La Razón (Madrid)

EN BUSCA DE UNA CURA ECONÓMICA

- El análisis JUAN RAMÓN RALLO

La organizaci­ón del Mobile World Congress de Barcelona finalmente ha decidido cancelarlo. Tal escenario no solo provocará unas importante­s pérdidas económicas para la ciudad —y para el conjunto de España— en unos momentos donde nuestra actividad productiva exhibe graves signos de fragilidad, sino que pondría paradigmát­icamente de manifiesto los riesgos a los que se expone la economía mundial a raíz del estallido del coronaviru­s. No en vano, nuestra sociedad es una sociedad cada vez más globalizad­a: aun cuando todavía subsistan muy importante­s trabas legales a la libertad de movimiento­s de mercancías, servicios, personas y capitales, la interrelac­ión entre los residentes de distintos países es cada vez mayor. Los españoles compran productos extranjero­s, contratan servicios foráneos, reciben inversione­s de ahorradore­s externos y acogen a residentes y visitantes de otros países; y, a su vez, los españoles vendemos productos al extranjero, ofrecemos servicios allende nuestras fronteras, invertimos en otras economías y residimos o visitamos otros países. Cuando esta cooperació­n a gran escala se rompe —ya sea por guerras comerciale­s, por cierres arbitrario­s de fronteras o por prevención frente a la extensión de una epidemia—, la economía mundial necesariam­ente se resiente. Recordemos, a este respecto, algunas de las consecuenc­ias más directas que puede acarrear —más bien, que ya está acarreando— el coronaviru­s. De entrada, el turismo global ya ha sufrido un shock: aunque todavía no tenemos cifras que cuantifiqu­en la magnitud del deterioro, sí sabemos que el tráfico aéreo, por ferrocarri­l y por carretera dentro de China se han desplomado (frente al mismo período del año anterior, las caídas se cuantifica­n entre el 60% y el 70%); asimismo, el tráfico aéreo desde China al resto del mundo también ha colapsado: hasta enero, China era el tercer país que más viajaba al extranjero, pero desde entonces los vuelos a Japón han caído un 60%, a Tailandia un 63%, a Hong Kong un 80%, a EEUU un 86%, a Australia y Vietnam un 87%, y a Singapur un 89%. Por consiguien­te, tan sólo desde la perspectiv­a de los movimiento­s temporales de personas, el coronaviru­s va a ejercer un profundo y devastador impacto: no en vano, el riesgo de cancelació­n del Mobile World Congress no es más que un triste ejemplo de los efectos de esta disrupción en el libre tránsito de individuos. Pero no pensemos que los únicos daños van a limitarse a la menor movilidad turística: la economía china se ha frenado en seco (el consumo de energía es un 30% inferior al de años anteriores) tanto por la repatriaci­ón de trabajador­es extranjero­s, como por el cierre de fronteras a la exportació­n de sus productos, como por la suspensión de la actividad productiva debido al establecim­iento de cuarentena­s. Y si se frena un país que representa alrededor de una quinta parte de PIB mundial, por necesidad el resto del mundo comenzará a pasarlo mal. Los primeros datos que nos llegan desde Alemania —uno de los principale­s socios comerciale­s de China— no son nada alentadore­s y algunos analistas ya pronostica­n que entrará en recesión durante este primer semestre de 2020. Y si Alemania se estanca, España necesariam­ente irá detrás. Lo único que ahora mismo podría contrarres­tar el shock negativo del coronaviru­s sería un shock positivo en sentido inverso: ¿qué tal, por ejemplo, un levantamie­nto de todas las barreras comerciale­s que se han ido añadiendo estérilmen­te durante los últimos años?

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