Amor, a muerte y tinta en Auschwitz
Movistar Plus+ estrena hoy esta miniserie que adapta la novela de Heather Morris, inspirada en la historia real de Lali y Gita Sokolov, que se conocieron estando prisioneros
NadieNadie escapa de Auschwitz. Y no hablamos de los supervivientes del campo de exterminio nazi, si no de que sus testimonios nos indican que el recuerdo de su estancia allí les marcó hasta el último momento de sus vidas. Pero todo aquel horror encerrado en aquellos 174 cuarteles durante años también hizo florecer lo mejor del ser humano. Las explosiones de solidaridad entre las paredes de aquel infierno hizo florecer algunas de las demostraciones más impresionantes del ser humano. Y también el amor. Movistar Plus+ estrena hoy «El tatuador de Auschwitz», la miniserie que adapta la novela de Heather Morris, inspirada en la historia real de Lali y Gita Sokolov.
La historia nos lleva junto a Lali Sokolov, interpretado por Jonah Hauer-King, un judío eslovaco que vio cómo su vida se rompía en 1942 cuando es deportado a Auschwitz. Allí y tras sufrir en primera persona los horrores del campo, consigue convertirseenunodelos«Tätowierers», tatuadores encargados de entintar los números de identificación en los brazos de los compañeros de prisión. A sus manos temblorosas llega un día Gita (Anna Próchniak), y de esos minutos a solas nace una relación que desafía el terror entre los alambres de espinos y las cámaras de gas. La serie nos presenta dos líneas de tiempo distintas, el pasado con el día a día de nuestros protagonistas, que incluye la vigilancia constante sobre Lali y Gita del volátil oficial nazi de las SS Stefan Baretzki (Jonas Nay), y la actualidad, donde 60 años después la aspirante a escritora Heather Morris (Melanie Lynskey) conoce a Lali ya anciano (Haervey Keitel), que ha enviudado recientemente y por fin se atreve a contar la historia de su amor al mundo. Entre ellos se establecerá una relación única que trasciende lo humano y continuó más allá de la muerte de Lali. Como bien describe en las notas de producción Gary Sokolov, hijo de Gita y Lali, la historia de sus padres «lo tiene todo: romance, amor, supervivencia y esperanza».
Luz en la oscuridad
El espectador dudará de si se encuentra ante «una historia más» sobre Auschwitz, pero no es así. Las interpretaciones de los dos protagonistas nos llevan desde la comodidad de sus casas, a asistir con asombro a cómo los judíos son marcados y con incredulidad se van introduciendo en vagones camino a un destino que no pueden ni imaginar. Enseguida la realidad les golpea en la cara, en el estómago y en la cabeza; sus familias son separadas y en ocasiones mermadas a base de disparos sin miramientos. La tristeza que acompaña al devenir de los prisioneros del campo es descarnada y real y comprobamos en directo cómo aquel lugar destrozaba todo aquello que se pareciese a una vida o a una persona, para pasar a ser trozos de carne con números tatuados; y el trabajo de Keitel supera con creces la interpretación. Cada gesto de su cara y de su cuerpo muestra el dolor que le supone volver a sacar a la luz algo que había enterrado hace mucho tiempo incapaz de sentirse a salvo, incluso 60 años después. Además de que mantendrá conversaciones auténticas con los personajes que forman parte de su trauma. Recordemos que tras acabar la Segunda Guerra Mundial y liberarse Auschwitz, consiguieron reunirse, casarse, y juntos se mudaron a Australia para comenzar una nueva vida. Sabemos que hay esperanza debajo de las cenizas y a pesar de las culatas de las ametralladoras y fusiles nazis. Pero es imposible separarse de la pantalla y asistir con estupor al horror que allí sucedió. El espectador sentirá una suerte de montaña rusa, en la que el estómago sufrirá la peor parte y las lágrimas asomarán en los momentos más duros, pero también con la mirada simple entre ambos protagonistas. El momento en el que Lali utiliza sus privilegios para proporcionarle a Gita chocolate de contrabando es en sí toda una película y el amor viaja entre los ojos de ambos. Por eso «El tatuador de Auschwitz» es diferente, porque es una historia de amor en el lugar más oscuro de la tierra. Y la producción tiró la casa por la ventana con la recreación del campo, y el plus de que la miniserie nunca rehuye la violencia.
Los tatuajes de Auschwitz son la representación gráfica de una catástrofe humana. Ensangrentados al principio parecen chuparle la vida a los encerrados en el campo. En uno de los episodios Gita se cuestiona «Dónde está Dios» y tras acordar con Lali que no está en el campo, deciden que son ellos mismos los que tienen que mejorar las cosas y usarán la luz de su amor para irradiar esperanza en el lugar de la tierra donde nunca llegó la luz del sol.
El momento en el que Lali da chocolate de contrabando a Gita es en sí toda una película