Violencia policial, un problema de salud pública
Canal Odisea estrena dos documentales tras el veredicto por el asesinato de George Floyd, que analizan esta lacra que se cobra 1.200 vidas al año en EE.UU.
Ma’Khia Bryant es el último nombre que se ha esculpido en piedra en la imparable violencia policial que asola los Estados Unidos. Los nombres de los muertos por disparos de agentes se agolpan por todo el país y reabren una y otra vez heridas que no se han cerrado tras el veredicto de culpabilidad contra Derek Chauvin, el oficial de Minneapolis que acabó con la vida de George Floyd. La sociedad americana ya no sabe hacia donde mirar para solucionar esta lacra que se cobra 1.200 vidas al año. El canal Odisea estrenó esta semana dos documentales que analizan la violencia policía desde dos puntos de vista diferentes. Producido por «The New York Times», «The Weekly Special Edition: el asesinato de Breona Taylor», intenta analizar las circunstancias de la muerte de esta joven de 26 años que es uno de los grandes símbolos de la brutalidad policial injustificada. Por otro lado, la pieza «Vigilando a la policía», estudia el problema que desde hace más de 50 años está arraigado en la ciudad de Newark, Nueva Jersey.
Pasados unos minutos de la medianoche del 13 de marzo de 2020 unos fuertes golpes despertaron a Breonna Taylor, una técnica en emergencias sanitarias de raza negra de 26 años, y a su novio, Kenneth Walker. En un instante, tres agentes de policía de LouisVille en Kentucky entraron en el 3003 de Springfeld Drive y descerrajaron ocho tiros sobre la joven. El documental es una investigación de «The new York Times» que cuenta con los testimonios en exclusiva de la madre de Breonna, Tamika Palmer, el novio de la joven sanitaria y sus amigos y familiares. Según las pesquisas posteriores, la intromisión en su casa formaba parte de una redada sobre drogas que «se vio comprometida por una mala planificación y una ejecución imprudente». La justificación de haber avisado antes de irrumpir en la casa, usada por un gran jurado, era endeble y sólo basada en las declaraciones de los oficiales, y «en el relato de un solo testigo que había dado declaraciones inconsistentes». Como otras veces, la muerte por la mala praxis policial no pudo ser evitada, pero sí se consiguió que se prohibiera el uso de órdenes judiciales de «no golpe», que permiten a la policía ingresar por la fuerza en las casas basándose en sospechas.
La segunda pieza documental intenta ir más allá, y de la mano de Jelani Cobb, historiador de la Escuela de Periodismo de Columbia que trabaja para «The New Yorker», seguimos el proceso de reeducación de la policía de Newark que pretende hacer su alcalde, Ras Baraka, y que choca contra muros presupuestarios y la llegada de Donald Trump a la presidencia. Al final, cerrar unidades antibandas, o aumentar y reducir el presupuesto del departamento de policía o reformarlo y educarlo no consigue paliar que «en Estados Unidos, la raza puede marcar cómo será tu vida. Si eres negro tienes más probabilidades de morir de covid, de ser pobre, y de ser encarcelado, maltratado o incluso asesinado por la policía». Son iniciativas como la Newark Comunity Street Team, implicando a los ciudadanos, lo que marca la diferencia en un problema que no debería tratarse sólo como violencia policial, sino como una crisis de salud pública.