Herida política de gravedad
Confiar en todos es insensato, pero no confiar en nadie es una neurótica torpeza. Si la falta de confianza se atribuye a la actuación de las instituciones, la consecuencia de la máxima del satírico Juvenal puede ser una herida de muerte en el sistema político. El último barómetro del CIS revela que la preocupación de los ciudadanos por la corrupción ha aumentado veinte puntos en un mes y el malestar por la actuación de los políticos y los partidos no pierde comba. Desconfianza en el sistema alimentada por el sistema mismo.
Por pérdida de confianza el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, puede desempolvar procedimientos para deshacerse del fiscal jefe de Catalunya. Aunque no sea la primera vez que Martín Rodríguez Sol pisa el charco político de la consulta soberanista. A principios de febrero declaró que “habrá que encontrar un marco legal” para dar respuesta a las aspiraciones de los catalanes. No pasó nada. Claro que entonces el Parlament había aprobado su declaración soberanista pero el Gobierno no había decidido vehicular su relación política con la Generalitat a través del Tribunal Constitucional. Tampoco se le recordó el voto de silencio que ahora reclama el ministro de Justicia a jueces y fiscales por manifestarse molesto porque Oriol Pujol “use la bandera para proteger actividades particulares”.
La dimisión forzada del fiscal de Catalunya se empaqueta con la falta de confianza dentro de un sistema de dependencia jerárquica. Otra cosa es que la actuación de un político lance una sombra de sospecha que pueda quebrar la confianza en una institución del Estado. Por-
La batalla política tiene como límite quebrar la confianza en una institución del Estado, y los Mossos son Estado
que los Mossos d’Esquadra son Estado.
Por pérdida de confianza en el mando político, la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho, consuma su ruptura institucional con la policía catalana y releva su servicio de seguridad –en el ámbito público y familiar– por la Policía Nacional. Pero ni el borrador fantasma de la policía nacional sobre las inexistentes cuentas de Artur Mas en Suiza, cuyo autor el Ministerio del Interior sigue sin encontrar, ni la supuesta presencia del coche de un mando de los Mossos cerca del domicilio del propietario de Método 3 pueden desacreditar el trabajo de uno u otro cuerpo policial. Más aún cuando la nebulosa que acompaña los trabajos de la agencia de detectives obligará hasta al director del CNI a aclarar en el Congreso oscuras situaciones.
La responsabilidad institucional debe situarse por encima de la crítica política y la batalla partidista. La presidenta de los populares puede proclamar en sede parlamentaria que el president Artur Mas no la representa, pero la policía catalana le ha servido y, pese a su discrepancia política, le seguirá sirviendo de forma responsable en la calle como al resto de los ciudadanos en Catalunya.