«TENEMOS UNA DEUDA CON ELLAS, ELLOS, ELLES...»
LoLo normal –que es lo más anormal– es que Irene Montero presentase su dimisión como ministra de Igualdad al ver cómo una de las leyes que ha dado sentido a tan alta misión en el Gobierno no ha salido adelante. La proposición de Ley «para la igualdad real y efectiva de las personas trans» fue rechaza precisamente por la abstención del PSOE, partido que, junto a Unidas Podemos, forma el Ejecutivo de coalición. Pero Montero no va a dimitir por razones de índole personal en las que la opinión pública no debe inmiscuirse. Tampoco fructificó la Ley de Libertad Sexual, casi por los mismos motivos: confundir «género» con «sexo». En realidad, no lo confunden, sino que es una elección, de manera que ser mujer, hombre o nada en concreto –«queer»– es una decisión personal. Dice en su artículo 3: «Toda persona tiene derecho a construir para sí una autodefinición con respecto a su cuerpo, sexo, género, orientación sexual, identidad de género y expresiones de género». La palabra que circula como expresión máxima de un derecho adquirido por propia decisión es «autodeterminación». Montero pidió perdón al colectivo trans, pero no por redactar mal una ley, sino porque ha sido rechazada precisamente por lo que encierran sus palabras. Dijo a continuación algo gramaticalmente imposible: «Tenemos una deuda con ellas, ellos, elles...». Nombrar a las cosas, o buscarles un lugar en el diccionario, no otorga un estatuto, ni crea realidad. «Todos y todas», «todxs», «todes» o «tod@s» no hace más libres a mujeres, ni a hombres ni a trans, ni a nada.