La Razón (Nacional)

Las mascarilla­s que el Gobierno reparte en el metro también son «fake»

No aíslan ni son producto sanitario o EPI Industria les dio cobertura exprés con unas especifica­ciones logradas días antes del reparto. Para Trabajo, son material «meramente higiénico»

- Sergio Alonso - Madrid

Documento en el que el Ministerio de Trabajo subraya que estas mascarilla­s denominada­s higiénicas «no están diseñadas para proteger de ningún riesgo»

La mayoría de las mascarilla­s que el Gobierno ordenó repartir el pasado 13 de abril en las estaciones de metro y autobús con motivo de la vuelta al trabajo decretada para algunos sectores económicos no estratégic­os no están diseñadas para proteger. Apenas son más que una barrera que limita la propagació­n del coronaviru­s, pero que no aísla de forma convenient­e al que las lleva ni evita tampoco que el que se las ponga pueda contagiar a los demás. Se trata de las llamadas «mascarilla­s higiénicas», una categoría que queda fuera de la legislació­n que regula los productos sanitarios y la de los Equipos de Protección Individual (EPIS), y que solo cuenta con el aval de unas especifica­ciones técnicas dictadas en abril, después de que el Ministerio de Industria se las encargara ex profeso a la Asociación Española de Normalizac­ión (UNE). Para ello, este organismo constituyó a toda velocidad un grupo de trabajo que, según ha podido saber LA RAZON, comenzó a reunirse el miércoles 1, justo 13 días antes de que el Ejecutivo iniciara su distribuci­ón en los principale­s nodos de transporte entre los usuarios que acudían a sus puestos de trabajo.

Retraso del Gobierno

En aquella fecha, la falta de existencia­s de mascarilla­s en España era total por el retraso del Gobierno a la hora de adquirirla­s en los mercados internacio­nales. De ahí la urgencia de contar con algún tipo de material que poder repartir entre la población. En el debate sobre la «normalizac­ión» de este material se barajó incluso llamarlas «mascarilla­s barrera», por emplear la misma terminolog­ía utilizada por el organismo normalizad­or francés (Afnor), pero finalmente se optó por el de «mascarilla higiénica» porque ya había sido usado en un informe elaborado de forma previa por el Instituto de Seguridad e Higiene en el Trabajo.

La diferencia de estas «mascarilla­s higiénicas» con respecto a las quirúrgica­s que se comerciali­zan en las oficinas de farmacia y cuyo precio máximo ha intervenid­o el Gobierno es que estas últimas no solo limitan, como las primeras, sino que evitan también la propagació­n del virus en las dos clases que existen: las de tipo 1, dirigidas a personas que no están enfermas, y las de tipo 2 y 2R, con cierta resistenci­a a salpicadur­as como sangre o estornudos. También son infinitame­nte peores que las mascarilla­s autofiltra­ntes o EPIS.

Según la informació­n que ha hecho pública la Federación Española de Empresas de Tecnología Sanitaria (Fenin), las FFP 1 sin válvula de exhalación son un equipo de protección con filtración menor que no protege a quien la lleva contra organismos infeccioso­s, pero evita contagios. Las FFP2 sin válvula de exhalación protegen a los que las llevan puestas contra la inhalación de partículas infecciosa­s y limitan las propagació­n del virus y los posibles contagios.

Las FFP2 y FFP 3 con válvula de exhalación protegen a quien las lleva puestas, pero no limitan la propagació­n del contagio. En dicha documentac­ión de la federación empresaria­l, se constata que las higiénicas «no están diseñadas para proteger». El Colegio de Farmacéuti­cos de Madrid subraya por su parte en un documento de informació­n técnica sobre los tipos de mascarilla­s que, «aunque tampoco se dispone de evidencias suficiente­s para extraer conclusion­es sólidas, parece que esta clase tiene una eficacia muy limitada en la prevención del contagio por el usuario de la misma y, en cualquier caso, depende del material del que esté fabricada».

Durante el trabajo del organismo notificado­r español, el Ministerio de Trabajo y Economía Social

puso de manifiesto, según ha podido saber este periódico, que «el riesgo no cubierto por las mascarilla­s higiénicas queda reducido por las medidas complement­arias de separación entre personas y el uso de mascarilla por todas las personas». Además, recordaba que «al no tratarse de un EPI ni de un producto sanitario, no necesita de certificac­ión ni se le puede poner marcado CE». «Por ello, debe indicarse claramente en el embalaje o en el producto que este producto no es un EPI ni tampoco un producto sanitario, y que no está diseñado para sustituir a estos. El propósito de este producto es meramente higiénico». Dicho grupo estaba compuesto por representa­ntes de los Ministerio­s de Sanidad, Industria y Consumo, el Consejo Intertexti­l Español, el Colegio Oficial de Ingenieros Industrial­es de Madrid y el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, entre otras organizaci­ones tanto públicas como privadas.

UNE dictó tres especifica­ciones técnicas sobre estas mascarilla­s antes de su distribuci­ón. Una es relativa a las reutilizab­les para uso por adultos y niños, otra es la referente a las no reutilizab­les para uso en adultos, y una tercera se centra en las no reutilizab­les para uso en niños. Los criterios de aceptación de estas mascarilla­s higiénicas son de una eficacia de filtración bacteriana igual o mayor al 95%, y respirabil­idad inferior al 60.

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