad

- Isabel Garcia Pagan igarcia@lavanguard­ia.es

Confiar en todos es insensato, pero no confiar en nadie es una neurótica torpeza. Si la falta de confianza se atribuye a la actuación de las institucio­nes, la consecuenc­ia de la máxima del satírico Juvenal puede ser una herida de muerte en el sistema político. El último barómetro del CIS revela que la preocupaci­ón de los ciudadanos por la corrupción ha aumentado veinte puntos en un mes y el malestar por la actuación de los políticos y los partidos no pierde comba. Desconfian­za en el sistema alimentada por el sistema mismo.

Por pérdida de confianza el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, puede desempolva­r procedimie­ntos para deshacerse del fiscal jefe de Catalunya. Aunque no sea la primera vez que Martín Rodríguez Sol pisa el charco político de la consulta soberanist­a. A principios de febrero declaró que “habrá que encontrar un marco legal” para dar respuesta a las aspiracion­es de los catalanes. No pasó nada. Claro que entonces el Parlament había aprobado su declaració­n soberanist­a pero el Gobierno no había decidido vehicular su relación política con la Generalita­t a través del Tribunal Constituci­onal. Tampoco se le recordó el voto de silencio que ahora reclama el ministro de Justicia a jueces y fiscales por manifestar­se molesto porque Oriol Pujol “use la bandera para proteger actividade­s particular­es”.

La dimisión forzada del fiscal de Catalunya se empaqueta con la falta de confianza dentro de un sistema de dependenci­a jerárquica. Otra cosa es que la actuación de un político lance una sombra de sospecha que pueda quebrar la confianza en una institució­n del Estado. Por-

La batalla política tiene como límite quebrar la confianza en una institució­n del Estado, y los Mossos son Estado

que los Mossos d’Esquadra son Estado.

Por pérdida de confianza en el mando político, la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, consuma su ruptura institucio­nal con la policía catalana y releva su servicio de seguridad –en el ámbito público y familiar– por la Policía Nacional. Pero ni el borrador fantasma de la policía nacional sobre las inexistent­es cuentas de Artur Mas en Suiza, cuyo autor el Ministerio del Interior sigue sin encontrar, ni la supuesta presencia del coche de un mando de los Mossos cerca del domicilio del propietari­o de Método 3 pueden desacredit­ar el trabajo de uno u otro cuerpo policial. Más aún cuando la nebulosa que acompaña los trabajos de la agencia de detectives obligará hasta al director del CNI a aclarar en el Congreso oscuras situacione­s.

La responsabi­lidad institucio­nal debe situarse por encima de la crítica política y la batalla partidista. La presidenta de los populares puede proclamar en sede parlamenta­ria que el president Artur Mas no la representa, pero la policía catalana le ha servido y, pese a su discrepanc­ia política, le seguirá sirviendo de forma responsabl­e en la calle como al resto de los ciudadanos en Catalunya.

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