Viajar en el tiempo a través de agujeros de gusano, una esperanza matemática Hay una diferencia entre las matemáticas y la realidad, pero si están en lo cierto, podría ser que existieran
La ciencia ficción nos ha hecho imaginar con un sinfín de fantasías, dándonos esperanza para perseguir las ideas más peregrinas. Sin embargo, ideas como la teletransportación requieren de algo más para que los científicos puedan tomarlas en serio y trabajar con ellas. Hace falta un segundo tipo de esperanza que a veces confundimos con la evidencia: la «esperanza matemática».Es ese momento en que conseguimos modelar un sistema puramente teórico para que nos dé la respuesta que buscamos y nos diga que (para las condiciones que hemos definido) las matemáticas, la física y nuestro conocimiento sobre el universo no se oponen a que la fantasía se funda con la realidad y que cosas como el viaje en el tiempo sean posibles. Y aunque estamos lejos de demostrar que existan agujeros de gusano y que estos permitan viajar en el tiempo y teletransportarnos, dos recientes artículos acaban de insuflar algo de «esperanza matemática· a nuestra búsqueda.
Concepto teórico
Un agujero de gusano o puente de Einstein-Rosen es un concepto estrictamente teórico que podríamos visualizar como un túnel que conecta dos puntos diferentes del espacio-tiempo. Su posible existencia se deduce tan solo de las ecuaciones de la relatividad general de Einstein, no de nada que hayamos podido ver.
Para que se cumpla su existencia, hemos de asumir que la teoría de la relatividad general es lo suficientemente correcta como para que no falle precisamente en este tipo de cálculos, lo cual no deja de ser un salto de fe. Ahora bien, habiendo deducido la posible existencia de agujeros de gusano a partir de las ecuaciones de campo de la relatividad general, ¿podrían estos conciliar la ficción del teletransporte y el viaje en el tiempo con la realidad que nos rodea? Ya es todo un cliché de la ciencia ficción representar el viaje a través de un agujero de gusano tomando un folio, doblándolo por la mitad y atravesándolo con un lapicero. Ahora no tenemos que recorrer toda la cara del folio para ir de un extremo al otro, podemos simplemente cruzar el agujero y aparecer al lado contrario. Esta es la idea que subyace.
Cierto es que no sería un teletransporte instantáneo como al que la ciencia ficción nos tiene acostumbrados. Ni siquiera desapareceríamos de un lugar para ser reconstruidos en otro. Todo sería un poco más mundano, pero podríamos salvar distancias astronómicas en cuestión de unas fracciones de segundo.
Y aquí viene el otro punto, porque para hacer tal cosa deberíamos (en teoría) viajar cerca de la velocidad de la luz, lo cual, sumado al propio viaje a través del agujero, hará que para nosotros el tiempo pase mucho más lento que para un observador que nos aguarde fuera. Lo que según nosotros habría sido un viaje de apenas un segundo, para el mundo exterior podría haber durado miles de años.
No obstante, por lo que se deduce de estas mismas predicciones, los agujeros de gusano serían muy inestables. Sus paredes colapsarían sobre sí mismas por efecto de la gravedad, cerrándose en cuestión de unas facciones de segundo en cuanto algo entrara en ellos. Una forma de estabilizarlos sería empleando energía negativa, que contrarrestara el efecto de la gravedad evitando el colapso, pero no sabemos de la existencia de tal cosa como la energía negativa. Bajo estas condiciones, la «esperanza matemática» se pierde y lo que parecía ser ciencia recupera el apelativo de ficción. O, al menos, así era hasta ahora, porque un par de nuevos artículos parecen estar ganando terreno en esta especulación y han aportado dos posibles soluciónes al problema de la inestabilidad.
Una de las dos propuestas ha venido de los doctores Juan Maldacena y Alexey Milekhin. No obstante, su solución requiere
aceptar la existencia de una quinta dimensión (totalmente desconocida) la cual generaría la dichosa energía negativa. Como dicen los propios investigadores, esa energía negativa sí que sería coherente con nuestro limitado conocimiento del universo, pero hay que entender otro detalle.
Si bien la posible existencia de los agujeros de gusano no ha sido confirmada, le damos cierto crédito porque se deduce de una teoría a través de la cual ya hemos hecho predicciones que han resultado ser correctas. No obstante, el castillo de lógica y matemática que da cuerpo a la solución de Maldacena y Milekhin se sostiene sobre la cosmología de branas, la teoría de supercuerdas y la existencia de una quinta dimensión, las cuales son a su vez especulaciones jamás comprobadas de forma empírica y, por lo tanto, las deducciones matemáticas que hagamos a partir de ellas tienen un estatus diferente a otras que se construyan sobre teorías más robustas.
La segunda propuesta se vale de otras con mayor peso. Sus artífices son los doctores José Luis Blázquez-Salcedo, Christian Knoll, y Eugen Radu, y afirman que han conseguido encontrar una forma de estabilizar los agujeros de gusano sin recurrir a la incómoda energía negativa.
No obstante, este aporte tampoco carece de pegas. Los propios investigadores reconocen que no han tenido en cuenta la totalidad de efectos cuánticos que podrían alterar a estos agujeros de gusano, por lo que no podemos estar seguros de que su solución se comporte como debiera (ni siquiera en la teoría). Por otro lado, según reprochan
Maldacena y Milekhin, la solución de Blánzquez-Salcedo, Knoll y Radu contiene errores determinantes que (de ser ciertos) echarían por tierra su trabajo. No obstante, este segundo equipo no reconoce esos errores como tal.
Una visión más clara
Este es el verdadero estado del arte en cuanto a agujeros de gusano, viajes en el tiempo y teletransporte: un mundo donde ni siquiera hemos alcanzado la «esperanza matemática» que, sin embargo, podría no estar tan lejos como parece. Dentro de unos meses, cuando otros expertos hayan tenido tiempo de estudiar las dos propuestas que acaban de ver la luz, tendremos una visión más clara sobre su validez. Puede que para entonces aparezcan nuestras aproximaciones más conservadoras y, por lo tanto, más plausibles. Por ahora podemos quedarnos con ese otro tipo de esperanza completamente infundada que nos da la ciencia ficción y que, independientemente de la lógica, nos susurra al oído que, sin tantas otras fantasías llegaron a hacerse realidad, ¿por qué esta iba a ser diferente?