La Razón (Nacional)

Máxima tensión en el polvorín de Ceuta

Redadas masivas para controlar a los inmigrante­s ilegales que deambulan tras el asalto masivo. La embajadora de Marruecos avisa a España: «Si Ghali sale con opacidad se agravará el conflicto»

- Ángel Nieto Lorasque

Los jóvenes marroquíes que cruzaron la frontera a principios de la semana se esconden en las escolleras del puerto y en refugios de la montaña para evitar ser intercepta­dos intercepta­dos por la Policía, que escruta cada rincón de la ciudad. Ayer, uno de los inmigrante­s trató de suicidarse en la playa de El Tarajal. Hablamos con sus «salvadores» y con un ciudadano de la barriada del Príncipe que ha ayudado a varios de ellos. «Las familias han acogido temporalme­nte a menores», confiesa.

Ceuta se ha convertido en un polvorín. Mientras las autoridade­s tratan de recolocarl­os en albergues, pabellones y otras institucio­nes públicas, el mayor problema ahora se encuentra en los centenares de inmigrante­s que siguen dispersos por toda la ciudad. Según un acuerdo al que ha llegado España con Marruecos, cada dos horas serán devueltos al reino alauí cuarenta de los marroquíes que atravesaro­n esta semana la frontera (un total de 8.000 lo hicieron en apenas 48 horas). horas). Por este motivo, ayer las calles de la ciudad autónoma estaban repletas de furgones de Policía que iban «a la caza» de indocument­ados. Así, este diario pudo ser testigo de varias detencione­s a pie de calle. La Policía Nacional exigía la documentac­ión de los intercepta­dos y al no poder ofrecerla, les esposaban y les metían en el furgón rumbo a la frontera. En concreto, bajo el puente del Club Náutico fueron apresados dos jóvenes de unos 25 años.

Así fueron despejándo­se numerosos parques y plazas que esta semana han estado abarrotado­s de jóvenes que dormían y comían en lugares públicos. Con el paso de las horas ha surgido también tensión entre los propios inmigrante­s que, ante la falta de recursos, habrían comenzado a pelear entre ellos y a robarse los unos a los otros. «Esta situación es insostenib­le, da pena ver la ciudad así. Y los que al final se quedarán aquí serán los que luego delincan, porque aunque hayan venido algunos con algo de dinero, pronto se acabará y los problemas aumentarán», explica Chelo, una comerciant­e que ha visto cómo muchos de los marroquíes han entrado en el supermerca­do colindante pidiendo bolsas de comida. Ante el aumento de la presión policial para despejar las diferentes zonas de la ciudad, los que tienen como objetivo real llegar a la Península se las ingeniaban para huir de los controles. Así se escondiero­n en lugares estratégic­os de la montaña donde es muy complicado localizarl­os y también en las escolleras del puerto, una zona repleta de piedras y recovecos donde se esconden y esquivan a la Policía. Aunque no siempre les sale bien. LA RAZÓN comprobó cómo en uno de esos lugares cercanos del puerto donde los barcos parten a la Península, la Policía Local sorprendió a siete menores. En este caso, los agentes hicieron la vista gorda y tras un rato de conversaci­ón con ellos se marcharon de la zona previos gestos de agradeci

Desde Castillejo­s, Marruecos fleta autobuses para devolver a los inmigrante­s a sus ciudades de origen

miento por parte de los inmigrante­s. Una vez que el coche policial abandonó la zona, muchos otros que sí habían permanecid­o ocultos entre los bloques de hormigón salieron a reencontra­rse con sus compañeros. Las quejas de los vecinos se multiplica­n según avanzan los días porque el ambiente en su ciudad continúa siendo complicado: «Y ahora llega el fin de semana y tenemos miedo de que nuestros hijos salgan a la calle. Aquí siempre hemos sido muy comprensiv­os con la inmigració­n porque estamos acostumbra­dos a ella, pero esto ha sido exagerado. No es que sean violentos, de momento, pero, claro, tienen necesidade­s y es fácil que si se encuentran por la calle con grupos de ceutíes jovenes les roben el móvil o algo de dinero», afirma Miriam que camina por la vía principal de la capital.

La cara de cansancio y desesperac­ión de los exiliados es patente. Y también la tristeza. Más aún después de saber que, al menos, dos de ellos murieron en el intento de cruzar el espigón. Ayer se supo que uno de los cadáveres encontrado­s flotando en el mar era el de un chico de 19 años procedente de Castillejo­s, el poblado marroquí más cercano a la frontera. Precisamen­te en esta localidad es desde donde, ahora, Marruecos fleta numerosos autobuses para devolver a sus ciudades de origen a los que el lunes y el martes cruzaron el espigón. Algunos, todavía esperan sentados en la valla, a las puertas del lado español de la valla, para regresar casa. «¿Para Marruecos?», pregunta un joven a un guardia civil, que le indica el camino con un gesto.

Asaltos en Melilla

Y si en Ceuta la situación continúa complicada, en la vecina Melilla se vivieron varios momentos de alarma. Primero, en la madrugada de ayer, después de que entre 500 y 600 inmigrante­s trataran de acceder de manera irregular «atacando de forma violenta», según la Delegación de Gobierno. Finalmente, tan solo una treintena consiguió traspasar la frontera en los seis intentos que se detectaron entre las 22:30 horas de la noche y las 5:30 de la madrugada. Y ya por la tarde, otros 40 magrebíes lograron acceder a suelo español después de que entre 250 y 300 personas forzaran la reja que funciona como frontera en los cauces de dos ríos.

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EFE Los inmigrante­s huyen de las fuerzas de Seguridad que intentan que retornen a Marruecos
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Agentes de la Policía detiene a dos inmigrante­s en el puente frente al Club Náutico de Ceuta
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