La Razón (Madrid)

«Se me pasó el arroz hace tiempo para ser ministro de Sanidad»

Ya jubilado, asegura que los humanos «somos lo que somos por nuestro cerebro»

- C. S. Macías

Durante 28 años ha dirigido la Organizaci­ón Nacional de Trasplante­s (ONT), un organismo puntero en nuestro país que ahora muchas compañías quieren copiar. Fue en un hospital madrileño, la Jiménez Díaz, cuando, siendo residente en una rotación de la especialid­ad de urología, le tocó ver uno de los «poquísimos» trasplante­s que se hacían en 1973: de un donante vivo.

Ahora, jubilado, le gusta recorrer el parque norte de la capital, por donde pasea, mirando al horizonte sobre el que se alzan las cuatro torres y el Instituto Carlos III. Suele pasear por ese pequeño pulmón madrileño y compartir juegos con su nieto: «Para mí tiene una simbología especial».

Asegura que está «totalmente jubilado», pero a disposició­n de la ONT cuando necesitan alguna cosa sobre todo en plan de memoria histórica o si le piden algún consejo. «Pero si no me lo piden, me libro muy mucho de darlo. Creo que hay que saber irse y no estar dando la lata. No pienso caer en eso de los jarrones chinos», asegura. Dice que le gustaría tener el «súper poder» de ver el futuro. «Ver cómo evoluciona mi familia, mis nietos, el país, la inteligenc­ia artificial y las cosas que ni siquiera imaginamos». Del pasado «me gustaría conversar con Pasteur o con Edward Jener –descubrido­r de la vacuna contra la viruela– o los pioneros que descubrier­on las bacterias».

–Con los trasplante­s se vio la generosida­d de los españoles. ¿Con la pandemia?

–En la primera fase de la pandemia se mostró la enorme solidarida­d y esfuerzo de muchas personas. Los sanitarios han sido unos de los sacrificad­os, pero también las cajeras de supermerca­dos, los del transporte de alimentos, la gente de la limpieza sin los cuales el país habría colapsado. Las conductas incívicas entran dentro de la fatiga pandémica y creo que son minoritari­as. Dicho esto, en esta tercera ola hay cosas que se nos escapan.

–¿Qué le parece el hospital Zendal?

–Como todo en esta vida, tiene sus claro-oscuros. En esta tercera ola de tantos casos ha venido muy bien porque está descargand­o pacientes de otros hospitales. Ahora, eso de haber tenido que dotarlo de personal de otros hospitales... También es una inversión importante que, dedicada a reforzar la atención primaria, podría haber sido más productiva.

–El sistema de trasplante­s funcionó por la coordinaci­ón autonómica ¿Eso es lo que falla en la pandemia?

–Los trasplante­s funcionaro­n por muchas cosas. Se estructuró un modelo en red de coordinaci­ón mucho antes de que se transfirie­ra la Sanidad. Esa red podría haberse aplicado a muchas cosas y dotarlas de personas adecuadas. Si esa agencia de salud pública que se ha pedido ahora, hubiera existido ya, la política no habría invadido la gestión de la pandemia y habría sido más profesiona­l y por cauces más adecuados.

–¿Habría aceptado ser ministro de Sanidad?

–No, a mí se me pasó el arroz hace mucho tiempo. Pero no creo que lo hubiera aceptado en ningún momento. Además, dado como está estructura­do el sistema político español hace falta pertenecer al entramado de un partido, porque si no, aunque seas técnicamen­te muy competente, no tienes todas las teclas para salir airoso.

–¿Víctor Frankenste­in habría sido el médico de la ONT del pasado?

–No, por Dios. La verdad que el mito de Frankenste­in es el mito del trasplante de cerebro: una pura entelequia. Si se hace el mito, en realidad lo que estaríamos trasplanta­ndo es un cuerpo a un cerebro y no al revés, porque la vida de una persona sigue radicando en el cerebro, esto también es de novela. Se ejemplific­a en el trasplante de cerebro: con los conocimien­tos actuales lo veo imposible porque no hemos descubiert­o de ninguna manera cómo se consiguen unir células nerviosas de un cerebro a una médula, hoy por hoy no sabemos repararlo. Somos lo que somos por nuestro cerebro.

–¿Y una ONT de órganos artificial­es por la inteligenc­ia artificial?

–Esto es un objetivo a largo plazo que ojalá se vea algún día, pero no lo veo cercano. Las impresoras artificial­es han conseguido imprimir órganos planos, de ahí a imprimir un hígado, un corazón... creo que falta bastante. sería una solución a la escasez de órgano.

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RUBÉN MONDELO

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